El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

La verdadera riqueza de las naciones

No olvidemos que la verdadera riqueza de las naciones son sus pueblos. ¡O todos, o ninguno! Debería ser el requerimiento fundamental de desarrollo y progreso de todos nosotros como ciudadanos hacia nosotros mismos, pero también hacia nuestros líderes políticos, económicos, sociales y culturales.

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Por: Pedro Hernández

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En esta entrada quiero referirme al reciente Informe de Desarrollo Humano (2016) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), titulado: “Desarrollo humano para todos”. Debe recordarse que el primero de estos reportes, publicado en 1990, llamaba la atención sobre algo fundamental, simple, básico, pero generalmente olvidado: “las personas, los pueblos, son la verdadera riqueza de las naciones”.

Parece obvio, pero esta noción del desarrollo es bastante joven. Precisamente, pensar en desarrollo humano significa pensar el bienestar a partir de la ampliación de las posibilidades y capacidades de las personas para vivir una vida valiosa, una vida que ellos valoren. Por supuesto, detrás de esta consideración teórica y práctica están pensadores como Amartya Sen, un economista indio que aún vive entre nosotros, y Mahbub ul Haq, economista pakistaní y creador del índice de desarrollo humano, usado desde 1900 por las Naciones Unidas.

Esta noción de desarrollo la considero importante y relevante porque nos pone a todos los seres humanos como centros del desarrollo y al mismo tiempo como sus directores y como sus beneficiarios. De igual manera, como lo mencioné en un artículo que escribí en el pasado llamado “¿El PIB ya no sirve?” el progreso no se puede medir sólo a partir del producto interno bruto y requiere por tanto mediciones que den una imagen más balanceada de la situación de los pueblos del mundo en términos de ingreso, educación y salud.

El Informe advierte que en la búsqueda del progreso de las naciones no se debe dejar en el olvido a sus pueblos. De hecho, en los últimos 25 años se han alcanzado progresos sin precedente como la reducción dramática de la pobreza monetaria, sin embargo, en Colombia y en el mundo, este progreso ha sido desigual: inequidades sociales y económicas que persisten y en muchos casos que han empeorado. De hecho, Colombia es reconocida por tener una de las mayores desigualdades de ingreso y de tierras en el mundo (ver: “Desigualdad extrema en el mundo y en Colombia”).

Es un hecho que en cualquier lugar del planeta existen individuos que han afrontado barreras que les han impedido participar de la vida política, económica y social de sus comunidades. ¡Han sido excluidos, dejados atrás! De ahí que el desarrollo inclusivo sea un imperativo, como lo han señalado las Naciones Unidas en su Informe de la Situación Social Mundial 2016. Un proceso de desarrollo compartido donde la inclusión no sólo es adecuada y necesaria, sino también un componente esencial de la agenda de Desarrollo Sostenible de 2030 si se pretende construir los fundamentos de sociedades justas, pacíficas, tolerantes y felices.

Entonces, ¿qué es lo que afirma el Informe del PNUD?

  1. Los promedios enmascaran las desigualdades. Todos los indicadores de progreso de las naciones deben ser revisados a profundidad y no deben ser tomados a la ligera. Ocultar problemas usando promedios es inmoral, antiético y completamente malvado.
  2. Existen grupos de población más desaventajados que otros. Por tanto, políticas públicas focalizadas y de acción afirmativa son menester.
  3. Mejores prácticas en el manejo y análisis de los datos son fundamentales. Los datos desagregados toman relevancia para los sistemas nacionales de estadísticas con enfoques enriquecidos por reflexiones cuantitativas como cualitativas.

Son esos grupos poblacionales desaventajados los que requieren el mayor esfuerzo y recursos de los Estados y sus sociedades. Este es por tanto un mensaje fundamental también para una Colombia que pretende construir una economía para la paz. Amplias zonas del territorio colombiano adolecen de la ausencia de institucionalidad inclusiva que han profundizado una desigualdad vergonzosa. Por este motivo, contrarrestar el problema de forma integral requiere los siguientes frentes de acción:

  1. Desde el lado económico, es necesario promover instituciones inclusivas en el campo y la ciudad, empoderar a pequeños productores y trabajadores, asegurar esquemas de propiedad de la tierra equitativos, propiciar nuevas formas de acción colectiva, y fortalecer la capacidad estatal para asegurar presupuestos participativos llevarán a instituciones económicas más inclusivas y equitativas.
  1. Desde el lado político, asegurar que todos los ciudadanos estén registrados e identificados legalmente, promover mayor involucramiento de la sociedad civil en las decisiones públicas, apoyar a asociaciones locales, así como la creación de movimientos sociales no debería causar temor en ningún nivel de gobierno y en cambio propiciaría instituciones políticas más transparentes e inclusivas.
  1. Desde el lado social y cultural, debe asegurarse que no existan leyes o tratamientos jurídicos discriminatorios en contra de cualquier grupo poblacional, asimismo procurar que las normas anti-discriminación se hagan cumplir efectivamente, promover desde los distintos niveles de liderazgo público y privado la tolerancia y el rechazo a actitudes y comportamientos prejuiciosos y excluyentes. Todos éstos, mecanismos para crear instituciones sociales inclusivas.

¿Estamos comprometidos con los anteriores puntos? Al final, el llamado del Informe del PNUD va mucho más allá de llamar la atención sobre mejores indicadores y datos sobre las personas, propende por el desarrollo de quienes han permanecido estructuralmente en la periferia, quienes quizás no aporten muchos votos, pero tienen derecho a poder vivir su vida en su máximo potencial. ¿Nuestros líderes políticos, económicos, sociales y culturales están comprometidos con ello? Se necesita que todos estemos implicados con que ningún individuo se quede atrás. ¡O todos, o ninguno! Un requerimiento fundamental que debería caracterizar el debate de las próximas elecciones presidenciales y legislativas en Colombia. Centrémonos pues en la verdadera riqueza de nuestro país, su gente.


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