El Mal Economista

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Azúcar en Colombia, ¿el nuevo tabaco?

Por: Sebastián Mayor
Twitter: @sebastianmayor  @maleconomista

El debate acerca de los efectos nocivos del consumo de azúcares refinados está comenzando, y podría llevar a convertir los alimentos y bebidas azucaradas en el nuevo tabaco. 

gaseosa

Fuente: Vitaminasperu.com

La guerra contra el tabaco comenzó hace varios años y cada vez es más fuerte. En los últimos años se han implementado diferentes medidas que buscan desincentivar su consumo, e informar a las personas sobre los efectos negativos de fumar. Actualmente, se están empezando a debatir los efectos negativos sobre la salud del consumo de azúcar, lo que podría llevar a que se tomen medidas que desincentiven su consumo, como ya ocurrió en el caso del tabaco. Lo anterior me hace pensar que el azúcar puede llegar a convertirse en el nuevo tabaco: el patito feo de la industria de alimentos y bebidas.

Hasta ahora no existe restricción sobre la venta ni el consumo de productos con azúcar, ni se han implementado medidas para desincentivarlo (al menos en Colombia), como sí ha ocurrido con el tabaco. Hace años fumar era algo socialmente bien visto: se incentivaba su consumo en comerciales de radio y TV, y se podía hacer prácticamente en cualquier lugar, algo que ha cambiado radicalmente con el tiempo. Hoy en día en muchos países existen leyes que tratan de disminuir su consumo, limitando los lugares en donde se puede consumir, exigiendo a las tabacaleras que pongan fotos con los efectos nocivos que causan sus productos, subiendo los precios, poniéndoles más impuestos y hasta limitando la publicidad de las marcas de cigarrillo en TV, medios impresos, etc.

Todo esto ha sido producto de los efectos nocivos—y no refutados— que causa fumar, como enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Sin embargo, esto no siempre fue así: durante muchos años las tabacaleras pagaron estudios que desligaban dichas enfermedades del consumo de tabaco, retrasando así las medidas que lograran desincentivar su consumo. Incluso hoy en día siguen dando la batalla, tratando de evitar que se le sigan imponiendo restricciones que puedan afectar sus ventas.

La pregunta que me surge es si llegó la hora del azúcar y sus productos. En Colombia, en la primera semana de septiembre de 2016, la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) ordenó retirar un comercial de TV que hablaba de los presuntos efectos nocivos del consumo de bebidas azucaradas y que tenía como fin desincentivar su consumo. La decisión se argumentó en que el comercial carecía de soporte científico y que incluía otras imprecisiones como las cantidades de azúcar que tenían las diferentes bebidas (ver comunicado).

También el Ministro de Salud, Alejando Gaviria, ha mencionado que se debe incluir un impuesto a las bebidas azucaradas, aprovechando que se aproxima una reforma tributaria, que ayude a financiar el sistema de salud y bajar su consumo. Es obvio que la propuesta ha generado rechazo, especialmente entre productores y comercializadores de estas bebidas, que sufrirían grandes pérdidas. Esta medida ya fue implementada en México, en donde efectivamente hubo una disminución en el consumo de bebidas azucaradas y un aumento en el de otras bebidas exentas del impuesto (ver). Según la Universidad de Carolina del Norte y el Instituto de Nacional de Salud Pública de México, el consumo de bebidas azucaradas se redujo en promedio 12% al finalizar el primer año en el que rigió el impuesto. Sin embargo, sus efectos sobre la salud todavía están por verse.

En los años 80, en EE.UU. el debate apuntaba a que era el consumo de grasas saturadas el causante de obesidad y no el azúcar, en línea con los estudios de la época. Tal como ocurrió con el tabaco, algunas de las empresas productoras de estas bebidas han tratado de que los estudios demuestren que el consumo de azúcar no está ligado a la obesidad (ver). Sin embargo, cada día hay más evidencia de que el consumo de azúcar sí tiene consecuencias negativas, e incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda controlar su consumo (ver).

Hoy en día las empresas productoras de alimentos y bebidas azucaradas no tienen ninguna restricción, pero no sería extraño que en el futuro empezaran a tenerlas. Puede que en 20 o 30 años no veamos más comerciales de TV promocionando bebidas azucaradas, o que las botellas de gaseosas y empaques de chocolatinas tengan fotos de personas obesas y moribundas, o que sólo se puedan vender a personas mayores de edad, que se supone son conscientes de las consecuencias negativas de su consumo.

El camino para que efectivamente se dé un cambio en el patrón de consumo de azúcar es largo. En primer lugar, existen intereses económicos que harán que el cambio sea lento, si es que se da: no es probable que un Gobierno quiera que las empresas de alimentos y bebidas, que crean empleos, pagan impuestos y fomentan la innovación, se quiebren. Por lo que la transición debe ser lenta y permitir que se ajusten. En segundo lugar y en contraste con lo que pasa con el cigarrillo, el consumo de azúcar es algo más difícil de cambiar, pues desde muy pequeños consumimos azúcar, varias veces al día.

No obstante, los productores de bebidas azucaradas y productos derivados del azúcar tienen cierto margen de acción. El primero, es tratar de desligar el consumo de las enfermedades y dar la batalla política para que no se apliquen impuestos, y como sucedió con el comercial de bebidas azucaradas, poner el grito en el cielo para que lo quiten. Esta opción parece ser útil a corto plazo, pero en el largo plazo se va a volver insostenible. La segunda opción, que además ya está ocurriendo, es adaptar sus productos para que tengan menos azúcar y sean más saludables. Las dos empresas más importantes en Colombia ya han optado por esto, lanzando líneas de bebidas endulzadas con stevia, aparte de las light o dietéticas que ya existen.

Actualmente no existe ninguna restricción o medida que busque desincentivar el consumo de azúcar en Colombia. Sin embargo, es un debate que está comenzando a tomar fuerza y que podría derivar en medidas similares a las que se implementaron para reducir el consumo de tabaco. En caso de darse tal situación, ojalá que su efecto derive en una mejora en la salud pública, y no únicamente en un detrimento para las empresas productoras y los comercializadores de esas bebidas.

 

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