Por: María Paula Díaz Bejarano
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Pocas veces he realizado la cuenta de cuánto invierto en labial, rubor, polvos faciales, base, pestañina y demás productos cosméticos que nos vende la industria de la belleza. Sin embargo, me tomé la tarea de llevar la cuenta de cuánto invertimos las mujeres en maquillaje.
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Desde la adolescencia, o tal vez desde la niñez, las mujeres somos vanidosas por excelencia. Mi abuela cumplió 94 años hace unos meses y le puede faltar todo menos su ida al salón de belleza, cada quince días, para manicure, pedicure, tinte y cepillado. Todas entramos al mundo cosmético, desde el momento en el que usamos un brillo, con sabor a frutas y sin color. Poco a poco empezamos a cambiar nuestros gustos por labiales, pestañinas, polvos, correctores e iluminadores. El uso de cada vez más productos cosméticos depende de nuestra edad, nuestro presupuesto y por supuesto, de la utilidad que tenemos al maquillarnos, es decir, del gusto que nos genera.
Para las adolescentes, el uso del maquillaje tiene como objetivo fundamental, realzar la belleza natural de cada una. Por este motivo, las adolescentes suelen elegir maquillaje de bajo costo pero también de buena calidad. Aquí se destacan algunas marcas cosméticas como Maybelline, Vogue, Natura y Nivea, que ofrecen productos de calidad a módicos precios que van de los quince a treinta mil pesos. En promedio, una adolescente utiliza polvos faciales, un corrector, un rímel (pestañina) y un hidratante de labios, es decir, que en términos de dinero estos productos en conjunto tendrían un precio aproximado de cien mil pesos. Dependiendo la intensidad de uso, estos cosméticos podrían durar uno o dos meses.
Sin embargo, para las jóvenes que ya no somos adolescentes y estamos por encima de los veinte, el maquillaje adquiere una segunda cualidad importante. Además de realzar la belleza de cada una, debe ofrecer protección a la piel. Sí, ya en el segundo escalón nos asusta un poco el tema de las arrugas (aunque no se vean) y empezamos con los rituales que nos vende la industria cosmética de limpieza, tonificación e hidratación de la piel. Las marcas de bajo costo y buena calidad, siguen siendo nuestras aliadas, pero también se incluyen nuevas (tal vez un poco más costosas) que incluyen tecnologías para el cuidado de la piel. Somos víctimas de la innovación y terminamos incluyendo en nuestras cosmetiqueras marcas de lujo como Clinique, Mac, Lancome, Ives Saint Laurent, Dior. Eso sí, depende del presupuesto de cada una. De esta forma, una cosmetiquera en este grupo de mujeres, estaría entre los cien mil y un millón de pesos, dependiendo la variedad y marca de los productos que utiliza.
De los treinta en adelante, es primordial el tema antiarrugas. Sí, las pestañinas, los rubores, los labiales, todos son importantes, pero no tanto como los productos previos al maquillaje. La industria cosmética ofrece el mismo ritual de limpieza, tonificación e hidratación, que venimos haciendo desde los veinte, pero ahora agregándole cremas y tónicos “antiedad”. Cada una de las marcas de esta gran industria ofrece productos para este fin y los precios varían de una a otra, llevando a incrementar notablemente el precio de nuestras cosmetiqueras. A continuación les presento un comparativo entre un presupuesto modesto y uno sofisticado, utilizando algunas de las marcas comerciales más consumidas en nuestro país.
Esta industria está presente en la mayor parte de vida de un gran número de mujeres, y son millonarias las ganancias que le generamos a las compañías de belleza mes a mes. Sin embargo, somos felices comprando el último rímel que le dará cinco veces más volumen a nuestras pestañas, o el labial que hará crecer nuestros labios, y también el último color de esmalte. Al igual que uno de los supuestos de las curvas de indiferencia en economía, aquí más es mejor. No sé qué tan notorios puedan ser los efectos que promete cada producto cosmético, pero lo cierto es que a la mayoría de las mujeres, nos hace felices maquillarnos.
Para los hombres que nos leen, tal vez sea confuso entender la utilidad que derivamos de esta actividad, pero tampoco son ajenos a lo bien que llegamos a vernos si hacemos un buen uso de estos productos. Ahora, no estoy diciendo que sin maquillaje ninguna mujer sea bonita, no, eso va por otro lado. La esencia de cada mujer, como cada ser humano, es única y esa belleza subjetiva es la que finalmente termina cobrando valor real. No buscaba animar a más de una a comprar maquillaje, pero sí contarles un poco de cómo estamos ancladas a esta gran industria casi todas nuestras vidas, de cuánto invertimos y de cómo van cambiando nuestras preferencias como consumidoras en el tiempo.