Hace 24 años, Colombia ganó su único título en selecciones de mayores. Fue local, fue sólido, fue campeón. Pero desde entonces no hay con quién compartir la repisa en la sede de la Federación Colombiana de Fútbol. Y eso, con todo lo que hemos avanzado en el fútbol masculino y femenino, es una deuda gigante. Pasan los años, se ha visto cerca, pero el título no llega.

Dicen los expertos (algunos entrenadores, dirigentes, periodistas y hasta jugadores), en una narrativa básica y lógica que más parece una construcción lingüística para no comprometerse, que para ganar una final hay que jugarla primero, y Colombia ha hecho la tarea. Pero infortunadamente la historia no se construye con finales perdidas. Se escribe con trofeos. Y este país, que tanto ama el fútbol, merece que sus generaciones doradas no terminen con gritos de “casi”, “se nos fue”, “nos faltó el centavito pal…” y llenas de medallas sin oro, sin copas. Necesitamos que interioricen que las medallas de plata no pueden ser el techo y que la última sonrisa no siempre debe ser de los otros.

Alguna vez le escuché una historia a Fabián Vargas que me impactó profundamente, pues tiene tanto de cruel como de verdad. No la cito textualmente porque no recuerdo sus palabras exactas, pero en resumen, él contaba que al llegar a Argentina para jugar con Boca Juniors, presenció un partido de niños muy pequeños y al terminar el juego final, sólo los campeones recibieron una medalla. El resto miraba, lloraba, se quejaba, no obtuvo nada.

Esa experiencia impactó a Vargas y lo llevó a reflexionar sobre lo que él denominó el “gen ganador” de los argentinos. Según su percepción, esa mentalidad se forja desde la infancia, en un ambiente que contrasta enormemente con lo que a menudo vemos en Colombia. Aquí, en un torneo infantil, se premia hasta el décimo puesto solo por participar, en un intento de evitar frustraciones.

No estoy seguro de si esta forma de enseñar a los niños en el deporte sea la ideal o genere algún malestar, pero creo estar cerca de la posición de Fabián. Desde la niñez, los argentinos son preparados para ganar y, tras vivir esa “humillación” de no ser premiados, no quieren volver a experimentarlo. Ese estilo refuerza, quizá, la mentalidad competitiva, mientras que en Colombia se busca evitar a toda costa el sentimiento de fracaso y de allí, incluso, parecen salir esos malos momentos de la inteligencia emocional que no sabemos gestionar. Y no sólo es en el fútbol.

¿Por qué no sabemos ganar?

Este subtítulo puede parecer cruel. Lo es. Pero no es gratuito. Otra vez, otra final. Esta vez, la Selección Colombia Femenina tocó el cielo con los dedos en la Copa América 2025, pero no logró sujetarlo. El 4-3 a favor en el alargue se esfumó en un descuido que no puede permitirse en este tipo de instancias. Llegó el empate. Llegaron los penaltis. Y se repitió la historia.

La pregunta que se instala en el ambiente no es solamente por qué perdimos, sino por qué nos cuesta tanto cerrar una final con el trofeo en la mano, incluso cuando jugamos bien, incluso cuando tenemos con qué. Porque esta no es una racha aislada: Colombia ha repetido este guion una y otra vez. Si antes el problema era llegar, hoy el problema es ganar. Y esa es otra etapa del proceso. Una más exigente. Una que no se resuelve sólo con técnica o táctica.

En el papel, llegar a la final ya es un logro. Y lo es. Porque dos finales continentales en dos años (Copa América masculina en 2024 y femenina en 2025) no se logran por accidente. Colombia está haciendo bien la tarea. El proceso existe, la evolución es notoria, los nombres pesan más en el mundo. Pero ya no basta con hacerlo bien. Hay que hacerlo mejor. Hay que rozar la perfección.

