El Mal Economista

Publicado el javierardila

Fuga de Cerebros

Fuga de Cerebros

Por Javier Ardila

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El mundo vive en una época muy particular en cuanto a liberalización se trata. Tanto así que ya no basta solo con hablar del libre movimiento de capitales sino que también el libre movimiento de personas está en el primer plano de las reuniones internacionales. Ahora bien si por un lado las barreras internas están cayendo con acuerdos que facilitan la movilidad, como los hay en la Unión Europea, Unasur o Asean. Por otro lado tenemos un fortalecimiento de las barreras entre algunos frentes. Como lo que actualmente vemos entre el espacio Schengen con África, el mundo Musulmán, parte del antiguo bloque comunista o en nuestro mismo continente entre EEUU y México.

Dadas estas excepciones es curioso ver que con respecto a nuestro país parece que este proceso se está dando y a pesar de varios contratiempos lentamente vamos adquiriendo más movilidad internacional. Hecho que merece atención por dos razones. En primer lugar cuando recordamos que la diplomacia Colombiana tiene en su haber momentos memorables como la frase que el presidente Marroquí nos regaló al referirse a la independencia de Panamá:“¿de qué se quejan? Cuando asumí la presidencia me entregaron un país; ahora yo les devuelvo dos”; o los legados de los múltiples equipos negociadores que regresaban al país a anunciar que habían entregado territorio a los vecinos. Incluso después de haber ganado la guerra contra el Perú. Y en segundo lugar ya que este proceso parece no verse seriamente afectado por los problemas que han acarreado las travesuras de nuestro connacionales en el exterior. Porque no se ustedes pero para mi es de asombrarse que hoy día tengamos lado a lado titulares que relatan los crecientes problemas de discriminación en contra de Colombianos en otros países junto a titulares donde se anuncia con bombo y platillo que dentro de poco no necesitaremos visado para entrar al espacio Schengen.

De modo que para entender esta situación la manera más prudente de determinarla es evaluar cual es la relación costo beneficio, es decir lo que gana y lo que pierde el mundo de que los Colombianos puedan entrar libremente a sus territorios, para entender porque la balanza parece estarse inclinando hacia la mayor movilidad. Por un lado tenemos que comenzar con lo malo, donde no creo sea necesario ahondar en las cosas malas que los colombianos hemos exportado a todo el mundo. Sin embargo acá cabe hacer dos aclaraciones. En primer lugar en tiempos recientes se ha evidenciado que la idea de exigir visados no es muy eficiente a la hora de detener el movimiento de criminales. Como fue el caso de las varias bandas delincuenciales conformadas casi enteramente por Colombianos en países que nos piden visa como son España o Australia. En segundo lugar algunos de los problemas que se nos achacan tienen sus orígenes en el racismo, en especial debido al color de piel. Tal cual se ha hecho evidente en el caso de los Colombianos en Antofagasta, siendo buena parte de ellos afrocolombianos, a los cuales con un gran revuelo ciudadano se les ha asociado con la criminalidad. Esto a pesar de que la opinión de las autoridades no soporte tales ideas, ya que estas aseguran que si bien algunos Colombianos se han visto relacionados con crímenes, la mayoría de esto siguen siendo sometidos por los mismo chilenos, e incluso otros grupos de inmigrantes más significativos como Peruanos y Bolivianos.

Por el lado de los aspectos positivos contamos con varios argumentos. Por ejemplo así el cuento de que los Colombianos somos gente trabajadora y echada para adelante muchas veces suene muy trillado es innegable que abundan historias de éxito entre nuestros compatriotas en el exterior. Acá estamos hablando de números significativos ya que se estima que el año pasado 180.000 profesionales abandonaron nuestro país en búsqueda de mejores oportunidades en el exterior. También es de especial interés la naciente apreciación hacia nuestra cultura desde el exterior.  Por poner dos ejemplos, uno de los restaurantes en mayor furor en Buenos Aires es de comida Colombiana hecha por Colombianos.  Y ahora además de los tradicionales Shakira y Juanes, la música Urbana de nuestro país se ha vuelto casi omnipresente dentro del continente Suraméricano. Ah y si quieren divertirse, o confundirse, un rato los invito a que lean sobre la subcultura de los Cholombianos en el norte de México. Entonces en resumidas cuentas, para el caso de nuestro país si bien los visados han servido para controlar los efectos indeseados de la movilidad de personas, estos han demostrado tener costos muy altos debido a que limitan el movimiento de personas por las cuales los estados están dispuestos a pelear. A tal punto que ese interés de obtener capital humano, entre otras cosas, ha llevado a re enfocar las estrategias migratorias. A manera de analogía, si bien una escopeta puede ser usada para casar insectos sus altos efectos colaterales hacen que esto sea nada práctico, requiriendo así crear una nueva estrategia para tal fin.

Finalmente es de aclarar que esta nueva movilidad adquirida no es del todo buena. Y es que si bien el problema del crimen que exportamos es grave, la pérdida de capital Humano es aún más preocupante. Dado que brilla por su ausencia en la agenda política del día a día. Ya que si bien mucho es lo que la gente pelea por que se nos están llevando el Carbón y el Petróleo, poco o nada se ve que les preocupe la cantidad de gente educada que estamos perdiendo. Aún cuando la emigración de gente calificada de nuestro país es un problemática que va en ascenso de la mano con una demanda insatisfecha por este tipo de trabajadores. Sin embargo y lamentablemente, mientras el mercado laboral oligopolico en el que nos encontramos mantenga salarios bajos muy inactractivos  o análogamente debido al alto costo de vida en nuestras ciudades, es poco probable que se pueda reversar esta situación.  En especial ahora cuando se nos hace normal que a un profesional se le ofrezca un salario mínimo en cualquier entrevista de trabajo y que en vez de aterrarnos nos enorgullezcamos cada vez que Bogotá califica como una de las ciudades más costosas del mundo.

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