Desde la Academia

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¡Glifosato y aspersiones: reflexiones de un agnóstico!

Por David Bardey

 En un contexto complicado por el fuerte crecimiento de los cultivos de coca en Colombia, el uso del glifosato a través de aspersiones aéreas para luchar contra la expansión de este tipo de cultivos ha sido objeto de muchos debates, ya sea en el ámbito académico, el entorno jurídico con el reciente pronunciamiento de la Corte Constitucional o la esfera política con todas las discusiones a favor o en contra de su utilización para la lucha contra los cultivos de uso ilícito. Para los que están acostumbrados a posiciones muy fuertes a favor o en contra del uso del glifosato, es posible que queden frustrados con esta entrada, porque la triste y simple verdad es que no sé que es mejor hacer al respecto (puede ser que soy el único porque tengo la impresión de que todo el mundo tiene una idea precisa de lo que es mejor hacer en este caso J). En cambio, lo que les propongo es discutir algunos de los argumentos que se han dado para intentar contribuir en algo a este complejo debate.

  1. ¿Es peligroso el glifosato?

Es una pregunta relativamente difícil de contestar por la falta de consenso entre los estudios científicos. De hecho, uno puede fácilmente encontrar resultados a su medida. Si ya tienen una posición muy firme en contra del uso del glifosato, entonces pueden escribir en su motor de búsqueda “glifosato cáncer” y encontrarán resultados a su gusto. Si, por el contrario, están convencidos de que el glifosato no es peligroso, escriban “glifosato seguridad” y también encontrarán resultados satisfactorios para alimentar su sesgo de confirmación.

Una vez que una lectura meticulosa nos hace eliminar los estudios que tienen vínculos demasiado estrechos con la industria de los herbicidas o con instituciones activistas en contra de estas, aún podrán encontrar una multitud de artículos serios con resultados opuestos a esta pregunta. Para poder progresar un poco en este debate, creo que el siguiente paso debería ser el de entender de dónde vienen estas diferencias. Muchas veces se deben a que el glifosato es un principio activo, mientras que, los productos evaluados que la contienen presentan diferencias que pueden impactar los resultados. Además de lo anterior, la manera con la cual se usan los productos que contienen glifosato es también importante. Por ende, en lugar de nutrir su sesgo de confirmación buscando siempre estudios que confirman su posición inicial, creo que sería más constructivo usar la heterogeneidad de los resultados encontrados para entender mejor si hay formas más o menos seguras para usar este herbicida en caso de que sea una opción.

En todo caso, ya hay pronunciamientos de organismos internacionales al respecto. La ventaja de estos organismos es que producen meta-análisis recolectando toda la evidencia científica disponible para poder clasificar los productos analizados en una categoría. En particular, el CICR, una agencia de la Organización Mundial para la Salud (OMS) clasifica al glifosato en la categoría 2A, como posible cancerígeno. Cabe resaltar que no es la peor categoría que tiene esta clasificación, pues el glifosato no pertenece a la categoría del tabaco o del asbesto, sino que pertenece a la categoría que contiene también las bebidas calientes (a más de 60º) o la carne roja. Dicho eso, claramente no se puede y no se debe hacer cualquier cosa con productos que contienen este principio activo, pues son potencialmente peligrosos.

  1. Si el glifosato es peligroso, ¿cómo y para quién?

 Si todo el mundo parece coincidir en que es mejor no empezar el día tomando una tasa de glifosato al desayuno, en relación con la pregunta anterior, se debe definir no solamente el uso, pero también las diferentes formas de estar expuesto a este producto.

Si hablamos de los consumidores de los productos que reciben glifosato, todavía la evidencia de la peligrosidad del glifosato parece débil, aunque es preocupante observar que la concentración de glifosato en la orina de la gente presenta una tendencia creciente (ver estudios en Francia de la organización “Générations futures”). El organismo de la Unión Europea (EFSA) encargado de la seguridad alimentaria ha definido algunos umbrales al respecto (0,5 mg/kg), pero hay también consenso en la comunidad médica en que no conocen muy bien las consecuencias sanitarias del glifosato en nuestros organismos en el largo plazo. A mi juicio, si hay un espacio prioritario para aplicar el principio de precaución, debería ser a este nivel, puesto que, aunque no se ha establecido la peligrosidad de pequeñas dosis de glifosato en nuestros organismos, por ser un producto potencialmente cancerígeno, hay un grado de incertidumbre suficiente, y además, estamos hablando de productos de consumo masivo, es decir que, afectan a casi a todo el mundo. Si estamos de acuerdo en que es mejor no beber una tasa de glifosato al desayuno, deberíamos coincidir fácilmente en que es también mejor evitar tomar glifosato comiendo cereales. De hecho, se encuentra en discusión en varios países la prohibición del glifosato para la agricultura. Una aplicación de este principio de precaución en este nivel ya se puede encontrar en Francia. En el país galo, la agencia de seguridad sanitaria retiró en el 2016 la autorización a 126 productos que combinan glifosato con el POE-Tallowamine, una substancia que facilita la penetración del herbicida de los tejidos vegetales.

