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¿Colombia evangélica?

Por: Pedro O. Hernández Santamaría

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La obligación ciudadana para construir un mundo justo es independiente de cualquier tipo de liderazgo religioso. El poder de gobernar debe ser ejercido por cualquier persona que respeta la ley y es guiado por la justicia puesto que un religioso no necesariamente tiene la mejor respuesta a los dilemas que afectan a la sociedad.

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Tomado de: Nueva Sociedad, disponible en: https://goo.gl/jWWelX

Recientemente, con los resultados del plebiscito en relación al acuerdo de paz con las Farc, se evidenció la creciente influencia del cristianismo, especialmente de las corrientes evangélicas en los resultados electorales y políticos de nuestro país. Para Semana, por ejemplo, las iglesias cristianas, en sus diferentes vertientes, tienen un peso electoral tal, que fueron determinantes en los resultados del plebiscito. Lo expresan con una imagen incluso sugestiva, prejuiciosa, quizás irrespetuosa pero diciente:

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Tomado de: Revista Semana, disponible en: https://goo.gl/dd0Wk0

Ahora bien, aunque se mencionan diversas versiones del Cristianismo, es claro que el artículo de Semana (y de diversos medios de comunicación) hace referencia a la comunidad evangélica. Al respecto, hay que tener en cuenta que “América Latina tiene una larga tradición de presencia evangélica, [que en] las últimas décadas ha dado un salto significativo, especialmente en su versión pentecostal.” (Julio Córdova Villazón, 2014, Nueva Sociedad).

De hecho, hay quienes afirman que “el fuerte crecimiento de los grupos evangélicos durante las últimas décadas; especialmente en sus variantes neopentecostales, [en el que] el movimiento evangélico interactúa cada vez más con las nuevas tecnologías y ocupa espacios más «mundanos» de la sociedad, [lleva a considerar como un hecho que] el catolicismo ya no tiene el monopolio del cristianismo en América Latina” (Airton Luiz Jungblut, 2015, Nueva Sociedad). Pareciera que ahora la otrora minoría evangélica es fundamental para lograr resultados políticos, o mejor, resulta relevante “tener el apoyo de los pastores evangélicos”.  De hecho, para el artículo de Semana, es todo un interrogante el creciente y concentrado poder de los evangélicos, y para esto señalan como ejemplo a Brasil.

Pues bien, en el caso del Brasil quiero compartir con ustedes la perspectiva de un teólogo brasilero acerca del movimiento evangélico y los cristianos en la política brasilera. Para mí aplica perfectamente al caso colombiano, y por esto, compartiré de forma íntegra apartes de sus opiniones personales. Se trata de Ricardo Gondim, teólogo y pastor de la Iglesia Betesda, en Sao Paulo, Brasil.

Los apartes de la opinión de Gondim que comparto con ustedes los pueden encontrar en los siguientes artículos: “Cristianos y política”, “Dios nos libre de políticos evangélicos”, y “Dios nos libre de un Brasil evangélico”.

A continuación, la advertencia sobre el mensaje generalizado de los evangélicos más radicales:

(…) Me gustaría ver [el país] impregnado de la elegancia, la solidaridad, la inclusión y la compasión del Evangelio. Pero el mensaje subliminal [de] la cultura del movimiento evangélico es otro. Los evangélicos sueñan con el día en que ciudad, estado y país se convierte en masa [a su versión de cristianismo] (…). El sueño es que haya un “avivamiento” religioso atraiga una avalancha de gente a las iglesias evangélicas.

(…) No radica entre los [pensadores] del movimiento evangélico ningún deseo de que los valores cristianos influyan en la cultura [nacional]. Ellos anhelan solamente que el subgrupo, descendiente distante de los protestantes, prevalezca. Para ellos no les interesa que haya un rápido crecimiento numérico entre los católicos romanos; o que los sirios ortodoxos, rusos, armenios o griegos se extiendan. Para «ser del Señor Jesús», [el país] tiene que tornarse «creyente», con la cara de los evangélicos.

Bueno, ¿y qué pasaría si todo el país se convirtiera al evangelismo? Esto advierte Gondim:

(…) Un [país] evangélico significaría el triunfo del «American way of life» ya que mucho de lo que se entiende por espiritualidad y moralidad es simplemente una mala copia de la cultura americana. Obsesionados en poner en práctica los “valores de la familia”, tan deseadas por el Partido Republicano de los Estados Unidos, recrudecería la “teología de causa y efecto” [según la cual] “quién siembra, cosecha” y por tanto, vendría el éxito [y progreso] como sello de la bendición de Dios.

(…) Un [país] evangélico encendería los prejuicios contra la Iglesia Católica. Una nueva élite religiosa (los ungidos) destilaría maldición contra los «enemigos de la fe», los «idólatras», los «herejes», incluso con más perversidad que los ayatolás iraníes. Sería más fácil hablar sobre el infierno y mandar para allá a todo el mundo que rechazara algunas de las lógicas consideradas ortodoxas.

(…) Toda Teocracia un día convertirá en totalitaria. Cualquier intento de homogeneizar la cultura requiere valerse del oscurantismo. Todos los esfuerzos para limpiar e higienizar las costumbres son moralistas e hipócritas.

