Hinchas lloran por su equipo. Imagen creada con IA.
El sábado 15 de junio se cumplieron muchos sueños gracias al Atlético Bucaramanga. Fue bonito y generó mucha ilusión ver ganar a uno de los llamados ‘chicos’ de Colombia la primera estrella de su historia. De verdad, eso genera mucha ilusión. Pero esa ilusión se derrumba inmediatamente para equipos tradicionales como el Deportes Quindío, cuando recordamos solo años de fracasos y frustraciones bajo un dirigente que nunca ha visto la gloria deportiva como prioridad.
Pero igual vamos a soñar. Después de 23 años, quizá este sea el mejor momento para que el empresario Hernando Ángel Montaño y sus millones se vayan de Armenia. En la capital quindiana hay un fuerte desgaste; la afición e, inclusive, dirigentes y políticos no quieren saber nada de él. Sin embargo, nadie quiere que el Deportes Quindío se marche o desaparezca. El equipo debe permanecer en Armenia porque, pese a lo maltratada que está su marca, sigue siendo el mayor símbolo de la tierra quindiana.
Parece ser que pocos entienden que el fútbol en Colombia y en el mundo es un negocio privado, pero seguramente en el seno del Quindío sí debe preocupar que hoy su negocio es muy malo con un equipo que se desvaloriza a diario. Está bien que en 23 años Hernando Ángel haya ganado muchos millones, pero esos billetes solo han servido para engrosar un patrimonio. Eso está bien, es legal, es un ideal de vida de muchos; pero el dinero no garantiza el éxito, lo que al final es el ideal del deporte -ganar-, algo que en el caso Quindío no aplica.
Pero ojo, no solo es un tema deportivo. Una de las cosas más graves de la situación actual del Deportes Quindío en medio de la paupérrima gestión de Hernando Ángel es que cada año, cada semestre, cada semana y cada juego extingue más las ilusiones de una afición que solo recibe bofetadas torneo tras torneo, viendo que su equipo cada vez está más lejos del lugar al que pertenece: la primera división.
La afición quindiana se está muriendo de a poco. En los 23 años de esta administración, de los que solo podrían recordarse dos o tres alegrías, muchos se han ido. Lo más triste es que quienes quedan perciben como una misión imposible que pronto su equipo vuelva a jugar con los tradicionales del fútbol colombiano, porque aquí nunca se han exigido títulos. Quindío se habituó a ser un equipo de segunda división, y solo queda jugar clásicos contra Orsomarso.
Hernando Ángel ha sido el cerebro del fracaso, el verdugo de la pasión de los hinchas y de una ciudad que sufre con un equipo hundido en la segunda división. Su gestión se ha caracterizado por decisiones erráticas, falta de visión deportiva y, hoy, su administración raya en la desidia. Bajo su mando, Quindío parece destinado a permanecer en la B indefinidamente. Es el máximo responsable, no busquen en otro lado.
La incompetencia de esta dirigencia ha convertido a los cafeteros en un espectro del pasado, en un recuerdo borroso de lo que alguna vez fue un equipo querido y respetado en el país. Pese a ser uno de los chicos, siempre competía con honor y de vez en cuando le ‘pegaba’ (ganaba) a los grandes. Hoy, los niños y jóvenes no saben qué es el Deportes Quindío; para ellos, este equipo es uno más entre tantos, sin historia ni gloria.
En términos de resultados, la estadística es desoladora. Desde que Ángel tomó las riendas del club en 2001, Deportes Quindío ha descendido en dos ocasiones y ha sido incapaz de consolidarse en la primera división. En 2021, se logró un fugaz ascenso que terminó en otro descenso inmediato, y en la primera división solo clasificó dos veces a cuadrangulares. La falta de inversión, la venta de jugadores clave sin reinversión en el plantel, y la ausencia de un proyecto deportivo serio han sumido al club en una crisis perpetua.
Sé que este texto no servirá para nada. Que no hay en él una solución, ni siquiera una propuesta, pero los quindianos amantes del fútbol y del equipo de la tierra deben unirse para no sumarse a esa desidia. La única solución la tiene Ángel, y sabemos que este equipo es su juguete preferido, por eso una posible venta no se ve cerca. Para los que no saben, dejen de decir que llevarse el equipo o cerrar el estadio es la solución; eso sería lo peor, sería acabar con una historia de más de 73 años, sería la desaparición absoluta. A la Dimayor no le interesa la ciudad, le interesa su socio, y ese es don Hernando.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que la gestión de Ángel no solo ha afectado al equipo en la cancha, sino que ha socavado la identidad y el espíritu de una región. El estadio Centenario, que otrora vibraba con el apoyo incondicional de los hinchas, hoy es un escenario de resignación y desencanto. No hay desolación aún, porque muchos aficionados se resisten a perder ese amor verdadero, y aunque la asistencia no es la misma de los ochenta o noventa, la pasión poco a poco se apaga gracias a una gestión que no merece otro calificativo que desastrosa.
También es triste sentir que el país ha sumido en el olvido al Deportes Quindío. Pero eso ha pasado porque aquí hay una crisis deportiva de muchos años que trasciende lo cultural y lo social. Para muchos, el fútbol, más que un deporte, es un elemento de identidad, y en Armenia y sus municipios es así, porque el Deportes Quindío representa historia, orgullo y sentido de pertenencia, pero la gestión actual ha traicionado esos valores, condenando al equipo y a su afición a una mediocridad exasperante y, lo que es peor, a la irrelevancia.
Ya dije que esto no servirá para nada, pero quisiera pensar, hoy más que nunca, que es el momento de que Hernando Ángel asuma su responsabilidad en público y, ojalá más rápido que tarde, permita que nuevas ideas y una nueva gestión rescaten al Deportes Quindío. Este club necesita nuevos bríos, un liderazgo diferente, con visión, compromiso y una pasión no solo por el fútbol y el dinero, sino por la región. Solo así, Quindío podrá renacer y no solo regresar las ilusiones robadas a los hinchas, sino recuperar el lugar que por historia le corresponde en el fútbol profesional colombiano.
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Por: @nossadeportes
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Andrés Nossa @nossadeportes
PERIODISTA DEPORTIVO. Escribo en El Espectador y Colprensa. Trabajé para las revistas Fútbol Total y F1 Racing Latinoamérica. Apasionado por la redacción y el fútbol. Magíster en Periodismo de Investigación y Datos. Docente universitario. Acá se opina de deporte. ¡Bienvenidos!