Las protestas contra el regreso de la tauromaquia a Bogotá son válidas y valiosas, pero los taurófobos no solo han de comprender que no poseen la verdad revelada, sino que no está bien hacer justicia por cuenta propia.
Fuente: www.bogota.gov.co
Por: Guillermo García Parra
Twitter: @Aule999 @maleconomista
El 22 de enero, después de cinco años de ausencia, regresó la tauromaquia a Bogotá, y los taurófilos llenaron los tendidos de la Plaza de Toros la Santamaría para festejar el haber recuperado la libertad de ir a la Fiesta Brava y el derecho de gozar de la cultura taurina. Pero esta noticia no fue aplaudida por todos, y por eso una enorme multitud de taurófobos se congregó en los alrededores de la plaza para protestar contra el hecho de que en Bogotá se vuelva a realizar un espectáculo que, según aquellos que lo critican, constituye una barbarie en la que se tortura y maltrata innecesariamente a los animales.
Esas protestas son válidas y valiosas, pero desafortunadamente desembocaron en violencia. Al ingresar a la plaza, los taurófilos fueron insultados, golpeados, robados y apedreados. El ESMAD tuvo que intervenir para evitar que la situación se agravara. Seguramente, a ciertos taurófobos les indignó bastante ver cómo se realizaba de nuevo una actividad que para ellos es criminal, la que se había conseguido impedir en los últimos años, y ello los llevó a atacar a los taurófilos. A muchos taurófobos eso no les parece grave. En las redes sociales varios de ellos se han defendido usando el argumento de que los que violentos asesinos no son ellos sino los malvados toreros que matan toros de lidia, y también aquellos que pagan para ver cómo esas muertes suceden. Eso podría ser cierto, pero incluso en ese caso seguirían siendo injustificables los ataques contra los taurófilos.
Yo no soy un taurófilo, pero me parece totalmente censurable la forma en la que varios taurófobos están hablando y actuando. Las posiciones de los taurófobos son problemáticas y discutibles, y por esta razón sorprende que algunos de ellos procedan como cruzados a los que se les ha revelado la verdad absoluta. Además, aun cuando los taurófobos estuvieran en lo cierto, tampoco sería legítimo el que traten de hacer justicia por cuenta propia, recurriendo vilmente a las vías de hecho (cualquier parecido con los taxistas amarillos que persiguen a los Uber no es pura coincidencia). Lo que particularmente quisiera mostrar en este blogpost es que, si bien se mata toros en las corridas, no es una verdad indiscutible la conclusión de que eso está mal, aunque haya buenas razones para estar de acuerdo con ella. Entender esto es vital si se quiere proceder justa y civilizadamente frente al regreso de la tauromaquia a Bogotá.
Contra la protesta brava
Los taurófobos están hablando y actuando de una forma dogmática, fanática, altanera, agresiva e irracional que merece ser criticada. Muchos de ellos creen que es una incuestionable verdad revelada la idea de que el sacrificio ritual del toro en la plaza es inmoral y criminal (si un taurófilo les cuestiona esa idea es probable que reciba insultos, no argumentos). Consideran que es “justo” agredir a los “asesinos” que van a la plaza de toros para ver cómo un “verdugo” –el torero- “tortura” y “asesina”. Por eso se sienten orgullosos de agredir a los taurófilos o de aplaudir física o digitalmente esas agresiones.
Desafortunadamente, en lugar de discutir racionalmente si es justo o no matar toros en la Santamaría, o de protestar de formas no violentas, ciertos taurófobos que se creen infalibles como el Papa están recurriendo a los ataques irracionales, verbales y físicos en contra de los taurófilos. Acepto que no todos los taurófobos actúan así, pero los desmanes que ocurrieron el 22 de enero muestran que muchos de ellos están actuando tal como lo he descrito. Han organizado una protesta brava para combatir la Fiesta Brava.
No es correcto que los taurófobos actúen como fanáticos religiosos. Para empezar, simplemente no tienen la verdad revelada. Los argumentos que defienden los taurófobos para oponerse a los toros son diversos. Unos sostienen que todo tipo de violencia contra los animales es condenable. Otros sostienen que una cosa es matar un animal para que los seres humanos se lo coman, y otra muy diferente matarlo para gozar de la forma como este sufre. Y otros sostienen puntos de vista intermedios entre los dos argumentos anteriores.
Hay razones válidas para defender ambos argumentos. Los que condenan en general el sacrificio de animales sostienen que los animales son seres sintientes y que, por lo tanto, son sujetos de derechos similares a los que tenemos los seres humanos. Esos derechos impedirían, incluso, el que alguno mate un animal para comérselo. En cambio, los que condenan específicamente el sacrificio ritual del toro, en la plaza y ante una muchedumbre, también creen que los animales son seres sintientes, pero aceptan que los seres humanos los pueden sacrificar en ciertos casos y con arreglo a ciertos fines. En este caso no necesariamente se acepta que los animales sean sujetos de derechos, pero se condena el que se sacrifique caprichosa e innecesariamente al toro de lidia solo para que un grupo de personas goce.
