El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Del silencio de los inocentes, los secretos de confesión y otras infamias

“Los niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual con frecuencia callan: por miedo, culpa, impotencia, desvalimiento, vergüenza. Suelen experimentar un trauma peculiar y característico de este tipo de abusos; se sienten cómplices, impotentes, humillados y estigmatizados. Este trauma psíquico se potencia con el paso del tiempo, cuando la consciencia de lo sucedido es mayor.” Unicef (2016)

 

Fotografía: Mauricio Triviño
Fotografía: Mauricio Triviño

Por: Sara Grillo M.

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Comienzo esta columna con una rabia sorda y la indignación propia de quien se sorprende ante la desfachatez, el descaro, la falta de conciencia y el cinismo que rodean hechos como los ocurridos en los últimos días, en relación al abuso sexual de varios menores de edad por parte del ex sacerdote William Mazo.

A pesar que el antiguo presbítero ya fue condenado a 36 años de cárcel, que purga hoy por hoy en la cárcel de Villanueva, se ha suscitado un nuevo escándalo por las pretensiones que tienen padres y familiares, como víctimas secundarias, de ser indemnizados por la Arquidiócesis. Varios medios registraron las declaraciones del abogado Walter Collazos, quien responsabilizó a los padres de los niños por lo sucedido, lo que se percibió como una evasión descarada del papel de la Iglesia en este asunto.

Los antecedentes

Fuente: http://gratisography.com/
Fuente: http://gratisography.com/

Este comportamiento por parte del estamento religioso no es sorpresivo, de hecho, sigue perfectamente el modus operandi que a lo largo de años se ha desarrollado frente a casos de abuso sexual, no sólo en Colombia, el patrón de comportamiento direccionado a encubrir  sacerdotes implicados en casos de violaciones recorre el mundo entero, evidenciado por diferentes organizaciones. Un ejemplo de ello es el documental “The Fern’s Report”, donde se recopilan casos de pederastia en Irlanda; o la investigación realizada por Colm O’Gorman sobre varios casos de chicos abusados en Reino Unido, Estados Unidos, Brasil y Alemania. En  este último país, se manifiestan serias dudas sobre la injerencia del Papa Benedicto XVI en el ocultamiento de pruebas, o el traslado de los sacerdotes para evitar las investigaciones civiles.

La negligencia de la iglesia a la hora de denunciar a los implicados así como el afán de callar a las víctimas, se ha llegado a hablar de una especie de decreto secreto del Vaticano para el ocultamiento de pedófilos y pederastas, de la existencia de un presupuesto especialmente destinado a comprar el silencio de las víctimas, o en el peor de los casos, de estrategias en pos de marginarlas. Así, se tejen muchas teorías conspiratorias alrededor de los escándalos relacionados con abusos sexuales por parte de sacerdotes, algunos con visos de realidad, como la felicitación que dio el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos a un obispo francés en 2001 por no denunciar a la policía a un presbítero implicado en un caso de abuso. Un hecho que fue reconocido por la Santa Sede. Otros tantos, son guiados por el resentimiento o la indignación.

Los buenos, los malos y los cómodos.

Si bien es cierto que los padres son los primeros custodios de la seguridad de los niños, no se puede negar que como institución religiosa, la iglesia también posee injerencia sobre el comportamiento de sus agregados, especialmente cuando su accionar lesiona la vida o el bienestar de los feligreses. La ola de críticas que se desató tras la declaración del abogado Collazos no es producto del capricho. No se esperaba más que una posición solidaria hacia los niños, víctimas de un atropello tal que no hay forma de medirlo siquiera. A cambio, cual Poncio Pilatos, la arquidiócesis intentó lavarse las manos.

Podría pensarse que tal respuesta está sujeta a la intención manifiesta que tienen los padres y familiares de los niños de ser indemnizados económicamente, una suma (cerca de 9.000 millones de pesos) que para monseñor Darío de Jesús Monsalve no es justificable; adicional a ello, se ha mencionado que hay intereses oscuros detrás de la polémica desatada, con el fin de torpedear la labor que ha realizado el alto prelado en el proceso de paz con las FARC-EP. Es decir, un show mediático de cabo a rabo en donde se ha manifestado de todo, mientras tanto las voces de quienes más merecen alzar una protesta continúan en silencio.

Entre los padres y familiares, la iglesia y su abogado,  así como el escándalo por las posiciones de cada quien, las víctimas han quedado como espectadores de una escena de la que todos participan sin preguntarse cómo sobreviven ellos después de este penoso episodio. Porque no se precisa que alguien secuestre y asesine a un niño para que la transgresión sexual se estime como tragedia,  el solo hecho de acosar o violar un menor es suficiente para que el daño sea de dimensiones enormes. La pregunta que a mí me surge con este tema en particular, es si de verdad están teniendo en cuenta a estos chicos cuando se discute sobre su propio infierno.

Un estudio realizado por Sandra Baita y Paula Moreno para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, define el trauma como “…una experiencia de estrés sin escape, que abruma los mecanismos de afrontamiento propios del ser humano y que produce síntomas no solo de orden psicológico, sino también fisiológico. El trauma altera la memoria, la percepción, la emoción, la fisiología.”

