Por: Andrés Zambrano
Profesor Asociado, Facultad de Economía, Universidad de los Andes
Ha llegado el momento de presentar la declaración de renta y el tema de los impuestos vuelve a ponerse de moda. Y aunque este momento es temido por muchos, en la realidad poco se paga en esta época del año cuando se compara con lo que debe pagarse en el mes de Abril con el impuesto predial. ¿Por qué le tememos tanto a la declaración de renta? ¿Existen ventajas de ésta que aún no hemos explotado?
Declarar renta no es lo mismo que pagar impuestos. La declaración de renta provee información a la DIAN sobre nuestros ingresos y patrimonio, para que después se decida sí se deben pagar impuestos o no y en qué cantidad. Pero no siempre implica el pago de impuestos; al contrario, varias veces genera una devolución por parte del gobierno de lo que ya se ha tributado a través de la retención en la fuente. Asociar la declaración directamente con el pago de impuestos es una desinformación usada por opositores de reformas tributarias para debilitarlas (sí, la misma desinformación que en tantos otros escenarios ha generado consecuencias inesperadas en la era de las redes sociales). La reforma tributaria de la anterior legislatura fue también víctima de esta estrategia. Y aunque soy de los que cree que dicha reforma pudo haber sido diseñada mejor para que en realidad fuera estructural, el aumento de la base que debía declarar renta NO era una de sus debilidades.
Al contrario, estoy convencido de que todos los ciudadanos económicamente activos deberían realizar una declaración de renta. Sí, económicamente activos incluye aquellos con pocos ingresos y hasta desempleados. La declaración de renta representa información valiosa que puede usarse como una herramienta más para focalizar subsidios y programas. Sería un mecanismo mucho más útil que la estratificación o el Sisbén porque provee información directa sobre la situación económica de un hogar y no una aproximación.
Esta idea no es nueva y se ha aplicado con éxito en otros países. Estados Unidos ha otorgado subsidios a partir de la información en dicha declaración desde hace al menos 20 años. Los programas van desde créditos tributarios hasta subsidios para seguros de salud, con tan buenos resultados que cada vez son más los programas implementados de esta manera. Sin embargo, en Estados Unidos, como en Colombia, la declaración de renta no es obligatoria para hogares cuyos ingresos están por debajo de un umbral; aunque muchos por encima de ese umbral, antes que pagar impuestos, reciban subsidios. Así que muchos hogares muy pobres no tienen acceso a este tipo de subsidios si no declaran renta.
En un artículo publicado el año pasado, Shanthi Ramnath y Patricia Tong, del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, estudiaron el efecto que tuvo un nuevo subsidio en 2008 para personas con ingresos muy inferiores que no estaban obligadas a declarar renta, pero que solo podían acceder a este beneficio si realizaban la declaración. Allí encontraron que este subsidio incrementó el número de hogares pobres que declararon renta y redujo la probabilidad de que estos hogares fueran pobres en los siguientes años. Algunos dirán que el primer hallazgo es obvio pues era un subsidio sin ninguna atadura y relativamente fácil de obtener. Pero lo más importante es que estos hogares siguieron declarando renta en los siguientes años después de un incentivo que duró un solo año. ¿Por qué? Porque se dieron cuenta que declarar no significaba tributar; al contrario, significaba el acceso a otros subsidios más. De hecho, con respecto al segundo hallazgo, las autoras encuentran que varios hogares lograron salir de la pobreza porque además del nuevo subsidio, estos hogares lograron acceder a subsidios complementarios que ya existían desde antes pero que no recibían por no declarar renta.
Como ven, la temida declaración de renta es más una oportunidad que una carga para los pobres. Muchas veces los ciudadanos protestamos por el mal diseño de las políticas públicas porque no focalizan los subsidios a quienes realmente lo necesitan o porque son insuficientes. Buena parte del problema es que no existe suficiente información y el diseño debe basarse en aproximaciones como la estratificación. ¿Por qué no dejar de lado las aproximaciones y diseñarlas con la información real? El artículo citado muestra las bondades de incentivar a los hogares más pobres a declarar renta. ¿Por qué no ir más allá de la experiencia de Estados Unidos y volver la declaración de renta obligatoria?
El único costo de hacer esto que se me ocurre es el de contratar un contador para realizar la declaración de renta. Es verdad que muchos hogares de pocos recursos encontrarán este gasto excesivo. Pero eso es fácilmente evitable con contadores pagados por el Estado que provean dicho servicio en centros al alcance de cualquiera. Dichos contadores también podrían hacer talleres donde se enseñen a realizar las declaraciones. De hecho, hay que reconocerle a la Dian la buena labor de hacer los formularios electrónicos muy amigables para cualquiera que no sea experto en el tema. Tenemos que cambiar los prejuicios en contra de la declaración de renta y verlo como una oportunidad, más que una carga, para diseñar mejores programas contra la pobreza.