Por: Fernando Cárdenas
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Todos alguna vez hemos pasado por este trauma, por la desgraciada prestación de servicios que implica que tenemos trabajo, pero no sabemos hasta cuándo. Hoy vengo a hacer mi manifiesto y a decir no más, no es posible que en el país sigamos acolitando la explotación del recién graduado, el obrero, la secretaria, el contratista del estado y todo el que no es suficientemente chévere para que le hagan un contrato laboral.

El que haya leído mis columnas sabrá que yo no soy un acérrimo defensor de los derechos de los trabajadores. No es porque no los crea importantes, es más porque me niego a meterme en el mismo costal con la izquierda o el sindicalismo colombiano, a quienes no les creo ni papa; pero hoy me va a tocar. Hoy quiero manifestar mi absoluta inconformidad con una práctica que se volvió tan común en el país que ya nadie se molesta en reclamar, que quedó olvidada por el Estado y por el ministerio, y a la cual nadie le pone atención: la prostitución de lo que es un contrato de prestación de servicios.
Vamos primero a lo técnico: ¿Qué se supone que es un contrato de prestación de servicios? Según elempleo.com “El contrato de prestación de servicios es de carácter civil y no laboral, por lo tanto no está sujeto a la legislación de trabajo y no es considerado un contrato con vínculo laboral al no haber relación directa entre empleador y trabajador, por ello, no cuenta con período de prueba y no genera para el contratante la obligación de pagar prestaciones sociales.” Esto, además, implica que usted se vincula únicamente para eso, para prestar un servicio, pero no tiene que hacerlo en los términos que disponga su contratante, o este contrato se convertiría, de facto, en un contrato laboral. De acuerdo con el primer numeral del artículo 23 del Código Sustantivo del Trabajo, si su contrato estipula la actividad que usted realiza, subordinación (horas a trabajar, órdenes constantes, reglas, códigos de vestido, etc…) y un salario como retribución de su servicio; pues lo que usted tiene es un contrato laboral así le hayan dicho que eso era prestación de servicios.
En el papel esto se ve muy lindo, pero todos hemos estado absolutamente clavados con un contrato de esos y a la hora del té nadie ha ido a decirle al honorable ministro Don Luchito que a todos nos subordinan con esa vaina, no nos pagan lo de la EPS ni las pensiones, y nos dicen que “de malas porque eso no es un contrato laboral”.
La verdad es que los demandantes de trabajo en Colombia tienen un miedo al compromiso brutal. Son como esa niña que uno creía era el amor de su vida pero un día salió con que solo quería ser una de esas amigas que podía abusar de nuestro cuerpecito; claro, uno como un pendejo le dijo que sí, y mientras la esperaba un viernes por la noche mirando al techo, ella iba y se entrompaba con otro al que si le pagaba prestaciones y servicios. La prestación de servicios es la versión laboral de un friendzone en el que abusan y abusan, y uno, como una pelota uno se queda porque “lo importante es que hay trabajo”. Un tip para su vida como empleador o novio: si usted le tiene miedo al compromiso, pues haga como yo, diga que le tiene miedo al compromiso y ya, de pronto alguna se lo aguanta y lo ajuicia pero con las cosas claras desde el principio.
Yo todavía me acuerdo de mi contrato. Amaba el trabajo que hacía, y aunque mi salario no era el que se esperaría para un recién graduado de economía (de hecho era como un tercio) no me importaba porque trabajaba donde me gustaba y aprendía mucho. Mi empleador, además, me daba esperanza. Ya dos personas habían entrado como yo y ahora tenían sus contratos laborales en su escritorio, podían ahorrar en el fondo de empleados, pagar solo la mitad de lo de la EPS y hacer sus aportes sin tener que pasar la “planilla”. A mí, sin embargo, me tocaba hacer todos los meses un cuadrito en Excel para calcular cuánto era lo que tenía que pasar en la planilla para que me pagaran lo que realmente me tenían que pagar, y hacerle chancuco al FOSYGA para que mi mamá me pudiera seguir amparando con su prepagada.
