El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

¡La culpa no es del oso, es del dueño de la vaca!

El oso de anteojos es acusado de invadir terrenos, dañar cultivos y atacar animales domésticos. Ahora es cazado, con la disculpa de que está acabando con todo lo que ha creado el hombre en las altas montañas colombianas: cultivos agrícolas y ganadería. ¡Pero la culpa no es del oso! Es del dueño de la vaca que invadió los páramos.

oso

Por: Oscar Andrés Martínez 

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El hogar del oso son los páramos, los cuales son las fábricas de agua, el hogar de cientos de plantas únicas en el mundo y de varias clases de animales, donde uno de sus mayores representantes es, precisamente, el oso de anteojos, que se encuentra en peligro de extinción, sólo por hacer lo que mejor sabe, andar y trasegar por el páramo.

Con la invasión de los páramos hecha por el hombre a través de la ampliación de la frontera agrícola, la minería y la deforestación, se está contribuyendo a que el páramo pierda terreno, se contaminen los nacimientos de agua que luego se transformaran en ríos y, algo muy importante, que se deje sin hogar al oso de anteojos.

La importancia del oso en los páramos radica en que este animal tiene la responsabilidad natural de ser un reforestador del territorio alto andino, porque él dispersa semillas de plantas a lo largo del territorio en el que camina y estas semillas se conviertan más adelante en el fruto del que él se alimenta. También, actúa como polinizador porque con su pelaje lleva de un lado al otro el polen de plantas típicas de la montaña, lo que finalmente genera el crecimiento del bosque y que se afiance la estructura ecológica del páramo.

Las acciones del hombre contra del oso como son atacarlo y cazarlo, pueden generar graves y delicadas implicaciones en la economía a largo plazo, debido a que, si el oso desaparece de los páramos, esto causaría la degradación del ecosistema, el cual dejaría de suministrar el agua con la que se abastecen los acueductos del país y por ende que no tengamos agua cuando abramos la llave y lo peor que las tarifas tengan tendencia al alza, lo cual repercutiría al bolsillo de todos.

Ahora bien, si aplicamos algo de economía ambiental al problema del hombre contra el oso, se podría llegar a afirmar que el valor económico para la sociedad de este animal es mucho mayor que el de un cultivo agrícola, una mina o el de una vaca, porque su función ecosistémica y aporte a la conservación del páramo, valen más que desarrollar esas actividades económicas en esos territorios.

Celebrar el día del oso de anteojos cada 21 de febrero no es suficiente, debe actuarse con mayor rapidez por parte de las entidades ambientales en medidas para salvaguardar a este guardián del agua y darle la importancia que se merece. La delimitación de los páramos y los esquemas de pagos por servicios ambientales también deben enfocarse en incentivar la protección de esta especie.

Pero, a pesar de todo este conflicto en contra del oso, aún hay cosas buenas: el pasado 7 de abril, en inmediaciones del Parque Nacional Natural Chingaza y la reserva Biológica del Encenillo, fue visto un oso joven, la presencia de este oso joven permite afirmar que los proyectos de conservación de los páramos sí dan resultado, esto es evidencia importante para concluir que el ecosistema del páramo está en buenas condiciones gracias a este tipo de proyectos.

Se debe proteger al oso de anteojos porque cumple el papel de guardián de los páramos; estos animales llegaron antes que los humanos y desde tiempos inmemoriales a esas zonas del país y, lo mejor, las ayudaron a ser lo que son: las fábricas de agua del planeta. Se puede evidenciar que quien está invadiendo y destruyendo estos importantes ecosistemas es el hombre, con su afán de crear ingresos y con su desaforado consumismo. De no salvaguardar al oso de anteojos corremos un riesgo importante como especie humana, en la medida en que nuestra supervivencia está en juego por falta de agua y que, aún teniendo los millones de pesos o dólares de las regalías y demás, no tengamos cómo abastecernos del preciado líquido debido a que acabamos con el oso y de paso con el páramo.


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