El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

¡El amor de familia no tiene orientación sexual!

En la tierra del Sagrado Corazón parece que los que defienden lo sagrado ya no tienen corazón. 

Twitter: @AndresSastre  @maleconomista
Facebook:   El Mal Economista
Instagram: @maleconomista 

Ser colombiano debería considerarse una actividad de alto riesgo. Parece que tener ese simpático pasaporte café y ser parte del selecto grupo de ciudadanos del Sagrado Corazón trae consigo el precio de ver, vivir y padecer una suerte de —a la falta de mejores palabras— continuas decepciones. En días pasados, Colombia se convirtió en un abanderado de la familia, la moral y las buenas costumbres. Un país defensor de la fe y la naturaleza. Nos convertimos en símbolo de todo lo que se puede proteger y valorar en la cristiandad. O bueno, eso creen en el fondo de sus mentes quienes viven aún en el siglo XV y consideran que aquellos que no estamos casados, somos homosexuales o quedamos viudos somos ciudadanos de segunda clase y no somos dignos para formar una familia.

Con el uso mezquino de los niños como escudo sacrosanto de una cruzada contra quienes somos diferentes, un grupo de políticos de derecha, cristianos y conservadores (aunque liderados por una senadora «liberal») continúan victoriosos promoviendo la discriminación por vía democrática y al país parece no importarle. Digo parece porque seguramente en un país tan dinámico e inesperado, (como la trayectoria política y personal de los promotores del referendo, los esposos Lucio-Morales) cada día trae su afán y sus emociones. Por lo que espero que algún día la indignación no venga por unas falsas cartillas de «género» o por la letra de una canción, sino por la forma en la cual personas que defienden valores del pasado usan nuestro sistema democrático contra nosotros mismos.

Contrario a lo que cree la familia Lucio-Morales, quienes queremos formar una familia a pesar de no ser heterosexuales, no somos mejores ni peores personas. De hecho, somos individuos comunes y corrientes que vemos en la familia ese mismo núcleo de la sociedad que ellos dicen defender, pero que también somos conscientes que en una sociedad tan imperfecta, machista pero matriarcal, hay tantos tipos de familias como formas de amar. Por ejemplo, tuve el privilegio de ser hijo de madre soltera y contar con abuelos, tíos y bisabuelos que me amaron como un hijo. Seguramente para la dupla Lucio-Morales es indigno que un «bastardo» haya podido estudiar en un colegio católico y fuera a la universidad o que mi madre haya construido una vida plena sin un hombre a su lado. Sin embargo, para mí es motivo de orgullo y por eso es doblemente ofensivo que este posible referendo no solo persiga a quienes somos homosexuales sino también a quienes, como mamá, no necesitaron de una pareja para formar una familia.

Es perverso ver cómo usan la democracia para perseguir a un grupo de ciudadanos: al buscar la prohibición de la adopción no solo se nos da un tratamiento de segunda clase, de “no aptos para”, sino que también se ofende al profundo amor que puede emanar de una persona que va a tomar la decisión autónoma, adulta y responsable de formar a un niño abandonado. Se trata de una acción producto de una relación heterosexual, de hombre y mujer para hablar en términos de la fe, irresponsable que no quiso o, quizás, no pudo asumir el reto de ser padres. Es ofensivo también porque deja implícito un mensaje oscuro y es que en función de algo tan íntimo y tan personal como la vida sexual y afectiva de una persona, el pueblo puede decidir si es o no apta para formar una familia. Es ingenuo, aparte de todo lo anterior, porque pretende defender como único estándar de familia a un esquema que ha probado no ser perfecto.

Por lo demás, es completamente absurdo promover el uso de nuestro sistema democrático para crear «clases» de ciudadanos, categorías de primera y de segunda y aún más arcaico pretender que un estado laico, por lo menos en el papel, sea regido por creencias religiosas o morales. Tan absurdo como si se me prohibiera creer en Dios vía decreto. Pero bueno, en la tierra del Sagrado Corazón parece que los que defienden lo sagrado ya no tienen corazón.

También le puede interesar:

 

Tres maneras en las que Donald Trump podría llevarnos al fin de la humanidad

Oleaje mediático contra el barco de la paz.

La comerciante del metro

Las 6 imposibilidades posibles para conseguir trabajo

El embarazo adolescente y la reproducción de la pobreza y la desigualdad.

 

Comentarios