La cosa funcionó hasta que un día me llamaron de recursos humanos a decirme que para pasar cuenta de cobro tenía que pasar también la planilla de la EPS. Yo entré en pánico y me tocó amenazar con renunciar para que me solucionaran algo. Le dije a mi jefe (que a su crédito, debo decir, estaba tan preocupado como yo por la situación) que si me tocaba pagar lo de la EPS iba a quedar en rojo todos los meses, y que simplemente no podía darme el lujo de salirme de la prepagada de mi mamá; él logró llamar y arreglar todo, y al final no me pidieron más la dichosa planilla. Yo inmediatamente empecé a buscar otro trabajo, lo encontré y aquí estoy, pero no me voy a olvidar nunca del drama que me tocó al otro lado.
Lo más triste del cuento es que en la búsqueda de trabajo, y en muchas entrevistas a las que fui, me ofrecían también contratos de prestación de servicios, y a todos les dije que no por eso. Si alguien me ofrece un contrato de esos y me deja trabajar por proyectos, para así poder dedicarle más tiempo a mi tesis de maestría, yo hasta lo tomaría, pero si me van a ofrecer un contrato laboral disfrazado en el que yo por debajo de cuerda tenga que aceptar que me roben la plata de mi salud, pues no lo voy a hacer.
Ahora, también hay que ver por qué sucede esto. Hablando con una amiga emprendedora, de esas que uno sabe que le va a ir bien porque habla de su empresa como yo hablo del glorioso campeón continental, Independiente Santa Fe, ella me dijo “pero, empezar una empresa en este país ya de entrada es difícil, ahora imagínate si uno empieza una empresa y solo contrata por medio de contratos laborales…”; y tiene razón. El problema no es solo que algunas empresas se salten la norma, el problema es que a muchas empresas, especialmente las PYMES, les toca saltarse la norma. Un contrato laboral de una persona que se gana un salario mínimo mensual le cuesta a una empresa más de 12 millones de pesos al año, siendo que uno de prestación de servicios les cuesta poco más de 8; si el costo de crear empresa y mantener una nómina legal es este, el Código Sustantivo del Trabajo se encarga de que alinear los incentivos perversamente para que las empresas nuevas opten por contratar de forma irregular.
Uno pensaría que un tema de estos, en el que miles, si no son millones, de colombianos son forzados a trabajar en la informalidad mientras se les roba plata que por derecho y ley les corresponde, el Estado estaría atento, pero no. Varias de las entrevistas que he tenido en mi vida han sido con entidades estatales o públicas, y nunca, ni una sola vez, me han ofrecido un contrato laboral. El Estado es el primero que se salta la regla para no tener que contratar por concurso y de acuerdo a la ley, o para poder cambiar nómina cada vez que entra otro gobernante al poder, o para poder contratar rápido y clavar al que viene (atención doctor Petro), o para no afectar tanto el presupuesto, o para inflar las cifras de empleo con trabajos de mala calidad. La verdad es que el Estado vive tumbando a incontables contratistas que prestan su trabajo dedicado y completo, pero que según Colombia y sus líderes no merecen tener las prestaciones y servicios que la ley dispone. Esto pasa otra vez por las garras de la dichosa legislación colombiana. Según la ley nacional el Estado debe justificar su nómina a principio de año, y como a veces (siempre) hay que contratar gente en los otros 364 días, entonces toca contratarlos de forma irregular…
Y así quiero terminar mi manifiesto, con un llamado a la acción. No me importa si usted es un sindicalista, un uribista, un conservador, liberal, verde, izquierdista, nazi, comunista, socialdemócrata, neoliberal, animalista, cienciólogo o hippie; lo quiero invitar a usted, que está mamado de su tal contrato de prestación de servicios, a que ponga el grito en el cielo y le mande un mensajito al Ministerio del Trabajo. Si lo echan pues yo le ayudo a alegar, pero no podemos dejar que nos sigan tumbando por derecha ni que se sigan pasando la ley por la galleta. Las leyes son para todos y todos las tienen que cumplir, inclusive Estado.
———-Una nota aparte———–
Colombia es una democracia tan real que ya todos sabemos quién va a ser presidente en 2018 porque le dieron 100.000 casas para comprar votos. Espere la expansión en mi próxima entrada.