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Frank Underwood es colombiano

Por: Andrés Martínez Jiménez

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Es como si solo fuéramos colombianos cuando vemos las victorias de nuestros futbolistas en Europa o nos indignamos en redes sociales por el escándalo del día.

House of Cards

El protagonista de esta historia es un hombre inteligente, culto, arrogante, calculador, un hombre maduro de unos 50 y tantos, egresado de una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, con historial de servicio militar, una impecable hoja de vida, hombre de confianza del presidente anterior, a quien en una movida histórica logra arrebatarle su cargo sin un solo voto a su favor. Por supuesto, se trata de Francis J. Underwood (Frank), un viejo zorro de la política que logró hacerse a la presidencia utilizando intrigas, haciendo trampas, violando en secreto muchos arreglos institucionales y quien revoluciona la forma de ver el poder a través de la ficción. Por estos días, la tercera temporada de la popular serie en línea House of Cards nos muestra cómo el “brillante” político cumple su sueño, mientras el país atraviesa una compleja crisis institucional, económica, comercial y diplomática.

Sin duda se trata de una gran serie, casi que soy adicto desde que salió su primera temporada, pero luego de ver 4 capítulos en una tarde de ocio, decido que es tiempo de cambiar de medio y ver la edición central del noticiero, necesito un poco de realidad nacional. Lo que veo no es reconfortante, veo un país en el que tenemos crisis institucional, una economía en la cuerda floja, y un proceso de paz que, aunque necesario, no avanza; todo ello aderezado por las intervenciones de varios zorros políticos que desde la Corte Constitucional, la Procuraduría y el Senado se dedican a jugar al estilo Underwood con el bienestar de nuestra nación. La realidad, como siempre, termina superando la ficción.

En general, el panorama es el de una democracia deteriorada, en la cual la gente no vota porque no tiene incentivos para hacerlo y no los obtiene porque no vota. Además, es un círculo vicioso de “tú me eliges y yo te elijo”, en el cual los funcionarios electos no terminan de ganar una elección cuando están pensando en cómo ganar la próxima. En este nefasto escenario han caído personajes de todos los niveles: cargos de elección popular, de libre nombramiento y remoción, etc. Solo se necesita ver la cascada de renuncias un año antes de las elecciones, para ver el deseo de poder de aquellos funcionarios que aspiran a un nuevo cargo o un favor político.

Algunos esgrimen que existen destacados políticos de carrera que entran a este juego por necesidad, pero cuentan con la vocación de servicio. Yo considero, desde un punto de vista que peca por clásico, que el candidato no es candidato porque quiere servir a su país sino porque quiere servirse a sí mismo, tal y como Frank lo hace en su búsqueda del Salón Oval. Aunque no toda el agua sucia es para nuestros amados prohombres de la patria, de hecho creo que los egoístas mayores somos los ciudadanos, nosotros somos peores que el mismo Frank cuando desarrolla su plan para hacerse presidente sin un voto a su favor. Porque es tan egoísta querer ser presidente por mera ambición o porque es tradición en la familia, como no votar a conciencia, no cuestionar el programa político de los candidatos, no pagar impuestos o no informarse de las primeras conclusiones de los diálogos de paz. Es como si solo fuéramos colombianos cuando vemos las victorias de nuestros futbolistas en Europa o nos indignamos en redes sociales por el escándalo del día.

Porque después de todo, todos los colombianos somos como Frank Underwood, nuestro egoísmo ha hecho tanto daño al país como aquel que inspira a nuestros “líderes” a publicar en twitter cada mañana en lugar de transformar la realidad de esta nación en construcción. Por fortuna, no todo es egoísmo o «importaculismo». De hecho, en Colombia hay cientos de miles que no son como Frank; se trata de hombres y mujeres que hacen patria cada mañana: profesores, científicos, artístas, periodistas y empresarios, personajes ordinarios que trascienden porque logran encontrar ese punto en el que logran sus metas sin pasar por encima de los demás. La pregunta que queda en el aire es ¿Quiere usted ser como Frank o prefiere apostarle a construir un mejor país?

Cambiando de tema: Sigo sin entender por qué debemos continuar realizando las consultas de los partidos que resultan costosas e irrelevantes.

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