El Mal Economista

Publicado el juanrubio22

Especial El Mal Economista: ¿Cómo se va de rumba un economista?

Por: Juan Felipe Rubio

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Advertencia: Esta es una historia real. Algunos nombres y lugares han sido cambiados para proteger la identidad de los protagonistas.

Anizio –así le pusieron sus padres en honor al Dios del aguardiente- es un estudiante de Economía de 19 años. Cada cosa en su vida la piensa en función de los pocos conceptos que sabe sobre Economía. Una de las cosas que más hace Anizio, aparte de estudiar, es irse de rumba los viernes por la noche. La rumba es a Anizio como el extranjero es al uribismo: la ruta más fácil de escape. Eso sí, no es un escape de la justicia como en el segundo caso, sino una ruta que lo saca de la cotidianidad.

En el contexto de la rumba, haciendo una simplificación de la realidad, la canasta de consumo de Anizio está compuesta por dos bienes: aguardiente y cerveza. El aguardiente ocupa un lugar muy importante en su canasta de consumo: “que se riegue sangre pero nunca guaro”, siempre pregona. Para él la cerveza y el aguardiente son bienes complementarios, es decir que desea consumir ambos bienes en una proporción fija (ojalá eterna) y si aumenta el precio de alguno de los dos la cantidad demandada del otro bien disminuye.

Después de salir de la Universidad, Anizio busca cualquier razón para empezar a “calentar motores”, como dice él. La justificación puede ser cualquiera: el cumpleaños de Cami, la despedida de Juli o la bienvenida de Matti. No obstante, la justificación de más peso la encuentra siempre en un razonamiento deductivo de antaño: “El que bebe se emborracha, el que se emborracha se duerme, el que se duerme no peca, el que no peca va al cielo. Como al cielo todos vamos, pues bebamos”, piensa Anizio cada viernes por la tarde.

7:00 p.m.

El celular no deja de vibrar. “Camine para Shamua y después arrancamos para la 85”, le dicen unos. “Hagamos la previa en la casa de Santi y después vamos para Andrés”, le dicen los otros. En la Universidad los espacios de socialización los fines de semana muchas veces se reducen al plan de la rumba por la noche. Anizio se va para la casa, cena y se empieza a arreglar. Este ritual de emperifollarse para lograr ser un bien diferenciado en el mercado del levante dura aproximadamente dos horas. Con el tráfico de la ciudad y con la demora para coger taxi toda la rutina se completa en tres largas horas.

10:00 p.m.

El bar está lleno. La cantidad demandada de cada bien (cerveza y aguardiente) no cambia en el corto plazo. Para que Anizio reduzca o aumente la cantidad de alcohol que consume debe existir una motivación (o desmotivación) que termina siendo el número de mujeres atractivas (o disponibles, para él es lo mismo) por metro cuadrado. De repente, el siente una voz que le dice: “Agúzate que te están velando”. Ya han pasado dos horas y el alcohol aún no hace efecto en él.

1:00 a.m.

A esta hora la racionalidad de Anizio lo obliga a maximizar su beneficio a como dé lugar. Si bien él ordena sus preferencias, en términos de qué mujeres son las más y menos atractivas, al final de la noche, siendo fiel a su fijación por cualquier aroma de mujer, todas representan el mismo beneficio: la satisfacción de no irse “en ceros” para la casa. Alza su cabeza y ve a una mujer de vestido negro muy corto, su nombre es Cirrosa. Ella parece distraída pero en un par de momentos intercambian miradas. Esto es un juego dinámico y, en este caso, en esta sociedad machista, el hombre siempre juega primero. Anizio mueve primero. El jugador 2 (Cirrosa) puede ver la acción del jugador uno y, dependiendo de su estrategia y de su matriz de pagos, toma una decisión. Ambos jugadores son estratégicos: cada uno tiene en cuenta el efecto de sus acciones sobre las del otro jugador y cómo estás le afectan. Anizio ataca: se desliza por la barra de manera sutil y se acerca al grupo donde está Cirrosa. Rápidamente coge su brazo y le pregunta :“¿Bailamos?”. Cirrosa lo observa de abajo para arriba, cuidadosamente recorre cada parte de su cuerpo con la mirada, a pesar de que ya lo había detallado con anterioridad. Ella nunca respondió nada, nadie dijo nada. Empezaron a bailar y sutilmente a acercarse. A esta hora de la noche, piensa el, no hay que decir mucho… basta con que exista atracción y tragos en la cabeza. El resto, se lo dejamos a Dionisio y al Dios del aguardiente. Anizio compra otra botella de aguardiente y rápidamente la emborracha: “Y eso que apenas estamos comenzando la fiesta, apenas estamos comenzando a beber” repite con una fijación sorprendente. Besos van y besos vienen, de esos que sólo se ven en las fiestas, de esos que sólo dan los borrachos.

3:00 a.m.

La utilidad marginal decreciente del aguardiente se empieza a manifestar. Un aguardiente adicional para Anizio representará un guayabo monumental y una laguna fenomenal al otro día. Contra todos los pronósticos y contra cualquier rezago de racionalidad, Anizio se toma una copa de aguardiente más. Aquella bebida espiritosa (esa es la definición de la RAE: bebida que tiene mucho espíritu), se acaba de convertir en un mal. Las posibilidades de llevar a Cirrosa a un motel en la Caracas se empiezan a diluir. Al final, Anizio es un humano más que intenta ser racional pero que frente a los sentidos y las pasiones no puede hacer nada más.

La rumba se acaba y Anizio se va para la casa. Antes de irse le pide el teléfono a Cirrosa para decirle que no es su pana pero, si quiere, después le quita las ganas. La noche se acaba y al otro día Anizio amanece con un guayabo monumental, las predicciones se quedaron cortas: “estoy seco, estoy que escupo rocas”, dice la mañana siguiente.

 

 

Esperen mañana: ¿Cómo hace trabajos un economista? Por: Alejandro Huertas

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