Talento de sobra, pero falta cerrar la obra

Si algo sobra en Colombia es talento. Esta misma ventana de fichajes lo prueba: Luis Díaz pasó al Bayern Múnich por más de €75 millones, Jhon Arias firmó con Wolverhampton, ya debutó y anotó. Nelson Deossa llegó el lunes al Betis, Richard Ríos ahora es titular del Benfica. Nuestros jugadores ya son exportables al más alto nivel. Física, táctica y competitivamente están listos.

Y en el fútbol femenino, las referencias se multiplican: Linda Caicedo brilla en el Real Madrid, Mayra Ramírez es goleadora en el Chelsea, Jorelyn Carabalí es una muralla en el Brighton, Manuela Pavi es la más hábil del West Ham, y muchas más brillan en equipos de alto vuelo como Cruzeiro, Corinthians o Palmeiras. El biotipo también evolucionó. Ya no somos el equipo pequeño que juega bonito. Somos un país que produce futbolistas para el mundo.

Pero entonces, ¿por qué no alcanzamos la cima? Porque falta algo que no se ve en los entrenamientos tácticos ni en las tablas nutricionales: fortaleza mental. El manejo de la presión, la resiliencia bajo fuego, la capacidad de sostener un resultado en instancias decisivas. No es nuevo. Lo han vivido otros. Argentina fue subcampeona varias veces antes de encontrar su nueva identidad ganadora. Francia también. Les tomó tiempo, inversión, análisis. Pero lo hicieron.

Por eso, hay que buscar y escudriñar, y la cúpula de la Federación Colombiana de Fútbol no puede conformarse con estar cerca. Ya se saldó la deuda de llegar a finales. Ahora hay que cumplir el mejor paso: ganarlas. Y para eso se necesita algo más que talento. Los jugadores colombianos -mujeres y hombres- necesitan estructuras de apoyo psicológico, procesos de resistencia mental, profesionales que los preparen para ese decisivo momento en que el trofeo está a minutos o segundos, pero el corazón se acelera más de lo debido.

Esa es la diferencia entre el oro y la plata. Entre la alegría y la tristeza, Entre el himno nacional en la premiación y el nudo en la garganta. Entre una vitrina llena y otra que sólo exhibe el recuerdo de 2001. Ya basta de mirar con nostalgia esa Copa América ganada hace más de dos décadas. Es hora de que tenga compañía, pero una compañera dorada. No queremos más segundos lugares. Hay que demostrar que se aprendió, pues son muchas oportunidades perdidas. Tal vez ya es hora de que el aprendizaje se convierta en celebración y Colombia tiene todo, estamos a un pasito. Sólo es cuestión de ajustar eso que no se entrena con el balón.

Las finales sin final feliz

Estas son algunas de las finales que Colombia disputó —y perdió— desde 1975:
Selección Masculina de Mayores


• Copa América 1975: Perdió la final contra Perú. El formato fue a tres partidos, con un desempate en Caracas que terminó 1-0 a favor de Perú.
• Copa de Oro CONCACAF 2000: Fue subcampeón al perder 2-0 ante Canadá en la final.
• Copa América 2024: Perdió la final contra Argentina por 1-0 en tiempo extra.

Selección Femenina de Mayores

• Juegos Panamericanos 2015: El partido por la medalla de oro lo disputó ante Brasil con resultado 4-0 en contra.
• Copa América Femenina 2010, 2014, 2022 y 2025: Subcampeona en estas cuatro ediciones ante Brasil.

Selecciones Juveniles

• Mundial Femenino Sub-17 2022: Llegó a la final y la perdió 1-0 ante España.
• Sudamericano Sub-15 2013: Fue subcampeona, perdiendo la final contra Perú.
• Sudamericano Sub-17 2025: Fue subcampeona, perdiendo la final en penales contra Brasil1.
• Sudamericano Femenino Sub-20 2010 y 2022: En 2010, perdió la final 2-0 contra Brasil. En 2022, fue subcampeona, tras quedar segunda en la fase final detrás de Brasil.
• Sudamericano Sub-15 2004: Perdió ante Paraguay.

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✍️ Por: @nossadeportes

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