El Mal Economista

Publicado el alternav

El fútbol como asunto de Estado

Cualquier compatriota mestizo o afrodescendiente, uribista o santista, hombre o mujer, joven o veterano, siente un repudio visceral hacia la forma como Louis Van Gaal ha relegado al banco de suplentes a Radamel Falcao.

Las noticias en Colombia, el país del realismo mágico, no mutan. A diario, salen a la luz nuevos escándalos de corrupción, paros gremiales, crímenes tan macabros que parecen salidos de la mente del mejor guionista de terror de Hollywood y nuevos agarrones entre los dueños del poder público. Son pocas las noticias alegres que podemos esperar en la primera plana del noticiero. Nunca veremos un recorte de impuestos, un colombiano recibiendo un premio Nobel por su valiosa contribución al conocimiento científico o un reconocimiento que nos ponga como ejemplo de desarrollo social ante el mundo.

Ante este panorama poco optimista, las noticias que nos pueden robar una sonrisa y alguna que otra lágrima de emoción se reducen a tres opciones: el premio a alguno de nuestros cantantes, una mujer colombiana que triunfa por su exuberante belleza o los éxitos deportivos. Algunos más pesimistas que yo dirán que la farándula y el deporte solo son “pan y circo pal pueblo”, y tienen toda la razón, pero es que esa es la esencia de nuestro país. En medio de tantos problemas siempre buscamos una excusa para armar la fiesta, salir a la calle a echarnos harina y hacer sonar las sirenas y los pitos de los carros. ¿Pero cuántas veces hemos tenido la fortuna de ver, por ejemplo, a un jugador colombiano triunfando de la forma en que lo ha hecho en el último año James Rodríguez en el Real Madrid?

Sin haber hecho la respectiva encuesta, podría afirmar que el número de colombianos que se despierta (nos despertamos) a las 5:00 a.m. un domingo para ver un partido de fútbol del “10” del Madrid debe ser infinitamente superior al número  que se despierta a la misma hora para ir a misa. Nuestros futbolistas gozan de un reconocimiento entre la opinión pública superior al de, por ejemplo, la baraja de candidatos a la alcaldía de Bogotá (los cuales regirán los destinos de la Capital durante los próximos 4 años). Las cuentas de Twitter de @FALCAO (8.3 millones) o @jamesrodriguez (7.4 millones) tienen más seguidores cada una que @alvarouribevel y @juanmansantos juntas (3.7 millones cada una).

Es que no hay mayor factor de unidad entre los colombianos que el fútbol. Cualquier compatriota mestizo o afrodescendiente, uribista o santista, hombre o mujer, joven o veterano, siente un repudio visceral hacia la forma como Louis Van Gaal ha relegado al banco de suplentes a Radamel Falcao, uno de nuestros estandartes. Medio en broma, medio en serio, se podría decir que la frase “Pekerman presidente” no es del todo descabellada y que no habría político alguno que pudiera ganarle en una contienda al argentino (con solo que prometa que la Selección ganará la Copa América basta para ser una promesa de campaña creíble). Esto es algo que no han capitalizado nuestros dirigentes.

Crear un proyecto de unidad en torno al fútbol no es una idea loca. Sudáfrica con Mandela a la cabeza logró unir a su país y reducir los odios raciales gracias a sus Springboks y el título mundial de rugby que consiguieron en 1995. En la actual situación de polarización en que nos tienen temas como el Proceso de Paz, usar nuestra amada Selección como herramienta de construcción de tejido social es una oportunidad que no se debería dejar pasar. Tal como en la presentación de James Rodríguez en el Real Madrid, a la cual asistió el embajador de Colombia en España, es conveniente pensar en el fútbol como asunto de Estado.

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