El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

¡Dejen de calumniar a Marx!

Una cosa es criticar racionalmente a Marx, y otra muy diferente arrojar calumnias, falacias y mentiras sobre la vida, las ideas y la obra del filósofo alemán. Marx no es un criminal; tampoco el responsable de las injusticias y errores cometidos por los comunistas; y no, el marxismo no ha muerto.

imagen-1Fuente: http://k6c.deviantart.com/art/Karl-Marx-Free-Hand-Vector-48018663

Por Guillermo García Parra

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Karl Marx ha influido en los estados nacionales mundiales como ningún otro pensador. El autor de El Capital es uno de los más ilustres filósofos modernos; uno de los padres de la economía y la sociología; un “maestro de la sospecha” que criticó ingeniosamente el capitalismo y la democracia liberal. Su grandeza solo es comparable con la de con gigantes como Freud o Nietzsche además de que es el maestro de otros críticos notables del calibre de Pierre Bourdieu, Antonio Gramsci, Michel Foucault, Herbert Marcuse y Walter Benjamin.

Marx fue también un periodista y activista que desempeñó un papel importante en la emergencia de los primeros movimientos socialistas modernos del hemisferio occidental. Y posteriormente, ya muerto, se convertiría en uno de los padres de la patria de naciones como la URSS o la República Popular China, que fueron refundadas tras violentas revoluciones comunistas.

No nos puede sorprender el que Marx sea un pensador tremendamente despreciado. A diferencia de Nietzsche y Freud (unos apolíticos nihilistas que desconfiaban tanto del liberalismo como del socialismo), Marx tomó partido por la causa del comunismo, ganándose en su tiempo la animadversión de todos aquellos contemporáneos suyos que temían los efectos que pudieran ocasionar sus ideas, que recelaban del poder que él estaba acumulando dentro de la izquierda europea, y que recibían con indignación sus ácidas críticas.

En Alemania, Bélgica y Francia, las autoridades políticas censuraron y persiguieron a Marx, tal vez temiendo las repercusiones de los artículos que este escribió en publicaciones como la Gaceta Renana y los Anuarios franco-alemanes. Pero en ese tiempo no solo los poderosos odiaban a Marx: también los anarquistas, que no soportaban sus pesadas críticas, siendo incapaces de refutarlas con éxito (el nivel intelectual de Marx era muy superior al de Bakunin y Proudhon), que lo veían como un autoritario que los excluyó de la Primera Internacional y que quería conducir al movimiento obrero por el camino del despotismo, el estatismo y el totalitarismo.

Hoy en día, Marx sigue siendo injustamente odiado por un grupo heterogéneo de periodistas, académicos, políticos, empresarios, burócratas y analistas que cuestionan el marxismo-leninismo; las revoluciones comunistas; los crímenes de los leninistas, los estalinistas y los maoístas; los descalabros económicos de los experimentos comunistas; la revolución bolivariana de Hugo Chávez, y las intenciones de Podemos y Pablo Iglesias, entre otras cosas.

Me parece muy bien que se critique y resista todas esas barbaridades. Lo que no comparto es que algunos de los actores sociales mencionados cojan a Marx de chivo expiatorio, y repitan y repitan calumnias tales como: “las ideas de Marx han sido puestas en práctica en muchos lugares y siempre han fracasado”; “Marx es responsable de los crímenes cometidos por Lenin y Stalin”; “Marx defendía una ideología criminal”, o “el marxismo ha muerto”. El odio ha llevado a los que desprecian a Marx a calumniarlo, descalificarlo y tergiversarlo. No lo dicen, pero en el fondo parecen creer que, en lugar de leerlo y discutirlo, habría que proscribir e incluso quemar todos sus libros. ¿Qué otra cosa sería justo hacer con las ideas de un “criminal”?

¿A qué va este análisis? A que estoy cansado de ver cómo se calumnia a Marx. En las redes sociales; en los medios digitales; en panfletos baratos; en la plaza pública y en conferencias académicas, sin evidencia y con mucha mala fe, se dicen cosas falsas de Marx. En este artículo quisiera mostrar que una cosa es criticar racionalmente a Marx y a los comunistas (y argumentos para hacerlo es lo que hay), y otra muy diferente arrojar calumnias, falacias y mentiras sobre la vida, las ideas y la obra de Marx. Marx no es un criminal; tampoco el responsable de las injusticias y errores cometidos por los comunistas; y no, el marxismo no ha muerto.

Marx no es un criminal

Los que calumnian a Marx señalando que es un criminal, generalmente usan dos estrategias: (1) Recordar las acciones inhumanas que Marx cometió (así, verbigracia, procede Antonio Escohotado); y (2) mostrar cómo Marx “justifica” los crímenes cometidos por los comunistas (así, por ejemplo, lo hacen André Senik o Fernando Díaz Villanueva).