Pero la única razón para oponerse a las corridas de toros no consiste en el carácter inmoral del sacrificio ritual del toro. Muchos taurófobos añaden que una corrida de toros hiere la sensibilidad humana frente al sufrimiento. Y otros, además, recuerdan que las corridas de toros son una tradición vieja propia de élites retrógradas, premodernas y medievales, la que no refleja los valores propios de una sociedad moderna y civilizada.
Las posturas anteriores pueden ser válidas y también altamente necesarias (los taurófobos plantean un debate que puede contribuir de varias maneras al desarrollo de sociedades pacíficas y civilizadas), pero, a pesar de ello, no son incuestionables, eternamente verdaderas. Los taurófilos podrían cuestionar estas posiciones perfectamente con argumentos tan válidos como los que ofrecen los taurófobos.
Cuando se ven increpados (y se los deja hablar), los taurófilos tienden a recordarles a los taurófobos que, frente a las acusaciones que les imputan, ellos valoran y protegen la vida de los animales. Algo de razón tienen, pues muchos de ellos pertenecen a grupos sociales que durante varias generaciones han desarrollado actividades agrícolas y ganaderas que garantizan el cuidado y la preservación de diversas especies animales. Esto puede indicar que, aunque parezca lo contrario, los taurófilos pueden reconocer que los toros de lidia son seres sintientes.
Igualmente, los taurófilos observan que en las corridas no se mata indiscriminadamente animales de cualquier especie, sino que se sacrifica ritualmente al toro de lidia, lo que hace parte de un espectáculo particular que está regido por un reglamento. Pero no lo hacen, según ellos, porque les guste gozar del sufrimiento del toro de lidia, sino del toreo, que para ellos no consiste en matar. Y sí, el toro muere, pero según ellos lo hace después de haber vivido como un rey, y tras un combate en el que muere noblemente. Claramente, los taurófilos interpretan la corrida como un espectáculo estético, mitológico y simbólico en el que se celebra la vida poniendo a combatir ritualmente a un toro con un hombre. Los taurófilos creen que un toro puede morir mejor en la plaza que siendo sacrificado en un matadero. “¿No es más noble que un toro muera para celebrar el carácter trágico de la vida que para alimentar a un ser humano?”, se preguntan muchos de ellos.
Esto quiere decir que, frente a la objeción de que el toro muere vil e inútilmente, solo para satisfacer el hambre de sangre de una muchedumbre bárbara, los taurófilos observarían que el toro de lidia muere mejor que en un matadero. Ese es un punto de vista tan válido como aquel que se le opone.
¿Quién está en lo cierto? ¿Los taurófilos o los taurófobos? Siendo sincero, no lo sé. Reconozco que los animales son seres sintientes, y que por eso uno no puede ir matando animales así como así. Sin embargo, no tengo muy claro qué es lo que eso implica. Si eso implica que los animales tienen derechos inalienables, entonces estaría mal matar animales de todas las especies y en casi todas las situaciones, tanto para comérnoslos como para “celebrar el carácter trágico de la vida”. La verdad es que estoy más de acuerdo con la idea de que son seres sintientes cuyo maltrato innecesario se debe evitar. Esto quiere decir que, aun cuando no me atreva a afirmar que los taurófobos tengan la razón, creo que pueden cuestionar con argumentos bastante fuertes las corridas de toros.
Ciertamente, lo que para los taurófilos es un espectáculo donde el toro de lidia es ennoblecido, para los taurófobos es una barbarie en la que se maltrata con excusas espurias a los animales. Yo no sé quién tiene la razón. Ambos puntos de vista pueden ser defendidos. Ambos puntos de vista me ponen a dudar. Es difícil decir cuál es el correcto ya que la argumentación depende de valoraciones discutibles, problemáticas. Solo quería confrontar ambos puntos de vista brevemente para mostrar que, aunque pueden criticar con buenos argumentos las corridas de toros, los taurófobos no pueden actuar como cruzados religiosos. El que las corridas de toros puedan ser moralmente discutibles no justifica la violencia física sino el debate civilizado acerca del sufrimiento animal.
Por lo demás, aún si se supone que es totalmente indiscutible que las corridas son inmorales y criminales, tampoco sería legítimo atacar a los taurófilos. Los ciudadanos no pueden hacer justicia por mano propia. Ello conduce a desproporciones en la aplicación de la ley, a muchas injusticias y a formas de venganza pre modernas y medievales. El que es juez y parte al mismo tiempo abusa de la ley en beneficio propio. En lugar de atacar a los taurófilos, los taurófobos deben fomentar el debate público acerca de la moralidad de las corridas de toros, acudir a las instancias legales con miras a que se prohíban las corridas de toros y sí, protestar, pero pacíficamente. Por fortuna, muchos taurófobos saben mejor que yo que la violencia no los beneficia a ellos sino a los taurófilos a los que hacen quedar como víctimas inocentes.
Lo que sucedió el 22 de enero en la Plaza de Toros la Santamaría es otra prueba de que, como en otras ciudades, en Bogotá todavía no se ha aprendido a resolver pacífica, civilizada y justamente los conflictos sociales. Algunas cosas que impiden hacerlo consisten en la desgraciada creencia de que se tiene la verdad absoluta, la dificultad de ponerse en el lugar del otro y la tendencia a hacer justicia por mano propia, sin recurrir a las instituciones democráticas.
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Bibliografía
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