El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Los Peores Médicos: Economistas y Abogados

Por: Fernando Cárdenas

Twitter: @FerCardenas @MalEconomista

 

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Hace poco uno de los más importantes diarios de circulación nacional le dedicó una página completa de su sección editorial dominical a un caso que tiene e muchos colombianos pensando. En resumen la situación va así: A un patólogo le llega una muestra de una paciente que tiene altas probabilidades de ser cáncer de seno, el patólogo, de acuerdo a múltiples factores, decide que la muestra sí es cáncer de seno; acto seguido el cirujano del caso hace la mastectomía, y en la biopsia resulta que no era cáncer de seno. Todo termina con una mujer sin una teta, un patólogo con 10 meses de cárcel, dos años sin licencia y 4.7 millones de pesos de multa, y un cirujano retirado del caso; esto porque una corte vallecaucana determinó que la experiencia y el proceso que siguió el patólogo no era óptimo y debió haber pedido un examen más.

En esta columna no quiero ahondar mucho en este caso particular, pero sí quiero, por medio de un pequeño análisis de incentivos, revisar lo “sapos” que hemos sido los abogados y economistas con la ciencia de la medicina. Llevamos décadas diciéndole a los médicos qué hacer, y francamente creo que ya es hora de volver a escuchar a algunos de los pocos colombianos que de verdad se han ganado el título de “doctor”.

Lo primero en lo que quiero recapacitar es en el problemón en que los economistas metimos a los médicos y a los pacientes, al alinear mal muchos de los factores que generan incentivos para los galenos y terminan metiéndolos en un sistema que prefiere cantidad a calidad. La verdad es que en la esencia de su labor los médicos tienen muchas oportunidades de riesgo moral, pero entre esos incentivos nunca estuvo acortar los tiempos de consulta hasta que les exigimos trabajar para el sistema general seguridad social en salud de Colombia (SGSSS). Hoy en día al médico de la EPS, a quien le tienen regulado absolutamente todo, le generan sus empleadores el incentivo perverso de atender a la mayor cantidad de pacientes posibles, y por lo tanto prestar poca atención a cada uno. La medicina es una profesión que necesita rentar, pero el pago por cantidad es el peor esquema que se le pudo haber ocurrido a los formuladores de políticas.

Hay también quienes abogan por el pago por calidad del servicio, pero esto representa dos problemas importantes. El primero es que esto asume que la calidad del servicio médico es calificable por no médicos, o es posible hacer una lista taxativa de enfermedades y procedimientos aptos. De ser así, ¿para qué se necesitarían médicos en primer lugar?. Y el segundo es que el pago por calidad necesariamente se puede ver afectado por el resultado. Suponga que usted va a un piqueteadero y pide unos huesitos de marrano. Usted ya está por atacar el plato y se da cuenta que están mal cocinados, sin mayor duda usted se mete de una vez a Yelp y le pone cero, o pone un mail para quejarse del servicio frente a Bogotá Eats. No importa si lo que sucedió fue un problema del horno (su cuerpo) y no del cocinero (el médico), usted califica el resultado y no el proceso.

-Otro problema aquí es que no se tiene en cuenta que hay médicos muy buenos que son unos desgraciados, pero bueno.-

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Entonces, si no es por cantidad ni calidad ¿cómo les pagamos? Mi idea sería dejar que la gente escoja a qué médico asiste (con unos parámetros establecidos). Así los que terminan con el mejor pago y la mejor base de pacientes son los que mejor se desempeñan en su labor… o los bioenergéticos que se aprovechan de los problemas de riesgo moral sin solución. El problema de que los médicos generen su propia demanda  sí es más complejo de resolver.

-Paréntesis para explicar el riesgo moral de los bioenergéticos-

Los bioenergéticos, omeópatas, naturalistas y demás; que a mi parecer tienen más de chamanes que de científicos, funcionan en un mercado en que el ‘pitch’ de ventas consiste en convencer a las personas de que tienen un problema. Este problema puede ser desde los chakras mal alineados hasta un espíritu poseedor, lo importante es que no hay forma de probar que no son reales. Un poco como los abogados que hábilmente cambian de lugar la carga probatoria, los ‘alternativos’  se inventan un mal para el cual ellos son los que tienen la solución. Piense, cuantas veces lo ha remitido un bioenergético a un otorrino o un internista… El médico puede generar la demanda en un mercado en el que él es la oferta, y estos personajes se aprovechan del efecto placebo para surfear esa ola de riesgo moral. Esto lleva a situaciones muy peligrosas como los que se creen su propio cuento y le recomiendan a las personas no vacunarse, una bestialidad por donde se mire.

