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COVID-19 en Colombia: ¿Nos encerramos demasiado temprano?

Por David Bardey

Si uno recuerda las discusiones que había hace casi dos meses sobre qué tan oportuno era tomar medidas de encierros temprano, los que defendían la idea de encerrarnos lo más rápidamente posible lo hacían con el argumento de que estas medidas iban a ser mucho más eficientes para controlar la propagación del virus, y, por ende, disminuir el número de muertos que este causaría. Es un argumento a primera vista fácil de comprar, pues todo el mundo entiende que la propagación de un virus es por esencia exponencial, entonces más rápido se limitan las interacciones sociales, y mejor se puede controlar su propagación. De hecho, los primeros resultados (ver acá) que hemos obtenido con mis compañeros Manuel Fernández y Alexis Gravel de la Universidad de Los Andes revelan que efectivamente estas medidas tienen efectos en el corto plazo. No obstante, como veremos en esta entrada, esta visión es demasiado simple y deja de lado muchos factores importantes de las epidemias y de sus dinámicas. Además, es poco decir que, a pesar de partir de las mejores intenciones, puede traer consecuencias nefastas.

Dicho eso, uno puede observar que este argumento prosperó en muchos países, especialmente en países de América Latina y de África, aún más que hace casi dos meses estábamos observando la terrible situación de países como Italia y España con sus servicios de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) totalmente desbordados y los muertos que se acumulaban. La combinación de estas imágenes, de un número de camas de UCI limitado en la mayoría de los países de estas regiones del mundo, asociado a este argumento a priori fácil de entender, hicieron que muchos gobernantes decidieron tomar medidas de aislamiento tempranas en comparación con el número de casos que enfrentaban sus respectivos países en este momento.

Si miramos la situación actual solamente en la dimensión sanitaria, Colombia figura sin duda como “uno de los buenos estudiantes de la clase”, pues el número de contagiados censados es todavía bajo (aunque esto también puede ser explicado por el número limitado de pruebas), y el número de muertos está relativamente bajo control en comparación con otros países. Partiendo de estas observaciones positivas, me podrán preguntar por qué insinúo en el titulo de esta entrada que quizás nos encerramos demasiado temprano si nos va “regio” hasta el momento. ¿Los buenos resultados obtenidos hasta el momento no deberían indicar que nos irá bien (en términos relativos) en esta batalla contra el COVID-19?

La pregunta que hago se inscribe en el contexto de la incertidumbre que existe entre dos grupos de epidemiólogos sobre los efectos reales de estos encierros. En efecto, mientras que un primer grupo de epidemiólogos pretende que los encierros permiten aplanar la curva de los contagiados, otro grupo sostiene que su principal efecto es solamente el de aplazar el pico (ver acá más precisiones sobre eso en nuestra página web). En otras palabras, si se aplana la curva, el número total de contagiados al final de la pandemia habrá sido menor gracias a los encierros. Además habrá permitido acercar el pico de contagios a la capacidad máxima del sistema de salud lo que implica, a número de contagiados dados, menos muertos. De manera diferente, si solo se aplaza el pico, entonces el número de contagiados al final de la pandemia será casi idéntico con o sin encierros. Cuidado, eso no significa que el esfuerzo o el sacrificio de los encierros habrá sido totalmente en vano en este último escenario porque, aplazar el pico permite a los sistemas de salud prepararse, lo que podemos observar en Colombia con los hospitales temporales que se están montando para aumentar el número de camas de UCI.

Si me preguntan cuál es mi posición entre estas dos escuelas, mi respuesta es: “no sé bien”, pues a pesar de que yo trabajo sobre las famosas curvas SIR desde más de 20 años pero no soy epidemiólogo. Tiendo en creer un poco más en las predicciones del segundo grupo de epidemiólogos que se apoya en la tesis de la inmunidad de rebaño, pues sin importar cuales sean las medidas tomadas por los gobiernos, al final la única “ley” que respeta el virus es la de la inmunidad de rebaño: hasta que haya “candidatos” a ser contagiados, y eso tiende a ser el caso generalmente hasta que entre el 50 y 60 % de la población haya tenido algún contacto con el virus, el virus sigue propagándose.

Como Colombia es un país apasionado de fútbol, me voy a arriesgar ahora a la siguiente metáfora: ganar al final del primer tiempo, da buen chance de ganar el partido, si y solo si, el equipo no ha agotado todas sus fuerzas durante este primer tiempo. Mi sensación es que las medidas de aislamiento que ha tomado Colombia han dado buenos resultados en el primer tiempo, pero el país ya muestra señales preocupantes de agotamiento, ya sea a nivel social o por los indicadores de la economía. En particular, las cifras de desempleo del mes de marzo son muy preocupantes y las de abril que conoceremos al final de mes, seguramente serán devastadoras. Las dos últimas décadas de consolidación de la clase media pueden rápidamente desvanecerse en dos o tres meses con el regreso de buena parte de esta clase media en una situación de pobreza y vulnerabilidad. Otra fuente de preocupación es que los hospitales están muy desocupados desde hace varias semanas, y los problemas financieros que padecen por estas bajas ocupaciones los están debilitando justo en el momento en que los necesitamos sólidos para enfrentar el pico epidemiológico que se avecina.