Para los agricultores que manipulan los herbicidas que contienen glifosato, la naturaleza de la incertidumbre es un poco diferente, puesto que hay resultados bastante fuertes, pero en direcciones opuestas. Un estudio importante publicado en el  Journal of The National Cancer Institute analiza el caso de 50.000 trabajadores en el campo durante más de 20 años llegando a la conclusión de que no hay peligro para estos trabajadores. No obstante, más recientemente, un meta-análisis llegó a resultados opuestos: encuentran que los trabajadores más expuestos a los herbicidas que contienen glifosato tendrían un riesgo más alto (41%) de desarrollar un linfoma no-Hodgkin. Para volver al tema inicial de esta entrada, de esta evidencia mixta, mi principal recomendación sería la de no usar productos con glifosato de manera manual para erradicar los cultivos de coca, dado que puede haber efectos sanitarios para las personas que lo manipulan, y además, el glifosato usado en contra de los cultivos de coca es mucho más concentrado. De manera general, si el Estado colombiano quiere volver a utilizar el glifosato, la aplicación del principio de precaución le obliga a encontrar una tecnología segura para las personas que lo van a manipular para controlar y mitigar el riesgo ocupacional.

  1. ¿Un Estado puede exponer a sus ciudadanos a un producto potencialmente peligroso?

Uno de los argumentos en contra de las aspersiones aéreas con glifosato es que el propio Estado no puede poner en peligro con sus propias acciones a sus ciudadanos. Más precisamente, como lo recordó Alejandro Gaviria en su presentación ante la Corte Constitucional, el artículo quinto de la Ley Estatutaria en Salud dice que el Estado debe: “Abstenerse de afectar directa o indirectamente en el disfrute del derecho fundamental a la salud, de adoptar decisiones que lleven al deterioro de la salud de la población y de realizar cualquier acción u omisión que pueda resultar en un daño en la salud de las personas”. Es un argumento constitucional indiscutible, pero en este nivel difiero un poco respecto a las implicaciones de este argumento para nuestra pregunta inicial.

Aún si uno se queda solamente con la evidencia que revela los efectos potenciales dañinos y adversos del glifosato sobre la salud de las personas expuestas, especialmente los estudios que han analizado específicamente el caso de las aspersiones aéreas sobre los cultivos de coca, no me parece automático que el Estado no pueda, o no deba, aplicar estas aspersiones. En efecto, para poder responder a esta pregunta, toca analizar las consecuencias de las aspersiones para las comunidades expuestas y compararlas, para estas mismas comunidades, con las consecuencias de la ausencia de estas aspersiones.

Ya tenemos algunos resultados sobre las consecuencias de estas aspersiones para la salud de las personas (ver por ejemplo el artículo de mis colegas Adriana Camacho y Daniel Mejía publicado en el Journal of Health Economics en 2017 sobre las consecuencias de la utilización de la aspersión aérea del glifosato sobre los abortos y enfermedades dermatológicas de la población de las áreas de influencia). Sin embargo, la presencia de grupos armados al margen de la ley dada la proliferación de los cultivos de coca en los alrededores de las comunidades tampoco es una situación buena para la salud de la gente. Para no ir muy lejos, en un artículo publicado en American Economic Review P&P por Adriana Camacho en 2008, se encuentra que la exposición a ataques terroristas afecta a la gente por el estrés, dado que, en particular, este se refleja a través de un bajo peso al nacer de los bebés.

Para tomar la decisión de retomar las aspersiones aéreas se debe entonces comparar en las comunidades expuestas, las consecuencias nocivas del glifosato sobre su salud, con las consecuencias que traen los cultivos de coca por la presencia de grupos armados. Si las fumigaciones son ineficientes y no permiten alejar a los grupos armados de estas zonas, obviamente en este caso es mejor no fumigar, porque las comunidades estarían sometidas a una doble pena: las consecuencias de las aspersiones y la presencia de los grupos armados. Pero si las fumigaciones permiten a las comunidades no tener grupos armados cerca, en este caso se deben comparar los daños de las aspersiones con los daños causados por la presencia de estos grupos. Imaginen que los daños sobre la salud causados por la presencia de grupos armados sean mayores que los daños generados por las aspersiones (aclaro que no tengo elementos para poder decirlo, tampoco para decir lo contrario), en este caso, uno podría revertir el argumento, ya que el artículo quinto de la Ley Estatuaria de Salud habla también de omisión, no solamente de acción.

