El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Los pandemials y sus madres no estuvieron solos durante la cuarentena

A pesar de no ser reconocidas como personal de la salud en Colombia, las doulas se las ingeniaron para poder seguir siendo el soporte físico y emocional de madres gestantes y bebés recién nacidos mediante acompañamientos virtuales y menos contacto físico. Gracias a esto las doulas subsistieron los meses de cuarentena y ahora tienen un abanico más amplio de servicios que diversifica sus ingresos.

Foto tomada de pixabay.com

La palabra doula proviene del griego y significa “esclava o sirvienta de otra mujer”. No obstante, desde la década de 1950 al término se le retiró la connotación de esclava y se utiliza para hacer referencia a mujeres que reciben un entrenamiento especial para ofrecer apoyo físico y emocional durante los procesos de gestación, trabajo de parto y puerperio. Esto quiere decir que la doula es un servicio complementario más no sustituto al de un obstetra o una partera, puesto que ellas ofrecen herramientas e información a la mujer y la familia durante todo el proceso para mejorar su bienestar más no realizan ningún tipo de intervención médica. Sin embargo, es un trabajo de alto contacto físico y, por definición, de acompañamiento. Esto hace pertinente preguntarse ¿Cómo subsistieron estas profesionales durante la cuarentena, cuando no podían atender presencialmente a sus clientas ni entrar a hospitales?

En países como Colombia, esta no es una profesión regulada ni las doulas son consideradas como miembros del personal de la salud, no obstante, es una práctica avalada por la Organización Mundial de la Salud y sí cuentan con regulación profesional en países como Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Esto implica que, a pesar de la gran evidencia científica detrás de los beneficios de contar con una doula durante el trabajo de parto, en Colombia estas no hacen parte de la planta de un hospital ni están incluidas en las coberturas del Sistema General de Seguridad Social en Salud. En consecuencia, la única manera en la que las doulas ejercen su labor es de forma independiente y solo se puede acceder a sus servicios mediante contratación privada.

A pesar de que no ha sido fácil para las doulas entrar a trabajar en un escenario altamente medicalizado como lo es el trabajo y la labor de parto, cada vez más médicos y futuros padres entienden el valor de contar con esta compañía. El beneficio que tiene tener una doula se basa en su capital humano, es decir, el conocimiento y la experticia que tienen estas mujeres que hace que mejore la eficiencia y la seguridad durante los partos.

De hecho, estudios científicos aseguran que el contar con una doula durante el trabajo de parto está asociado con una reducción de 50% en el número de cesáreas, 40% en el uso de fórceps, 60% en el uso de epidural y que, incluso, se asocia con una disminución del 25% del trabajo de parto. A pesar de estos beneficios, en muchos países del mundo aún no se les considera necesarias e, incluso, se desconfía de su labor y eficacia.

“Me compré un uniforme de enfermera. Y cuando iba camino a un parto, y me paraba la policía, decía que era partera porque las doulas no hacemos parte del personal de la salud. Entonces, yo como tal no tenía permiso”, cuenta una de las doulas entrevistadas, radicada en la ciudad de Medellín.

Por su parte, Susana Ramírez es doula hace 10 años y dice que “la pandemia fue un tema de preocupación para las familias, había muchos bebés a punto de nacer y no había certeza de si permitirían el acceso mío o de la pareja a la sala de parto. Gracias a que tengo un vínculo fuerte con el ginecobstetra con el que trabajo, me permitían entregar a las mamás en urgencias mientras esperaba afuera, incluso, en algunos casos me permitieron entrar”.

Sin embargo, otros casos como el de Diana de la Montaña fue muy distinto, pues una de sus clientes entró en labor de parto la primera semana de cuarentena y solo le fue posible acompañarla por videollamada.

Ante la incertidumbre, muchas doulas sufrieron económicamente pues sus clientes desistían de sus servicios por miedo al contagio, pero con el paso del tiempo se fueron ingeniando maneras de poder seguir acompañando así fuera en la distancia. Eliza Dussan explica que “en los primeros meses de cuarentena estuve bastante afectada, tuve menos acompañamientos y los que hacía los hacía más económicos pues no podía ir a la clínica con las familias”.

Si bien algunas doulas siguieron acompañando a sus clientas de forma presencial a como diera lugar, muchas otras optaron por realizar acompañamientos y preparaciones virtuales, así como hacer un mejor uso de las redes sociales para promocionar su trabajo.

Susana Ramírez dice que aprendió mucho durante la virtualidad, por ejemplo, ahora la primera cita con sus clientes es siempre virtual para ahorrar horas de desplazamiento o poder realizar citas más tarde en la noche. Explica que “desde que retomamos la normalidad y con los aprendizajes de la virtualidad tengo un mejor flujo de ingresos, pues me ahorro mucho en transporte y los cursos que antes realizaba con una sola pareja ahora puedo incluir 10 en una sola sesión virtual”.

Para ponerlo en números, las doulas entrevistadas reportaron que sus ingresos mensuales antes de la pandemia oscilaban entre los 7,000,000 y 8,000,000. Entre sus planes de acompañamiento, los más costosos son los acompañamientos completos, es decir, lo que incluyen asesoría durante todo el embarazo, parto y puerperio, el cual tiene un costo de entre 1,500,000 y 2,500,000. Adicionalmente, realizaban sesiones dos o tres veces a la semana donde prestaban otros servicios como asesorías personalizadas o yoga prenatal que tenían un valor de aproximadamente 250.000 pesos la sesión.

Entonces, la gran pregunta es ¿Qué cambio durante la pandemia?: Daniela Marmolejo, una doula en Medellín, dice que “trabajo nunca faltó. Al contrario, hubo un baby boom y tenía solicitudes de hasta seis acompañamientos completos al mes. No obstante, debido a que muchos se realizaban de forma virtual, era necesario bajarles el precio de forma que mis ingresos no disminuyeron ni aumentaron, más bien, se mantuvieron”.

Por otra parte, Susana Ramírez dice que sus clientes aumentaron en un 30% gracias a la mayor oferta de cursos, promoción en redes sociales y disminución en los precios. En cuanto a sus ingresos, gracias a que incluye más personas en una sola sesión o puede tener más sesiones a lo largo de día, Susana reporta un aumento del 20%.

En conclusión, es evidente que a pesar de tener dificultades durante las restricciones entre marzo y septiembre del 2020 debido a la pandemia, las doulas salieron más fuertes de la adversidad. Sin apoyo del Gobierno y sin reconocimiento a su trabajo, estas mujeres se encargaron de que sus clientas no se sintieran solas en ningún momento durante un periodo tan vulnerable e incierto como lo es el embarazo y más aún durante una pandemia. Hoy, poco a poco han ido retornando a sus labores presenciales y la virtualidad les permite compartir más ampliamente sus conocimientos al tiempo que aumentan su oferta y protegen sus ingresos.

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