El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

El costo de reducir la inflación lo están pagando los pobres

A pesar de que los actuales niveles de inflación son un problema, lo cierto es que emprender la lucha para que el indicador retome niveles bajos también genera costos, los cuales, además de no se explícitos, recaen en una gran medida sobre los hogares más pobres y de clase media del país.

 

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La forma más simple de la famosa ley de Murphy, que hace referencia a que “si algo puede salir mal, saldrá mal”, parece describir a la perfección la evolución de la economía Colombiana en el último año. Los múltiples padecimientos de la nación incluyen, entre mucho otros, fenómenos climáticos; los ya acostumbrados escándalos de corrupción; secretarios de planeación con conflicto de intereses; el aplazamiento de la firma de la paz en La Habana; la caída de los precios del petróleo, y la correspondiente caída de los ingresos tributarios que, sumados a la tremenda devaluación de la tasa de cambio, han llevado a importantes ajustes en el presupuesto de inversión del gobierno. Sin embargo, la percepción de deterioro en el empleo y el aumento en el costo de vida son los factores que más aquejan a los colombianos.

En su más reciente columna para El Espectador, Armando Montenegro cita algunas cifras de la encuesta periódica Colombia Opina, donde la inflación y el desempleo se mantienen en el “top of mind” de la población. Esta tendencia, afirma Montenegro, es natural dado que dichos factores son centrales y mucho más tangibles en el día a día de las personas.

La gente suele tener claro el efecto más directo de la inflación en la economía de su hogar. Por un lado, una mayor inflación implica un menor poder adquisitivo del ingreso familiar. En un contexto donde es bien sabido que el salario mínimo creció el 7%, mientras que la inflación para el rango de ingresos bajos creció el 7,26%, el resultado obvio es que las familias, que ven ajustado su ingreso por el salario mínimo, iniciaron el 2016 siendo más pobres que en 2015.

Lo propio ocurre con las personas que guardan su dinero en cuentas de ahorro y CDT (a 90 días), donde los últimos presentaron un rendimiento medio del 4,37% frente a una inflación acumulada 12 meses del 6,77% al cierre del año 2015. Lo anterior quiere decir que si usted tiene su dinero ahorrado en un CDT, o peor aún, en una cuenta de ahorros, cada mes que pasa está perdiendo plata por cuenta de la desfasada inflación.

A pesar de que los actuales niveles de inflación son un problema, lo cierto es que emprender la lucha para que el indicador retome niveles bajos también genera costos. Dichos costos, además de no ser explícitos, recaen en gran medida sobre los hogares más pobres y de clase media del país. Así, al artículo de Montenegro habría que agregar que la gente hace bien en preocuparse conjuntamente por el costo de vida y el empleo, pues ambos fenómenos mantienen un estrecho vínculo y, tristemente, mientras la inflación persista nos encontraremos con un menor crecimiento económico y un mayor desempleo.

Para ilustrar el por qué, me remitiré a dos conceptos fundamentales: la persistencia de la inflación y la tasa de sacrificio de la política monetaria:

La persistencia puede entenderse como un símil económico a la inercia en la física. En la medida que aumenta la inercia sobre un cuerpo se requiere una mayor fuerza para lograr que su aceleración retorne al estado previo al choque (Fuhrer, 2009 en Echavarría et al, 2010). Aplicado a la inflación, el concepto indica que entre mayor sea la persistencia inflacionaria se requiere una mayor caída del producto y el empleo para que los precios retornen a su senda de crecimiento objetivo.

La caída en el producto y el empleo son impactos de ajuste que reflejan la tasa de sacrifico de la política monetaria o, en palabras de Jorge Iván González, el costo que la política monetaria genera en el mundo real. La tasa de sacrificio puede ser aproximada desde distintas ópticas; por un lado, Gregory Mankiw la define como el número de puntos porcentuales de crecimiento a los que se debe renunciar para reducir la inflación en 1 punto porcentual; pero también se puede aproximar mediante la famosa curva de Phillips que mide el “trade-off” entre desempleo e inflación. Así, redondeando conceptos, el costo de reducir la inflación es un mayor desempleo derivado de la reducción en el producto. Ahora, vale la pena preguntarse¿Por qué es tan directa esta relación?

La respuesta radica en el mecanismo mediante el cual el Banco de la República interviene el mercado: La tasa de intervención (TIBR). La TIBR es la tasa de interés mínima que cobra el emisor a las entidades financieras por los préstamos que les hace, de manera que puede entenderse como el costo de referencia del financiamiento de la Banca. De esta manera, si la TIBR aumenta, lo normal es que las tasas de la economía (tarjetas de crédito, vivienda, carro, educación, etc.) aumenten.

Si las tasas de interés aumentan, lo razonable es que las personas y las empresas se endeuden menos, pues será más oneroso realizar los pagos periódicos de los créditos. Este fenómeno genera una reducción en el consumo y la inversión que en el agregado derivan en una caída en el producto de la economía. Así, las empresas ajustarán a la baja sus niveles de producción, requiriendo menos mano de obra.

El fenómeno ya es visible. En febrero de 2016 la inflación completó un año por fuera del objetivo del Banco de la República, registrando una variación del 7,59% (casi duplicando el crecimiento máximo que puede permitirse el emisor para cumplir su meta). Como medida para contrarrestar la escalada inflacionaria, el Banco de la República ha aumentado la TIBR 7 veces desde septiembre de 2015, pasando del 4,50% al 6,50% en marzo de 2016. Con este escenario, en enero de 2016 el desempleo registrado fue del 11,9%; la cifra más alta desde diciembre de 2008, cuando nos encontrábamos en medio de la crisis financiera internacional. En ese sentido, ya es notorio el sacrificio en el empleo.

Si las expectativas de inflación se mantienen por encima de la meta, la Tasa de Intervención continuará aumentando. Lo anterior necesariamente tendrá efectos en el desempeño del consumo y la inversión, y consecuentemente, en la pérdida de más empleos, empezando por los empleos formales menos calificados, normalmente ocupados por los trabajadores más pobres.

Las intervenciones del Banco de la República para reducir la inflación no son neutrales y tienen efectos en la distribución del ingreso, favoreciendo a los propietarios de la llamada riqueza financiera en detrimento de los trabajadores y el empleo. Lo cierto es que el Banco no dispone de muchas alternativas para contrarrestar la escalada inflacionaria, lo cual debería invitar a la reflexión respecto a la pertinencia de un esquema de inflación objetivo en un contexto donde el emisor es incapaz de cumplir la meta. Por lo pronto, no deja de ser desalentador que, independiente de sus causas, son los hogares pobres y de clase media quienes terminarán pagando los costos tanto de la inflación, como de su reducción.

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