El Mal Economista

Publicado el EME

La colonización de América

Por: Natalia Jiménez Ramírez

 

Pienso que no hay nada más emocionante que descubrir; descubrir verdades que han estado siempre a medias o escuchar historias nunca antes imaginadas, creerse por hora y media teorías de lo que es el mundo o pretender creer lo que muchos creyeron que éste era o sería. A veces pienso que la Historia es por esto una de las formas más humanas de concebir el mundo y entender lo que somos; creo que es una forma de hacer habitable los vacíos que atormentan nuestra realidad y llenar otros con la ilusión de poder crearnos una mejor.

 

La colonización de América me resulta inquietante por estas semanas pues no es tan sencilla como nos la contaron en el colegio sino compleja, dolorosa, confusa y llena de muchas voces. Me pregunto, ¿Cómo se habrá sentido ser el capitán de un barco y pensar que a la mañana siguiente zarparía hacia “Tierra firme”? ¿Qué se habrá sentido elevar las velas de una embarcación con las esperanzas puestas en el nuevo mundo, andar en un bergantín arrastrado por la ‘nao’ y alejarse de la playa mirando hacia el horizonte? Y pienso si tal vez ese es, hoy, el mismo sentimiento de un inmigrante colombiano que parte a Estados Unidos, Venezuela o España…

 

Uno de los inmigrantes más aventureros en la Historia de la Conquista del territorio colombiano y que parece haber vivido la aventura de América intensamente es Vasco Núñez de Balboa, “El adelantado del mar del Sur”. Al parecer, le gustaba navegar acodado en la borda de los buques o como polizón: fue como polizón (escondido entre una vela doblada de una de las  naves del bachiller Enciso- lugarteniente del conquistador Alonso de Ojeda) que abandonó su pasado en la isla “La Española”, pues una vez pisó ese territorio nunca volvió a España. Dejó deudas y prestamistas furiosos en la isla (nada alejado de la realidad de un inmigrante colombiano), pero, eso sí, no dejó a su perro ‘Leoncico’, que hasta tenía mejor ascendencia que Balboa; el perro era nada más ni nada menos que fiel descendiente de ‘Becerrillo’ un famoso perro que sabía atacar, buscar y traer vivos o muertos a los indios fugitivos o desobedientes.

 

Si bien su perro valía oro, por este loco criador de cerdos nadie daba un peso. Tiempo después se convertiría astutamente en el gobernador del Darién y se caracterizaría por su ‘particular’ forma de gobernar… Digo particular forma de gobernar porque, aunque no todas las etapas de la conquista fueron violentas como se cuenta, dado que existieron fases de intercambio guiado por la simple curiosidad y la ingenuidad de ambas partes, existieron algunas que sí lo fueron. Tan violentas que se habla de la desaparición de hasta el 90% de la población indígena que habitaba el territorio colombiano o de monstruos asesinos como Pedrarias y Nicosa que ahorcaban, quemaban vivos y torturaban de formas inimaginables a los indios.

 

Balboa se convirtió en una leyenda blanca: este hombre, blanco, a diferencia de muchos de otros españoles, ayudó al cacique indígena de una población cercana a Santa María la Antigua del Darién en la batalla contra otra comunidad indígena y se enamoró de la hija que el cacique le otorgó en contraprestación de sus servicios de apoyo militar.

Balboa fue algo así como el ‘latin lover’ de la época, un recién llegado de tierras lejanas que ataría su corazón al de una india.

 

Lo que la india nunca imaginó fue que todo era parte de un plan económico y de la mentalidad de Conquistador de Balboa. Todo su vínculo con ella era parte del ‘networking’ que Balboa debía realizar en la zona con tal de subsistir y seguir enviando remesas a España: La india y su padre, el cacique ‘Careta’, fueron la llave hacia ilusiones tan grandes como el Dabaibe (‘El Dorado’ de la época) e, incluso, del ‘Mar del Sur’, pero aún mas importante para su subsistencia, Balboa habría logrado unificar a las tribus de la zona con los españoles.

 

Aunque la historia de Balboa no termina muy bien: es condenado a muerte a causa de las envidias despertadas en otros conquistadores. Resulta interesante que su calidad de inmigrante, su sustrato, haya forjado la realidad que lo rodeaba, su pasado y futuro.

Creo que si lográramos entender que el fin de muchas realidades -dejar el territorio conocido- trae consigo el comienzo de otras -una vida en un «nuevo mundo»- y que esta condición es un factor común a muchos de los individuos que están inmersos y viven con y en los modelos económicos que aceptamos en nuestras sociedades y que perpetuamos con nuestras instituciones, podríamos empezar a formularnos preguntas y abrir debates sobre qué tanto nuestros modelos tienen en cuenta la historia que le determina realidades a un individuo. Sugiero la pregunta por cómo las necesidades económicas de un territorio y las medidas que se adoptan para suplirlas son el germen de los desplazamientos de ciertos grupos humanos hacia otros espacios y cómo esos movimientos implican el nacimiento, imposición, modificación o fin de una cultura.

 

 

 

 

 

 

 

 

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