  1. ¿Son las aspersiones eficientes para luchar contra los cultivos de coca?

Otra pregunta que se debe tener en cuenta para decidir cuál debe ser la política es la de saber si desde una perspectiva económica las aspersiones aéreas son una herramienta eficiente para luchar contra el tráfico de cocaína. Acá tengo varias dudas de diferente naturaleza.

Primero, me cuesta trabajo creer que sea eficiente atacar el narcotráfico en los eslabones de más bajo valor de la cadena de producción de la cocaína o al nivel de los consumidores. De hecho, uno de los grandes éxitos del ex-presidente Juan Manuel Santos cuando era Ministro de Defensa de Uribe son las incautaciones toneladas de cocaína listas para salir con destino a los Estados Unidos y a Europa. Sin duda son los golpes más contundentes que se pueden dar contra las organizaciones criminales. Atacar el narcotráfico al nivel de la producción de las hojas de coca debe ser menos eficiente porque las organizaciones criminales tienen muchas más formas de diversificar el riesgo que les causan las acciones represivas del Estado.

No obstante, si el Estado quiere reducir los cultivos de coca en Colombia, mi segunda duda va esta vez en la otra dirección y concierne la validez externa de los estudios que concluyen que hay formas más eficientes que las aspersiones aéreas de glifosato para luchar contra los cultivos de coca, en particular las erradicaciones manuales. Acá son muchos estudios entonces no voy a citar ninguno y, además, quiero resaltar que no tengo reparos contra las metodologías usadas que he podido revisar para llegar a estas conclusiones. Mi punto no tiene nada que ver con la metodología de estos estudios, sino más bien sobre el uso de estos resultados al momento de formular recomendaciones de política hoy en día. En 2012, las hectáreas de coca eran alrededor de 78.000 ha, mientras que, en 2017, eran 209.000 ha. Dada la magnitud de este cambio en pocos años, se requiere que los rendimientos de escala de las aspersiones y de las diferentes alternativas con las cuales las comparamos se hayan mantenido constantes para poder afirmar que estos resultados siguen vigentes.

En conclusión, mi impresión es que hay mucha ideología alrededor del tema de las aspersiones aéreas de glifosato, mientras que, el conocimiento que tenemos sobre las consecuencias del glifosato para la salud y también sobre el costo-efectividad de este producto para luchar contra las drogas, es todavía relativamente bajo e incierto. Diciendo eso, quiero reafirmar lo que dije al principio de esta entrada: no estoy para nada seguro que es mejor retomar las aspersiones de glifosato para luchar contra los cultivos de coca. Es cierto que los cultivos de coca han crecido de manera importante desde que no se aplican estas aspersiones, pero hay otros efectos que seguramente han jugado un papel preponderante en el crecimiento de los cultivos. En particular, la devaluación que el peso colombiano ha experimentado en estos últimos años debe haber contribuido a aumentar la rentabilidad del negocio de la cocaína para los productores. También el hecho de haber hablado de la sustitución de los cultivos en un estado temprano de las negociaciones de paz generó mayores incentivos a los cultivadores para sembrar coca y después recibir ayudas por parte del Estado. No he visto ninguno estudio que haya cuantificado la magnitud de estos tres efectos, por lo cual me abstendré de decir si uno es más importante que los otros.

La única certeza que me atrevo a compartir en esta entrada es que cualquiera que sea la herramienta usada, erradicación manual, aspersión aérea, etc. para limitar los cultivos de coca, es poco probable que tenga un efecto duradero si no se acompaña de otras políticas que les complementa. Por ejemplo, dudo que los resultados muy positivos obtenidos en el departamento de Caldas con erradicación manual habrían podido ser obtenidos si al mismo tiempo el Estado no hubiera hecho estos esfuerzos para volver a legitimar la confianza que tiene la gente en el. Además de la erradicación manual y de convencer a los cultivadores de reemplazar la coca por aguacate, café, plátano y caucho, el Estado creó varios centros de atención social para escuchar las dolencias de las comunidades. Otras inversiones en infraestructura, ampliación de la cobertura educativa hicieron el resto para que Caldas sea ahora un departamento libre de coca.

En caso de que se retomen las aspersiones de glifosato, la única forma para que estén asociadas a resultados positivos en el largo plazo es que, el Estado muestre que no existe solamente para castigar las actividades ilícitas causadas por la falta de oportunidades, pero que es también capaz de crear un ecosistema alternativo con oportunidades. Si no lo hace, en cincuenta años esta entrada será todavía de actualidad, quizás solo habrá cambiado el nombre del herbicida.

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