Debido a la crisis del COVID-19, la labor del reciclaje es cada vez más complicada para los más de 100 mil hombres y mujeres que se dedican a esta actividad en Colombia. Sin embargo, la pandemia solo ha agudizado una situación que ya desde hace años es crítica para el sector.
- Por: Ana María Dúmez García /@anamariadumez1 (Instagram)
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La pandemia del COVID-19 ha golpeado fuertemente a los recicladores. Esto se explica principalmente por la reducción de los precios de los materiales reciclables, que han caído casi a la mitad. La youtuber Marce La Recicladora ha expuesto esta situación en un video en su canal. Allí muestra que un kilo de cartón, por el cual se podía ganar 400 pesos en febrero, con la pandemia pasó a valer 200 pesos. Un kilo de chatarra pasó de valer 400 a 150 pesos. También, materiales como el vidrio y la plegadiza (cartón más delgado, como el de las cajas de Maizena), se venden solo a 50 pesos y 30 pesos por kilo respectivamente.
Estos bajos ingresos llevan a escenarios absurdos para sobrevivir, sobre todo en tiempos de pandemia. Por ejemplo, para poder comprar un tapabocas, un reciclador necesitaría recoger 10 kilos de cartón. A la vez, para pagar un pasaje de Transmilenio debería recoger 12,5 kilos de cartón; para poder pagar una pieza en alguna zona roja del centro de Bogotá debería recoger alrededor de 50 kilos de cartón y debería vender en un mes la cantidad exacta de 4.389,015 kilos de cartón para ganar lo correspondiente a un salario mínimo legal mensual vigente. Estos altos costos de supervivencia pueden llevar a mayor inseguridad pues habría un menor costo de oportunidad de robar (el costo de oportunidad es el análisis de costo y beneficio de cada decisión. Entonces entre menor costo de oportunidad, más fácil es decidir delinquir).
Aunque desde el Gobierno se han adelantado campañas y otros esfuerzos para ayudar a esta población, muchas veces estas políticas han sido insuficientes, llevando a muchos recicladores a depender de donaciones particulares para sobrellevar la crisis. Ejemplo de esto son las iniciativas como la Fundación Reciclando Amor o la solicitud de donaciones a una vaki por parte de la Asociación de Recicladores de Colombia.
Pese al duro golpe para el sector a causa de la pandemia, la población que se dedica a esta actividad se enfrenta a problemas mucho más estructurales. En primer lugar, muchos de los recicladores se encuentran desprotegidos al no formar parte de ninguna cooperativa o asociación. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, en la región de Latinoamérica solo alrededor de un 10% de los recicladores forman parte de alguna cooperativa u organización.
En Colombia, según la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, a 2019 solo 30.000 personas que prestan el servicio de reciclaje se encontraban vinculadas a alguna asociación. Podría entonces afirmarse que por lo menos 70.000 personas están trabajando de manera informal en el sector. Esto, suponiendo el caso optimista de que Colombia estuviera considerablemente por encima del promedio latinoamericano con un 30% de vinculación a estas asociaciones. La mínima vinculación impide que la mayoría de los recicladores puedan beneficiarse de medidas o programas gubernamentales dirigidos al sector.
Por otra parte, muchos recicladores no cuentan con sitios fijos para recoger el material reciclable. Esto se debe a la diferenciación, señalada en el reporte ”Recicladoras y recicladores de Bogotá, Colombia», entre recicladores de fuente fija y de calle, donde los primeros cuentan con una fuente fija de material reciclable, mientras que los segundos deambulan por las calles buscando el material y tienen menores niveles de venta. A la vez, la drogadicción es un problema común entre la población de recicladores.
Este problema se ve reflejado en la experiencia de Carlos Romero “Charlie”, quien se ha dedicado al reciclaje durante aproximadamente 19 años, y ha sido precisamente un reciclador informal que tuvo problemas de adicción al basuco. Respecto a la pandemia, señaló: “Con la pandemia todo se paró y se puso pesadísimo. Anteriormente se podía ganar bien con el reciclaje, pero la pandemia ha pegado bastante duro. Se ha vuelto un monopolio para ciertas personas con carros que pasan por los barrios y compran el reciclaje. Ellos abarcan más que los que trabajamos en la calle. Hoy en día el reciclaje no está dando ni para pagar una pieza”.
Por otra parte, respecto a las ayudas del Gobierno en la pandemia dijo: “En esta casa donde yo habito (barrio la Alameda, localidad Santafé en Bogotá) vivimos por lo menos 80 personas, la mayoría son venezolanos y las ayudas que hemos recibido han sido de particulares. En los seis meses de la pandemia no he sabido lo que es comer un grano de arroz de parte del Gobierno”.
Frente a los problemas estructurales de informalidad y drogadicción, comentó: “Nunca pude carnetizarme. La última vez que tuve un contacto con una Asociación de Recicladores fue hace cerca de dos años; me tomaron los datos y me dijeron que me visitarían para darme el carné, pero nunca vinieron. Desde que dejé la drogadicción, lo poquito que gano gracias a un trabajo que tengo hace dos meses es para una pieza y el alimento. Pero veo a compañeros que aún se dedican al reciclaje y consiguen muy poco y usualmente lo usan para el consumo de drogas. Para mí, por lo menos un 70% de los recicladores son consumidores de droga, mientras que el resto están en mejores condiciones y van a sitios específicos donde les entregan el reciclaje”.
Se puede concluir entonces que la pandemia del COVID-19 ha golpeado fuertemente a los recicladores, sumiéndolos en una situación crítica para poder sobrevivir. Sin embargo, la realidad de gran parte de la población recicladora en Colombia ya era crítica desde antes de la pandemia, por lo que aquello que los recicladores requieren, más allá de una vacuna, es que sus condiciones dejen de ser invisibilizadas y se tomen medidas realmente efectivas para la formalización, dignificación y atención a esta población.