De hecho, Geoffrey R. Stone, profesor de Derecho de la Universidad de Chicago, publicó un texto en The Huffington Post señalando algunos rasgos de la vida en los 10 estados americanos más religiosos.[i] Encontró lo siguiente:

  • Nueve, de los diez estados, aún tenían escuelas racialmente segregadas hasta la decisión Brown vs. Board of Education del Tribunal Supremo para su abolición en 1954.
  • Cinco, de los diez estados, siguen siendo los peores en términos de su insistencia por mantener la segregación racial en las escuelas públicas.
  • Ocho de los diez estados incluidos en la lista de once estados con la mayor tasa de población encarcelada.
  • Todos los diez estados tienen la pena de muerte.
  • Siete, de los diez estados, se encuentran entre los diez estados con el mayor porcentaje de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza.
  • Seis, de los diez estados, que figuran entre los nueve estados con peores tasas de obesidad.
  • Nueve, de los diez estados, son parte de los veinte con las mayores tasas de tabaquismo.
  • Siete de los diez estados fueron clasificados entre los diez primeros estados con la peor condición de salud de su población en general.
  • Nueve, de los diez estados, se encuentran entre los trece estados con los peores índices de esperanza de vida.
  • Siete, de los diez estados, tienen los peores niveles nacionales en la calidad del servicio médico.
  • Cinco, de los diez estados, son los únicos estados sin leyes de salario mínimo.
  • Los diez estados cuentan con los peores registros de nivel de salario mínimo del país.
  • Nueve de estos diez estados están en la lista, de dieciocho estados, con el peor gasto en educación pública.
  • Nueve estados fueron incluidos en la lista de los veinte peores estados en cuanto a calidad de la escuela pública.
  • Nueve, de estos diez estados, están contenidos en los veinte peores estados con tasas per cápita de muerte por armas de fuego.
  • Cinco de estos estados se encuentran entre los diez estados con una mayoría de ciudadanos que ven pornografía en internet.

¿Será que esa realidad de un “mundo mejor” de valores religiosos que fundamenten todo ámbito humano, prometido por los políticos evangélicos moralistas, sucederá? ¿Acaso podría ser diferente una situación paradójica como la que se describía previamente acerca de los estados más religiosos en los Estados Unidos? Además, desde la perspectiva de los líderes religiosos, ¿Es la mejor estrategia política “aliarse con políticos que usan y desechan a quien les conviene”? ¿Es la religión la solución a todos los problemas humanos?  Para Gondim, “(…) el impulso religioso se convierte fácilmente en deseo de poder. (…) [Y] con la debilidad ética (…) de los líderes religiosos y la falta de sentido crítico de [sus] seguidores, si el avance del neo-pentecostalismo continúa (…), lo peor está aún por llegar. Por desgracia”.

¿Qué significa actuar políticamente como ciudadanos, sabiendo que como ciudadanos somos seres humanos que actuamos en sociedad, cargados con diversidad de creencias, nociones y sentidos de realidad y verdad? Pues bien, todo empieza por una responsabilidad compartida y una conciencia colectiva de que los asuntos públicos, los asuntos que nos competen y afectan a todos, deben contar con el mejor y más íntegro recurso humano que asegure el bienestar de todos en sus actuaciones. Al respecto, Gondim señala:

(…) El ejercicio de la política nunca fue imperativo de “los redimidos, los elegidos o los escogidos”. Para que haya justicia no es necesario que existan personas “salvas”; bastan hombres y mujeres íntegras.

(…) La obligación ciudadana, no religiosa, para construir un mundo justo es independiente de los pastores. El poder de gobernar debe ser ejercido por cualquier persona que respeta la ley y es guiado por la justicia. La política busca, sin los cabestros de los credos o de las afiliaciones religiosas, velar porque se respeten los derechos de cada persona y porque se proteja a aquellos que sufren de opresiones.

(…) Por las puertas de una nación justa entran y salen los que no serían bienvenidos en las catedrales. El Estado debe descomprometerse de los intereses religiosos. San Agustín llamaba como «gentiles justos» a aquellos que se mostraban más capaces para gobernar que los propios «santos».

(…) Un religioso no necesariamente tiene la mejor respuesta a los dilemas que afectan a la sociedad. Defender la posición política como se defiende un dogma teológico, además de no indicar solución alguna, crea fanáticos y terroristas religiosos.

(…) La preparación real para la política no se produce en [las sillas de los auditorios de los templos], pero sí en el ejercicio de la ciudadanía. Cantar, predicar y ser capaz de enseñar en la escuela dominical no garantiza buenos políticos. Lo que posibilita la buena política son los debates en ambientes democráticos –incluso en las iglesias– en los que las ideas son confrontadas, probadas y puestas en práctica.

Pues bien, sé que las generalizaciones siempre son odiosas, y como cristiano evangélico no me identifico con aquella cultura que reprocho con este artículo. Aquí estoy llamando la atención sobre ciertos rasgos de algunos liderazgos evangélicos en el debate público. Por esto, para terminar, quiero rescatar lo que Gondim señala al respecto del cristianismo y su importancia para nuestra sociedad con sus diversidades y particularidades cotidianas:

(…) El proyecto cristiano tiene como objetivo preparar para la vida. Jesús nunca pretendió anular las costumbres de los pueblos no-judíos. De ahí su ovación a la fe de un centurión (un romano pagano) como especial y digna de elogio. Cristo dijo que entre los exigentes fariseos, nadie tenía una espiritualidad tan única y hermosa como la de ese soldado que estaba preocupado por su esclavo.

(…) Llevar la Buena Nueva -Evangelio- no significa exportar cultura, crear dialecto o hacer cumplir criterios morales. (…) El Evangelio llama a la práctica de la justicia [y la] solidaridad; buscar generar hombres y mujeres diferentes; imprime en las personas el mismo espíritu que movió a Jesús a practicar el bien. (…) Resulta que Dios no rivaliza con la libertad humana, es su mayor defensor.

[i] Mississippi, Utah, Alabama, Louisiana, Arkansas, Carolina del Norte, Tennessee, Carolina del Sur, Georgia y Oklahoma.

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