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Publicado el El Mal Economista (EME)

Los medios de comunicación ¿El cuarto poder?

La radio, la prensa y la televisión han acumulado una capacidad de influencia sin precedentes en las democracias modernas y, en muchos casos, ante el amparo de la libertad de expresión actúan desaforados.

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Por: Juan Manuel Monroy

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Se dice que fue Burke, en la víspera de la revolución francesa, el primero en rotular bajo un tinte premonitorio y rimbombante a los medios de comunicación, Quatrième pouvoir, se diría en francés. Y en verdad, no se equivocó.

Sacar a la luz el agobiante caso de Yuliana Samboní y de su victimario ha hecho que en cualquier lugar este sea un tema de conversación obligatorio ¿En qué otros temas hemos ahondado con tal pasión sin que sean los medios de comunicación los que los impulsen?  La radio, la prensa y la televisión han acumulado una capacidad de influencia sin precedentes en las democracias modernas y, en muchos casos, ante el amparo de la libertad de expresión actúan desaforados, sin quien los controle y ejerciendo un poder inusitado que actúa a la par del poder ejecutivo, el judicial y el legislativo mediante su vocación para disuadir ¿Y esto es malo? No, no lo creo, realmente la respuesta más sensata es ‘depende’.

Sin embargo, últimamente hemos visto cómo los medios de comunicación han perdido capacidad de influencia por lo menos en los procesos electorales. Los casos más importantes que han estremecido al mundo son el Brexit, la elección norteamericana que dio ganador a Trump y el plebiscito colombiano, en donde la prensa tomó partido y salió perdedora. Pero en verdad existen ventajas y desventajas en torno al impacto de este poder en la sociedad. Antes de hacer una somera mención sobre algunos hallazgos en esta área, es importante advertir sobre los posibles riesgos de la identificación en ciencias sociales pues correlación no implica causalidad y, en general, existe un riesgo latente hacia la trivialización de las ciencias.

Para hablar del lado bueno de los medios, estos pueden ejercer un mecanismo de presión sustancial para mejorar las necesidades de la población. Besley y Burgess enseñan con datos de la India que los gobiernos estatales son más responsables a las caídas en producción de alimentos e inundaciones vía gasto público y atención a calamidades justo en donde la circulación de los diarios es alta y se tiene una población electoral importante. Esto pone en evidencia que las preferencias de los ciudadanos se ven reflejadas en las políticas públicas, en buena medida, gracias a la presencia de periódicos. Este tipo de aportes son sustanciales a la hora de entender las dinámicas entre medios de comunicación y políticos, pues existe un posible efecto positivo en la medida en que los medios incentiven a que los políticos actúen en beneficio de la población que los eligió.

Pero no todo es color de rosa, la fantástica neutralidad de los medios no es tal. Con base en la construcción de un índice del sesgo de los medios en Estado Unidos siguiendo las palabras más comunes que usan tanto demócratas como republicanos, Gentzkow y Shapiro encontraron que los lectores tienden a seguir las noticias que a ellos más les gusta, y si bien la identidad del dueño del periódico no explica en gran medida el sesgo de los medios, su inclinación política sí se manifiesta fuertemente en las publicaciones. El sesgo de los medios se refuerza con el hallazgo de Prat y Stromberg quienes observaron que los diarios estadounidenses con afiliación política demócrata tienden a publicar noticias económicas sobre fenómenos no tan favorables (como la alta inflación o el desempleo) justamente cuando quien gobierna es un republicano.

Por su parte, Darío Restrepo, en una columna para El Tiempo ya del siglo pasado, niega que sea la prensa el cuarto poder, sostiene que más bien está al servicio al poder de la población, sin embargo, el hecho de ser un poder público significar que puede cambiar el rumbo de determinadas políticas públicas e incluso influir sobre los mismos hechos nacionales. Uno podría anticipar que los medios tienen tanto incentivos como capacidad de efectuar cambios sociales, tan es así que McDonald y Lenz muestran cómo en el Reino Unido la prensa fue determinante en el triunfo del laborista Tony Blair para las elecciones de 1997.

Ahora, si bien los medios podrían influenciar a la población, es posible prever su vulnerabilidad al ser capturados por políticos, como se evidenció en Brasil, en donde la asignación de licencias de radio comunitaria atadas a un político en particular incrementa en un 17% sus votos así como la probabilidad de ganar una elección en un 28%.

Son varias las preguntas y conjeturas que uno podría formular en cuanto a los medios de comunicación y su papel en las instituciones de un país pues presentan efectos tan buenos como malos. ¿Y quién los controla, quién los regula? No parece claro. Es por lo anterior que se podría ver con buenos ojos el afán de la izquierda latinoamericana por establecer reglas de juego para los medios sino se tratara de que quienes hacen los controles y las críticas son políticos, y estos tienen fuertes incentivos a capturar y a reprimir medios porque entienden como nadie en la sociedad el significado y la relevancia de su poder como ningún otro actor social.

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