-Cierro paréntesis-

Pasemos entonces a los embarradones de nuestros amigos los juristas. La primera metida de patas, y me van a odiar por esta, son la acción de tutela y la salud como derecho fundamental. Esta sí es fácil de entender. Imagínese (para que el ejemplo sea más amable y no me haga quedar como un desgraciado) que usted pone una tienda de empanadas; usted investiga y decide que va a vender cada empanada a $900, porque es lo que el mercado demanda. Luego, un día el rey del mundo dice que todo el mundo tiene derecho a empanadas, a la empanada que le antoje, y si no pueden comprar esa empanada el Estado se las dará. Además de esto solo van a poder funcionar las tres tiendas que ya están abiertas. Usted cobra lo que le dé la gana y le vale cinco si la gente puede pagarlo, porque al fin y al cabo el Estado se las va a comprar para dárselas a la gente.

Esto es lo que pasó con los precios de los medicamentos en Colombia. Está bien que si usted no puede comprar un tratamiento de quimioterapia el FOSYGA se lo pague, pero yo francamente estoy mamado de reembolsar Empresas Prestadoras de Salud con mis aportes porque a cualquier mamá hipocondriaca le dio porque su chino necesitaba un tratamiento homeopático. ¿Esto cómo se relaciona con los médicos? Pues por la maña inmunda de los abogados de asumir que una sentencia mágicamente se traduce en capacidad institucional para solucionar problemas. Como ahora todos piden cuanto medicamento hay, el sistema se demora en entregarlos, entrega los que no son, no los entrega si falta la fotocopia de la cédula o se olvida del paciente hasta que a este le toca pasar tutela para no morirse (entre más caro el tratamiento más complejo el trámite… y le subimos el precio artificialmente a todos a punta de tutelas…) dejamos a los médicos sin insumos para trabajar.

El último problema, y a mi juicio el más peligroso para la profesión, es el de los jueces que se creen mejores médicos de los médicos, y terminan sentando precedentes imposibles. ¿Se acuerda de la vez que dijeron que no podía haber infecciones en los hospitales, y crearon el incentivo para no recibir personas con enfermedades infecciosas? ¿Vio que a la Corte le dio porque el médico debe ser responsable de todo el proceso post-operatorio del paciente así haya un consentimiento informado (desde que el médico le dé de alta hasta que se muera de viejito) creando contra-incentivos para operar? ¿Vio que ahora en Argentina el médico es responsable del resultado y no solo del procedimiento?

No quiero volver al caso del patólogo, en parte porque mi intención no es trivializar el drama de una mujer que terminó mutilada, ni re-victimizarla; pero uno no se explica por qué una corte encuentra un único responsable en un proceso que tuvo al menos siete errores de personas y entidades diferentes. Son estas las decisiones que crean el incentivo más peligroso: el de no hacer nada. Hablando con un otorrino él me contó que esa es una de las razones por las que ya nadie opera amígdalas; porque ahora todos tienen miedo de que algo quede en el porcentaje de complicaciones naturales y les metan una demanda por mal praxis, aunque el paciente no pueda casi respirar por el tamaño de la garganta. Además, ya saben que cuando los demanden el argumento que llegará a la corte va a ser ‘cinco otorrinos me habían dicho que no lo operaban, y el que lo operó no hizo caso y la embarró, eso significa que era un irresponsable, no como los otros cuatro’. Esto aunque la verdad sea que la operación tenía que hacerse, pero ninguno de los otros cuatro quería el riesgo de la demanda que se ganó el quinto.

DISCLAIMER: Yo crecí en una casa en que mis papás eran profesionales de la salud. Uno de los dos, además, es científico en investigador. De ahí sale parte importante de mi motivación para escribir este texto.

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