Frente a este panorama, el Gobierno nacional ya anunció que va a empezar a flexibilizar sus medidas de aislamiento obligatorio la próxima semana, de manera gradual, mientras que los epidemiólogos que pertenece al segundo grupo que mencioné arriba, estiman que todavía estamos a uno o dos meses del pico de la epidemia. Es decir que Colombia va a levantar sus medidas de encierro más o menos al mismo tiempo que muchos países de la Unión Europea, pero con una gran diferencia, puesto que, mientras que Europa acaba de pasar el primer pico de la epidemia, nosotros estamos a uno o dos meses de enfrentarlo. Creo que todo el mundo entiende que no es lo mismo levantar las medidas de confinamiento después o antes de haber pasado el primer pico.

Dicho eso, es importante recordar que el levantamiento progresivo de las medidas de aislamiento obligatorio puede responder a dos lógicas muy distintas, las cuales dependen del grupo de epidemiólogos al cual uno le pone más atención. Si creen en el segundo grupo (i.e. las medidas de confinamiento sirven solamente para aplazar el pico), entonces en el momento que estamos listos en términos de preparación del sistema de salud, es decir estamos al máximo de lo que se puede hacer para atender el pico que viene, no hay ganancia de esperar más y se tienen que levantar las medidas de confinamiento (ver acá para más precisiones la excelente columna de mi compañero Marc Hofstetter). Pero en este caso, si creen en este grupo de epidemiólogos, reabrir de manera progresiva en lugar de reabrir todo de una vez no sirve mucho, porque ellos predicen que la magnitud del pico casi no varía con las medidas. Al contrario, si creen más en el primer grupo de epidemiólogos, no deberíamos reabrir la economía antes de haber pasado el primer pico. Entonces si estamos reabriendo, a pesar de creerle más a este primer grupo de epidemiólogos es porque la economía y la sociedad de manera general no da más con estas medidas de aislamiento, pero eso va en contra de lo que podrían sugerir estos epidemiólogos si nos focalizamos solamente en términos de salud pública ligada a la propagación del COVID-19 (puede haber otros problemas de salud pública causados por las medidas de confinamiento más grave que el propio coronavirus, pero es otro tema).

Acá pueden ver que hay una contradicción en el debate público que tenemos en Colombia (y seguramente también en otros países). Tenemos mandatarios que parecen referirse mucho más a la teoría de aplanar la curva, mientras que la decisión de reabrir la economía que es consistente con la única interpretación optimista (tomamos la buena decisión de cerrar la economía temprano) funciona solamente si uno se refiere a la teoría de aplazar el pico.

Para terminar, es importante traer a colación otra incertidumbre que nos comunica la comunidad de los epidemiólogos, y no es menor: ¿qué va a pasar después del primer pico? Varios pretenden que el COVID-19, por ser un virus que ataca las vías respiratorias, va a desaparecer como lo hacen muchas veces este tipo de virus. Otros temen que tendrá otros picos, porque la curva en U-invertida (la de un solo pico) que observamos con estos virus, se da generalmente en ausencia de medidas de confinamiento. Es decir, sin medidas se alcanza de una vez la inmunidad de rebaño y la curva de propagación experimenta un solo pico. Cuando las medidas de confinamiento son tomadas e imponen una restricción en la propagación por el distanciamiento social, es mucho más difícil predecir como se va a comportar el virus después, porque todavía tiene muchos “clientes potenciales” (Cer el excelente artículo de El Espectador acá). De nuevo, es totalmente posible que, por haber obtenido buenos resultados durante el primer tiempo del partido, la calificación se juega en dos tiempos e incluso una extensión del tiempo reglamentario. Y precisamente por eso, es difícil decir si los ganadores al final del primer tiempo serán los “calificados”, es decir, los países que les habrá ido mejor (o más bien menos peor), midiendo esto sobre todos los partidos (picos). Lo paradójico de las pandemias es que las victorias de corto plazo implican un mejor control del virus y, por ende, más personas que se pueden infectar en el largo plazo. Es importante que nuestros gobernantes tengan un horizonte de tiempo que vaya más allá del siguiente mes si queremos minimizar las consecuencias de esta epidemia, que sean sanitarias, económicas, y también las consecuencias sanitarias causadas por la degradación de la economía.

 

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