Ahora bien, cuando el evento traumático está relacionado con abuso sexual, y además está ligado a infantes, el impacto del mismo incide en el desarrollo de las futuras relaciones que éste construya. El mismo estudio explica que ante experiencias de este tipo las emociones que se producen relacionadas con la supervivencia, o el escape a situaciones de peligro, no tienen el efecto esperado: como alejar al predador, por lo que el sentido de seguridad se desvanece, dando paso a una sensación de impotencia que se eleva exponencialmente cuando el autor del abuso debiera cuidar y proteger a la víctima.

Una confesión

La solidaridad de quien escribe esta columna no proviene sólo de la indignación, o por tener sobrinos o hermanos pequeños. Cuando has vivido en carne propia una experiencia de ese tipo, no puedes evitar rememorar cuán mermado te sientes como ser humano, la humillación, el despojo y por consiguiente, el vacío de sí mismo. Ya no se espera el día a día con esperanza, con la ilusión infantil.

La sensación puede catalogarse como estar en piloto automático, sigues pero ya no disfrutas el viaje, la inseguridad se vuelve una compañera permanente;  no confías en nadie ni en nada, te vuelves testigo ajeno de tu existencia porque después de ese episodio, algo en ti murió para siempre, aunque sigas respirando, aunque parezca que lo llevas bien.

El revivir esos sentimientos me hizo escribir estas líneas, porque esos muchachos no precisan dinero en cantidades absurdas, o aparecer en  pantalla o radio, para que sus vidas recobren algo de lo que les fue arrebatado. Lo mínimo que pueden esperar de todos los que sepan de su tragedia es que dejen de querer aprovecharse, y mejor, que extiendan una voz de apoyo real, con respeto, con verdadera solidaridad. Reconociendo que fueron víctimas de un ser totalmente ajeno a la menor noción de humanidad y que además se van a tomar medidas contundentes para frenar este tipo de conductas.

Fuente: http://gratisography.com/
Fuente: http://gratisography.com/

Ahora bien, la posición de los cercanos a esta tragedia, llámese familia, iglesia, abogados, etc. no es la de tirarse la responsabilidad como el lastre que nadie quiere cargar, aquí lo importante es que adquieran una postura hacia esos niños de respeto por su dolor, siendo solidarios en el proceso de acompañamiento, manifestándoles que aunque no se puede volver el tiempo atrás, sí hay un futuro por construir, del cual ellos son dueños y señores, por el que vale la pena luchar.

En cuanto a la opinión pública, ya es hora de que la doble moral pierda relevancia en las apreciaciones que surgen. El escándalo que desatan ciertos temas que atañen a los niños, debe ser el mismo cuando se destapan casos como el de Cali; su vida y desarrollo son igual de importantes siempre, no es sólo para aprovecharse  ganando adeptos, dividiendo más la sociedad o intentando revivir la edad media.

Unos intereses sobre otros, declaraciones van y vienen;  se habla de dinero como si una herida de ese calibre pudiese borrarse con cifras. No, el daño ya lo hizo el señor Mazo, lo de ahora no es otra cosa que una montaña de sal en esa herida, más peso a esa cruz que cargan, por si es muy difícil de entender para algunos. Si ha habido acompañamiento psicológico, con este escándalo se van a quedar cortos, ya que según los expertos el estrés que generan estas circunstancias hace más difícil el proceso de superación.  Son muy valientes estos niños, no solo por haber tenido el coraje de denunciar, también por continuar con una vida que, después de semejante tragedia, pierde su color.

Estos chicos pueden inspirar a muchos otros que hoy sufren en silencio el infierno del acoso o de la violencia sexual, para que denuncien. Este es el primer paso que se debe dar, no temer a ser juzgados. Aunque el agresor se los repita y quiera convencerlos, ustedes no tienen culpa o responsabilidad de nada: nunca buscaron ni les dieron señales que indicaran que deseaban ser presa de sus bajezas.

Por alguna razón que nunca sabremos sucedió, simplemente estuvimos en el lugar y el momento equivocado; tuvimos la mala suerte de cruzarnos con seres que nos marcaron vilmente. Pero también podemos sanar cada quien a su ritmo con lo que precise realizar para superar la experiencia. No se trata de olvidar, eso es imposible, lo que sí se puede es renacer de las cenizas: más fuertes, más dignos de amor, respeto, admiración, más valientes, y especialmente, sin miedo a vivir a plenitud.

 

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Bibliografía:

–           Fondo de las Naciones Unidas para la infancia (UNICEF), noviembre 2016. “Abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes: Una guía para tomar acciones y proteger sus derechos”

https://www.unicef.org/argentina/spanish/proteccion-AbusoSexual_contra_NNyA-2016.pdf

–          Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF Uruguay, octubre 2015. “Abuso sexual infantil. Cuestiones relevantes para su tratamiento en la justicia”

https://www.unicef.org/uruguay/spanish/Abuso_sexual_infantil_digital.pdf

 

 

 

 

 

 

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