Los que usan la estrategia (1) nos recuerdan que Marx, al que no le gustaba trabajar y creía que otras personas lo debían mantener, dejó morir de hambre a sus tres hijos. Esto, desgraciadamente, es verdad. No obstante, muchos de aquellos que recuerdan que Marx era un muy mal padre de familia son unos deshonestos que usan esta verdad falazmente. En lugar de refutar las ideas de Marx, utilizan esta evidencia para mostrar que, frente a lo que dice la historia, la obra de Marx no constituye contribución alguna a la libertad de la humanidad. Estas personas sostienen que “hay que predicar con el ejemplo”, y en eso tienen la razón. Sin embargo, la obra de Marx no solo nos invita a reflexionar acerca de qué tan justo es el capitalismo, sino que ha inspirado a millones de personas, aquí y allá, a luchar por la justicia y la libertad (en qué medida estas personas hayan contribuido a construir un mundo mejor es otro debate), y ese hecho no lo cambia el que Marx haya sino inhumano con sus hijos.

Además, la moralidad de otros intelectuales occidentales también es muy discutible. Locke, el filósofo de la libertad, era propietario de esclavos. Eso naturalmente no disculpa a Marx, pero muestra que, si se trata de discutir la honestidad de los filósofos políticos, no solo habría que hacerlo con los comunistas, sino con todos. Estoy de acuerdo en que un pensador debe predicar con el ejemplo, pero el que alguno no lo haya hecho no es una razón suficiente para arrojar por la borda sus ideas. Eso solo muestra que los filósofos políticos no son mesías, profetas omniscientes e infalibles, sino seres humanos, demasiado humanos, como diría Nietzsche.

Por su parte, los que usan la estrategia (2) tratan de mostrar que, como Marx defendió ciertas teorías e ideas que supuestamente después aplicaron los marxistas-leninistas, entonces Marx es un criminal que en sus escritos legitimó las injusticias que los marxistas leninistas cometieron. Veamos algunas de las maneras como se emplea esta estrategia:

En una conferencia, el economista argentino Martín Krause sostuvo que Marx, al defender una teoría del valor conforme con la que el capitalista le roba al obrero, legitimó los crímenes cometidos por los comunistas en el siglo XX. Según Krause, como de la teoría marxista del valor se sigue que hay que hacer una revolución violenta, y los soviéticos hicieron una revolución semejante, entonces Marx resultaría el inspirador de la revolución liderada por Lenin. Krause cree que esa teoría es errónea, y para demostrarlo recuerda que Böhm-Bawerk la refutó (¿habrá leído a Jon Elster?). Krause se pregunta qué habría pasado si Marx hubiera leído esa crítica y “hubiera dicho algo”.  “Si Marx hubiera dicho algo, se hubieran ahorrado miles de muertos durante todo el siglo XX”.

André Senik, por su parte, sostiene que en la “obra de Marx se encuentran las premisas y las justificaciones de los crímenes de Lenin y Stalin”. Si bien Marx no justifica la represión de los enemigos de clase del proletariado, sostiene que “el partido-Estado del proletariado ejercerá la totalidad de un poder sin límites”. Y, aunque El Manifiesto del Partido Comunista no defiende abiertamente los campos de trabajo forzado ni los procesos estalinistas, “expresa el conocimiento absoluto del que depende la salvación de la humanidad y que el Partido Comunista es el único depositario de eso”.

Otros recuerdan, entre otras cosas, que Marx odiaba a los campesinos, defendía a los criminales y en El Manifiesto del Partido Comunista llamaba varias veces al derrocamiento violento del capitalismo. Allí Marx decía (2013, 316) lo siguiente:

El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime, al mismo tiempo que estas relaciones de producción, las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y, por tanto, su propia dominación como clase.

Ahora bien, ¿por qué sostengo que los juicios anteriores no son argumentos válidos sino bajas calumnias? La respuesta es sencilla: se basan en especulaciones infundadas.

Ante todo, permítaseme insistir en que Marx no era precisamente un ángel. Claro que Marx odiaba a los campesinos (y también a los pueblos indígenas y a colonias como la India). Pero sostener, por eso, que el marxismo, que todo marxismo es una ideología criminal constituye una mezquindad. El economista liberal Walter Block, en Defender lo Indefendible, por ejemplo, justifica los atropellos de los usureros. Y nadie ha dicho, ni puede decirlo, que por eso el liberalismo es una ideología criminal. Se puede apropiar las ideas de Marx sin tener que afirmar aquellos planteamientos que claramente son injustos.

Además, los escritos de Marx no solo pueden ser empleados para defender los crímenes de los comunistas, sino que también para criticarlos. Así como defendía en ciertos contextos la revolución violenta, en otros Marx planteaba que la revolución surgiría espontáneamente allí donde el capitalismo hubiera agudizado las contradicciones sociales, lo que indica que hay que esperar a que esa revolución surja y no planificarla; que la tecnología utópica era un absurdo, con lo que se puede cuestionar los planes quinquenales de Stalin; y que la historia no es el resultado de conspiraciones de los fuertes (los capitalistas) diseñadas para atropellar a los débiles (los obreros), sino que se explica debido a la evolución de factores económicos, sociales y culturales que nadie puede controlar, lo que significa que los llamados “ajusticiamientos” de los “enemigos de clase” no son legítimos.

