El Mal Economista

Publicado el EME

El trancón económico bogotano

Por: Daniel Alfonso

Es tal vez uno de los dramas más comunes de los bogotanos; los trancones. Además de los problemas de inseguridad, la movilidad se ha convertido en un factor importante para el cómo se empiezan a procesar las decisiones de los ciudadanos. No es extraño escuchar cuestionamientos sobre si es mejor salir “X” o “Y” día para disfrutar de las horas libres de trabajo (con amigos, familia o solos) con base en los trancones que nos podemos encontrar. Cada vez más el hogar se convierte en un ambiente con el que nos conformamos para evitar el estrés de montar en bus o Transmilenio, o el de manejar en una “autopista” que puede llegar a tener congestiones de más de una hora.

Sin embargo, este es un tema en el que nos podemos quedar hablando mucho tiempo, cada quien tiene una visión de cómo podría funcionar el sistema de transporte de la ciudad; algunas son grandes ideas como las del profesor Guillermo Ramírez, donde  se usaron métodos administrativos de optimización para lograr un conclusión, otras son ideas de ciudadanos insatisfechos que ven en la ineficiencia del sistema de transporte una razón para pensar en utopías que tal vez algún día conoceremos; pero al final tenemos que resignarnos a los decisiones de nuestros gobernantes, las cuales demuestran que no se meten en los zapatos de los ciudadanos del común.

Lo cierto de todo esto es que, existen aquellos que han usado esto a su favor para sacar un provecho económico en sus negocios y así ver el trancón como una oportunidad para llegar a los clientes. Es evidente que los bogotanos nos estamos volviendo cada vez más sedentarios; aunque nos movemos de nuestros hogares a nuestros sitios de trabajo, desplazarnos a otros lugares en horas pico es algo que puede convertirse maratónico; cada vez más empresarios prefieren quedarse en las oficinas mientras pasa el tráfico y es así como las jornadas para el ocio y la familia se vuelven cada vez más cortas. Es por esto que la industria de las comidas, por ejemplo, ha optado por motivar a sus seguidores con el servicio de domicilio, mostrando resultados año tras año con crecimientos que rozan la inflación colombiana (4-5%).

Pero los domicilios no son los únicos beneficiados con el cambio anímico que los bogotanos estamos atribuyendo a los trancones; la industria de la tecnología y las aplicaciones ha tenido un auge muy importante dentro de la economía colombiana. Aplicaciones como Tripda han usado la movilidad como una oportunidad de crear conciencia ciudadana y compartir viajes mientras se crean negocios alrededor de la necesidad. Otros servicios más lucrativos como Uber vieron en los bogotanos una necesidad insatisfecha en el transporte de la ciudad sin tener que recurrir al estrés como su acompañante de viaje. De igual manera aparecen cada vez más aplicaciones que incitan a los consumidores a pedir domicilios y evitar así salir de sus oficinas u hogar, apoyando así una actitud que puede ser acorde con las necesidades de la típica persona moderna pero que cada día más destruye las ganas por el ocio afuera de los sitios que comúnmente concurrimos.

Se tienen estudios económicos acerca de cuándo dinero pierde la economía de la ciudad en el congestionamiento (basándose en las horas laborales que puede perder cada ciudadano en edad de trabajar mientras esperan llegar a su lugar de destino), obteniendo resultados que podrían alarmar a cualquier persona; no obstante, la industria y la ciudad se están adaptando a la situación mientras mejora la movilidad, logrando así una merma en la pérdida económica que tenemos en los vehículos.

También tenemos la industria de las bicicletas, que además de fomentar un cambio saludable en nuestra vida, ha tenido grandes beneficios económicos por la adaptación que han tenido algunos ciudadanos. De todas formas le falta mucho a Bogotá y más específicamente, a la cultura bogotana, para que tengamos una ciudad que no represente un alto riesgo para los ciclistas que en sus travesías por la ciudad. Un ejemplo claro es la carrera 11, dónde los mismos peatones obligan a aventurarse a los vehículos de dos ruedas no motorizados, hacia una peligrosa selva de buses que tienen su guerra particular, donde no se preocupan por los posibles daños colaterales que puede causar su indiferencia por la integridad de sus comunes.

Por cierto, ahora con el pico y placa de buses convencionales, debemos prepararnos para un nuevo experimento dónde los ciudadanos seremos, de nuevo, los conejillos de indias. Con un SITP ineficiente en los horarios, unas rutas que difícilmente se adaptan a las necesidades de los consumidores, y una tarifa incrementándose sin realmente percibir el beneficio,  es posible que debamos ver nuevas posibilidades para evitar que nos golpeemos la cabeza por la impotencia que cada día sentimos; ¿Comprar apartamento cerca del sitio de trabajo? Sería otra industria que hoy tiene precios estratosféricos, beneficiada por los trancones y la falta de movilidad de la ciudad.

 

 

 

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