Tenis al revés

Publicado el @JuanDiegoR

La vida es movimiento sin balón

Nos pasamos la vida entera obsesionados con balones de fútbol. Los seguimos con la mirada, los llamamos con la mente y a gritos, los invocamos mientras dormimos. Pero casi nunca vienen a nosotros. Un futbolista profesional toca el balón, en total, dos minutos en un partido de noventa. Ocurre igual en la vida. El tiempo de un humano acariciando sus sueños resulta ser bastante desproporcional al tiempo persiguiéndolos, así nos hayan convencido de lo contrario.

Por eso perseguimos balones como perseguimos nuestros sueños. Obstinada, torpe, egoísta e inconsecuentemente. Muchos vamos detrás de balones más rápidos y para los que aún no estamos preparados. De balones que representan perdones, ascensos, aplausos, amores deseados, siluetas esquivas, labios no correspondidos. Balones desinflados o que no son más que sombras. Unos ajenos que nuestra envidia se apropió. Y otros más a la medida de aquellos a quienes les dimos el poder de validarnos.

Y alcanzarlos es un momento injusto por su fugacidad. Los hemos perseguido con tal desespero que cualquier interacción siempre se percibirá como efímera. A veces ni hemos dimensionado el privilegio de los encuentros y ya es hora de despedirse. Como los pases de primera. El contacto alivia, pero el desprendimiento desgarra y nos deja vacíos.

De repente estamos buscando coincidir de nuevo: con viejos balones que aún no nos saciaron, con nuevos balones para satisfacer nuestra naturaleza devoradora. Y no hay peor desgracia que alcanzar otra vez y terminar desaprovechando el instante por abusar, por olvidar qué debíamos hacer en el momento justo o porque los balones se acercaron con tanto efecto y dando tantos botes contra el suelo que nos encontraron a contrapié.

Estoy seguro de que un día, cansados y con la lengua afuera, dejaremos de perseguir ansiosos. Primero impulsados por la resignación de tantos desencuentros y luego por la intuición que apacigua el fuego de los obstinados. Y entonces nos volveremos expertos en el arte de desacelerar más que en el desgaste de vivir acelerados. “Más importante que te muevas es el momento de moverte”, dice Van Gaal. Aplica para cualquier ámbito.

Confío en que aprenderemos a descubrir movimiento en la pausa, a dejar que los encuentros nos busquen, a desmarcarnos con pasos mansos para crear espacios libres, a acompasar y escalonar compañeros, a trabajar en equipo, a disfrutar la tenencia de otros como propia. Todo se volverá cuestión de perfilarse, de reflejos más que de velocidad, de posicionarse y no necesariamente de posesión. Si así lo permitimos, todo en la vida quedará reducido a una sola frase: movimiento sin balón.

Y ese balón se convertirá simplemente en cómplice a la distancia. Cuando menos pensemos, regresará por atracción y magnetismo. Volverá en forma de epifanía. Y su permanencia se sentirá más larga en cada visita nueva. Tengo fe de que lo conseguiremos. Algún día, lo juro, la pelota nos encontrará y se dormirá en nuestro pecho. Y sabremos hacer de ese, un momento eterno.

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