Sostener que, como los escritos de Marx pueden ser empleados para defender los crímenes de los comunistas, entonces Marx hubiera estado de acuerdo con ellos, es especular, sacarse conclusiones del sombrero. Calumniar. Si Marx hubiera estado vivo cuando Stalin sucedió a Lenin, cuando Mao proclamó la República Popular China o cuando el Che empezó a fusilar cubanos en nombre del “hombre nuevo”, también habría podido criticar los crímenes que estos déspotas cometieron en su nombre. No sabemos qué hubiera hecho. No lo podemos saber.

Marx no es un criminal. Los criminales son Lenin, Stalin, Khrushchev, Mao, Pol Pot, el Che Guevara y Fidel Castro quienes, miserablemente y en su nombre, mataron a millones de personas en el siglo XX.

EL MARXISMO NO HA MUERTO

¿Sostengo yo que entonces no hay que criticar a Marx? ¡Por supuesto que no! Yo admiro mucho a Karl Popper, que hizo una de las mejores críticas de la obra de Marx, y lo admiro precisamente por la forma como cuestiona la manera como este construyó sus teorías. En La Miseria del Historicismo y La Sociedad Abierta y sus Enemigos, Popper refuta el historicismo de Marx, es decir, la idea de que el objeto de las ciencias sociales consiste en identificar las leyes económicas que guían el desarrollo de la historia y, con base en el conocimiento resultante, predecir los resultados ulteriores.

Popper señala que, con base en múltiples profecías equivocadas acerca del capitalismo y la democracia liberal (por ejemplo, que en un futuro el capitalismo produciría mucha más pobreza), Marx plantea que el advenimiento del socialismo será inminente. Para Popper, empero, no solo es imposible profetizar el curso futuro de la historia, sino que las profecías de Marx resultaron equivocadas (en realidad, el capitalismo ha disminuido la pobreza, y las democracias occidentales les han proporcionado varios derechos a los movimientos obreros que cuestionaron pacíficamente las injusticias económicas y sociales), lo que dinamita los fundamentos de muchas de las doctrinas marxistas apropiadas con oportunismo por los comunistas.

Claramente, hay que rechazar las profecías de Marx y, además, la manera como los marxistas leninistas se sirven de ellas para justificar sistemas totalitarios, sistemas económicos inviables y atropellos a los derechos humanos. No obstante, el marxismo no solo es un conjunto de profecías locas y de doctrinas inmorales y totalitarias (así se podrá definir únicamente al marxismo-leninismo, que es una de las innumerables maneras de apropiarse de la herencia de Marx).

El marxismo es una doctrina, basada en la primacía de lo material sobre lo espiritual, que ha inspirado varias escuelas filosóficas, que contribuyó al desarrollo de la economía y a la fundación de la sociología, y con ello al examen de los problemas sociales, económicos, políticos y culturales que sufre la humanidad. El marxismo no ha muerto precisamente porque ha desempeñado un papel primordial en el desarrollo de las ciencias sociales durante los siglos XX y XXI.

Y sí, el marxismo comprende una incómoda y brutal crítica del capitalismo. Pero esta crítica no constituye el primer paso hacia una pesadilla totalitaria, sino que puede servir para poner de manifiesto todo lo que no está bien en los Estados capitalistas, todo lo que impide que puedan ser interpretados como la Tierra Prometida. Y es que, como señala Jacques Derrida, los que creen que los Estados capitalistas son la Tierra Prometida necesitan conjurar el marxismo, neutralizarlo a través de un discurso que proclame la bancarrota de las teorías marxistas.

¿Y cómo es que un discurso de este tipo es buscado por aquellos que, si bien cantan la victoria del capitalismo liberal y su predestinada alianza con la democracia, lo hacen solo para ocultar -y, sobre todo, ocultárselo a sí mismos- que nunca dicho triunfo ha sido tan crítico, frágil, amenazado, incluso en ciertos aspectos catastrófico y, en el fondo, doliente por lo que el espectro de Marx representa todavía hoy y que se intentaría conjurar de manera jubilosa y maniaca (fase necesaria en un trabajo del duelo aún no acabado, según Freud), pero también doliente por sí mismo. Al ocultar todos estos fracasos y todas estas amenazas, se pretende ocultar el potencial -fuerza y vitalidad- de lo que se llamará el principio, e incluso, siempre recurriendo a la ironía, el espíritu de la crítica marxista. (Derrida, 2003, 82).

Derrida tiene la razón. Los que se quieren convencer de que los Estados capitalistas son la Tierra Prometida necesitan conjurar el marxismo. ¿Y, para conseguirlo, no podría ser una buena estrategia acusar a Marx de ser un criminal? Parece que no, pues el análisis de esa estrategia no solo muestra que Marx y el marxismo siguen vivos, a pesar de la implosión de la URSS, sino que sus enemigos no han podido asimilar lo que ello implica y significa.

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