El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Fotos entre cuatro paredes

En cuanto al trabajo, para una sesión de ocho fotos (solo contando tiempo de captura y edición) un fotógrafo puede llegar a trabajar, fácilmente, al menos seis horas.

Foto tomada de pixabay.com

Al igual que en muchos sectores, la emergencia sanitaria ha presionado a los fotógrafos para poder sobrellevar la coyuntura buscando nuevos enfoques dentro de la fotografía, incluso, nuevos oficios.

Nicolás Rodríguez, un fotógrafo aficionado que lleva más de dos años en este mundo, inició con retratos y paisajes urbanos “cosas muy básicas, lo que uno ve en Instagram”. Antes de la pandemia él trabajaba en un estudio donde tenía trabajo fijo, pero “en este momento Casa Estudio no existe y mi antiguo jefe se dedica a vender cosas de bioseguridad”.

Así como el ex jefe de Nicolás, muchos otros fotógrafos dejaron este oficio y quienes continuaron, ven hacia otros enfoques. Entonces, los fotógrafos que comienzan en la profesión se encuentran reinventándose: este es el caso de Nicolás, pues la fotografía publicitaria, el paisajismo y los reportajes son una solución para estabilizar sus ingresos ya que estos estilos son más comerciales comparados con los que inició.

Por otro lado, fotógrafos profesionales como Juan Goma, han aprendido que es necesario diversificar sus enfoques, hacia la foto publicitaria, por ejemplo. Por lo cual no tuvo que migrar sino apoyarse más en trabajos fotográficos como los que busca Nicolás (incluso en formatos como el video).

Y el caso de Bianca Salvo, fotógrafa profesional, es similar al de Juan pues la pandemia no le presentó impedimentos para que continuara con trabajos comerciales, personales (más enfocados a su exploración artística) y dedicarse a la docencia de fotografía en la Universidad de los Andes.

Hasta aquí es posible ver como experiencia, conexiones y capital simbólico de los fotógrafos hacen que las historias de estos tomen rumbos más o menos estables durante la pandemia. El punto común más claro entre ellos es que a medida que se hacen más veteranos en su profesión se busca diversificar proyectos para poder llegar a vivir de su arte.

En resumen, se busca tener un plan B basado en enfoques fotográficos comerciales. Esta solución tiene dos razones económicas detrás. La primera es que las fotografías se comportan como un bien normal, en otras palabras, son bienes/servicios que se demandan más cuando suben los ingresos de las personas. La segunda es que existe información incompleta; es decir, mientras que el fotógrafo conoce perfectamente sus costos, el consumidor usualmente no los sabe y crea una valoración distorsionada para una foto o sesión fotográfica. Este problema también afecta a fotógrafos principiantes (o esporádicos) porque no tienen en cuenta muchos costos asociados y terminan “trabajando por un almuerzo”, comenta Juan.

Así como han existido desafíos, también se han presentado soluciones. “Muchas instituciones, revistas, galerías y espacios independientes alrededor de todo el mundo han aprovechado de este momento histórico para dar la oportunidad a fotógrafos y artistas de contar por medio de su trabajo otras versiones de la pandemia”, dice Bianca.

Pero esto no hace que todo esté solucionado para los fotógrafos. El problema se complejiza al saber que los problemas enfrentados por este arte no nacen con la crisis sanitaria; estos son remarcados por ella. Por ejemplo, Euromonitor (empresa experta en estadísticas de mercado) señala que entre el 2013 al 2020 la venta de cámaras se ha reducido en un 81,9%. Una posible explicación de este fenómeno se puede encontrar en un informe de Deloitte (compañía dedicada a prestar servicios de consultoría) que entre sus encuestas para el 2020 destaca a la opción de tomar fotos como la más usada de un teléfono inteligente.

Desde los más experimentados como Bianca, hasta fotógrafos que están iniciando su trayectoria como Nicolás, coinciden en que la tecnología ha sido un arma de doble filo. La masificación de cámaras en los celulares no solo hace que ahora todos pueden tomar fotos, el verdadero problema es que se está perdiendo el valor y el prestigio del fotógrafo; tanto así que se suele pensar que la cámara es la que hace la magia.

Por ejemplo, recientemente Nicolás realizó un sondeo entre sus seguidores y encontró que una sesión que podría costar $400.000, o más, es valorada entre $100.000 o $200.000. Esta disposición a pagar ignora el alto costo de los equipos, su depreciación y el trabajo del fotógrafo (lo más preocupante). Tener un estudio básico con una cámara, algunas luces y un programa de edición (usualmente sin licencia oficial) puede llegar a costar de dos a tres millones, estima Juan.

La otra cara de la moneda de la tecnología es su potencial como parte de la solución. Plataformas como Patreon pueden ser útiles para apoyar artistas nacientes a partir de micro-pagos. Alvin Schutmaat (músico profesional multiinstrumentista colombiano) señala que este tipo de mecanismos le podrían permitir a un artista vivir de su creatividad, pues al aportar con reconocimientos de valor individuales entendemos que “consumir arte y hacer arte son dos partes de la misma cosa”.

Las redes sociales no se quedan atrás, pues estas funcionan como un bien complementario (bienes/servicios que son consumidos en conjunto para satisfacer una necesidad). Entonces usar Instagram, por ejemplo, puede ser una herramienta de marketing que incentive el pago de los usuarios en Patreon; y también podría ser utilizada como apalancador de reconocimiento y, por tanto, conseguir trabajos futuros.

Este es un problema integral pues se encuentran al menos cuatro limitaciones para los fotógrafos en el marco de la pandemia. Ellos trabajan con un servicio normal (cuya demanda sube si aumentan los ingresos, y baja cuando caen los ingresos), con problemas de información en un contexto de poco apoyo al arte y una cultura tecnológica problemática. Esto explica por qué los fotógrafos han tenido que migrar hacia otros enfoques, mercantilizar en muchos casos sus creaciones y tener que limitar su arte entre cuatro paredes.

 

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