Desde la Academia

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¡Proteger sí, encerrar no!

Por David Bardey

Después de los canosos, ahora en Bogotá se quiere encerrar a los obesos, los diabéticos y los hipertensos. Antes que nada, debo recordar que la idea de proteger a las personas más vulnerables frente al virus es claramente excelente, mucho más que la de aplicar encierros horizontales que solo unos pocos pueden cumplir. En efecto, vamos a ver en esta entrada que el enfoque es el adecuado, aunque discrepo fuertemente respecto a su implementación, como ya lo indica su título.

Proteger a los “vulnerables” en lugar de proteger a los estratos 5-6

Como lo había indicado en mi primera entrada sobre el Covid-19 (ver acá), los encierros horizontales como se decidieron no iban a poder cumplirse, excepto por una minoría de personas que pueden ejercer sus actividades teletrabajando. El resto de la población, especialmente los que tienen sus actividades profesionales en el sector informal, deben salir para poder generar ingresos. Obviamente, las ayudas del Estado fueron cruciales para mitigar la disminución de medios de vida, pero insuficientes. Como lo he podido observar en los datos que unos compañeros de la Facultad están trabajando, la pandemia afecta mucho más a los estratos bajos que a los altos. Estas diferencias son abismales y muestran bien que frente a esta pandemia, vivimos realidades muy diferentes. Mientras unos pocos se aíslan del virus quedándose en sus casas, una mayoría de personas se contagian, lo que en el algún momento implicará una inmunidad de rebaño, momento en la cual la minoría encerrada podrá salir de nuevo. El virus no es suficientemente inteligente para segregar en una dirección o en otra, pero si ha segregado tanto es porque, la realidad socioeconómica del país y también la política diseñada para mitigar la pandemia, lo ha facilitado.

En este orden de ideas, la propuesta de proteger a los vulnerables va claramente en la buena dirección, pues la idea ya no es aplicar encierros que protejan principalmente a los estratos altos, que sean vulnerables o no, sino más bien proteger a los vulnerables frente al virus, que pertenezcan a estratos bajos o altos. Teniendo en cuenta la realidad del país, es lo que toca hacer. Ahora la pregunta es cómo implementar esta protección.

Los encierros son contraproducentes

La idea de aplicar encierros a las personas que sufren de diabetes, hipertensión, y obesidad no me parece adecuada por tres razones.

Primero, me parece poco pragmático aplicar una medida de forma obligatoria que no se puede hacer cumplir de todas formas. No hace más que herir las susceptibilidades, las cuales son perfectamente entendibles, y además, en la práctica no cambian nada (¡salvo si ponen pesas ahora a la entrada de los almacenes, tensiómetros y pruebas de glicemia!). Además, el rechazo político que genera, nos puede hacer olvidar el mensaje esencial que hay detrás: ¡por favor protéjanse! Muy contraproducente.

Segundo, los encierros sirven para proteger a la población de las externalidades negativas que generan las personas a terceros, en este caso del riesgo de contagiar a alguien del Covid-19. Si bien los canosos, los obesos, los diabéticos y los hipertensos tienen un riesgo mayor en caso de contagiarse, ellos no generan una mayor externalidad negativa que el resto de la población sobre los demás. Por ende, poner la medida obligatoria va en contra de las libertades individuales de la gente que tienen estas características, mientras que la privación/restricción de libertades se justifica solamente en caso de externalidades negativas mayores al promedio. Como no es el caso, ¡recomendar tomar mayores precauciones, sí, imponerlas, no!

Tercero, esta medida de encierros para estas personas lleva a una contradicción entre dos efectos, especialmente para las personas sufriendo de hipertensión y de obesidad. En economía de la salud se distingue la prevención primaria de la prevención secundaria. La prevención primaria son todas las acciones que permiten reducir el riesgo de enfermedad, en este caso de contraer el Covid-19. Claramente aislarse se inscribe en esta lógica de prevención primaria. La prevención secundaria, de manera diferente, consiste en reducir las consecuencias de la enfermedad en caso de que esta se de. Acá, típicamente, obligar al sedentarismo es una forma de impedir la realización de acciones de prevención secundaria. En efecto, la primera recomendación que hace un médico a un paciente obeso o hipertenso, es la de salir a caminar. Si las personas con estas características ya no pueden caminar, entonces eso contribuye a aumentar su factor de riesgo. En caso de que, a pesar de aislarse (prevención primaria) contraen el virus, entonces, por tener un factor de riesgo aumentado, les puede ir mucho peor. Si uno se pone los lentes Rawlsianos, es decir buscando proteger a los más desfavorecidos o más riesgosos, y creo que es también el espíritu de la Constitución Política, seguramente debe primar el componente de prevención secundaria sobre el de prevención primaria.

¿Entonces cómo proceder?

Como lo indiqué hace poco (ver acá), los encierros rápidamente se pueden transformar en una adicción para nuestros gobernantes, pues encerrar genera efectos desastrosos, pero es una forma de decir que se habrá hecho lo que se ha podido contra la pandemia, y por otro lado, no requiere mucha creatividad, pues es el método de siempre.

Luchar contra los efectos sanitarios de esta pandemia sin encierro es efectivamente más complicado -y retador-. En otras entradas (ver acá y acá) ya propuse mecanismos alternativos a los encierros, entonces no me voy a repetir, sino que me voy a concentrar en medidas que se podrían aplicar para facilitar la vida y minimizar el riesgo de contagio de estas cuatro categorías de individuos que queremos encerrar injustamente. Primero necesitan salir y caminar, y eso se puede hacer usando tapabocas y aplicando todas las condiciones de bioseguridad. En estas condiciones, el riesgo de contagiarse es bajo. Segundo, el Estado tiene que ofrecer los servicios para facilitar el auto-aislamiento voluntario de estas personas. Por ejemplo, usar los datos del SISMED o montar una plataforma en la cual las personas se pueden auto-reportar con estas características para recibir ayudas. Típicamente, es mucho mejor que estas personas no tengan que salir a hacer mercado donde el riesgo de contagio es alto. El Estado podría entonces ofrecer un servicio de entrega del mercado a domicilio gratis. También, el Estado puede proponer que se hagan pruebas cada semana a la gente que vive con personas con estas características para poder implementar un aislamiento preventivo más sistemático. En fin, son muchas las posibilidades que nos podemos inventar entre todos y proponer al Estado para minimizar el riesgo de las personas más vulnerables frente al virus, sin tener que acudir a estos encierros.

PD1: a pesar de lo que podrían hacer creer mis entradas, no sufro de claustrofobia, no tengo conflicto de interés en eso .

PD2: Colombia tiene la fortuna de tener muchas mujeres economistas excelentes, y una de ellas cumple años en el día de hoy. ¡Un muy feliz cumpleaños Ana Fernanda M.!

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