Pelota literaria

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MILAGROS PARA VER FUTBOL

Desde hace un lustro, tengo al planeta fútbol en el bolsillo. Una aplicación que descubrí por casualidad LiveScore me ha funcionado para seguir partidos, ligas, marcadores, posiciones, calendarios, horarios, es decir casi todo lo que un amante del fútbol puede pedir. Casi todo, porque hay algo esencial que hace falta para disfrutar el fútbol a placer: poder verlo.

De pequeño me oí cientos de partidos en la radio durante anheladas tardes dominicales, o aquellos miércoles de noche en los que me quedaba dormido con el radio susurrando goles bajo la almohada. Cuando por alguna excepción se transmitía un partido del torneo colombiano, era besar el paraíso: sólo para las finales ocurría esto, o en una emisión sabatina llamada “Fútbol: el mejor espectáculo del mundo”, que retransmitía un juego ocurrido una semana antes. Así era.

Una dieta visual de fútbol que hoy sería inconcebible. Por ello, además de tener la aplicación en el teléfono para seguir los resultados, siempre ando en la búsqueda de poder ver los partidos; reto aún más difícil por mis viajes, y vida nómada donde nunca contrato servicios de cable, y siempre debo adaptarme a los que encuentre en el sitio de arriendo donde llegamos a vivir con mi esposa.

Así que en pleno fútbol globalizado y mercantilizado, es menester buscar en aeropuertos, ciudades, pueblos, hoteles, restaurantes, estaciones de autobús, bares, negocios callejeros, dónde poder ver ese partido que quiero, ese equipo que añoro, ese juego que defiendo como imperdible.

Esta semana tuve doble reto. 

FOX SPORTS 3-Argentina cambió las tarifas y este canal  que tiene la Copa Libertadores, ya está para ningún servicio de cable en Guatemala -mi país de residencia-, por lo que entré en misión imposible de buscar dónde poder ver el River-Boca por semifinales de la Libertadores.

Llegué a un establecimiento llamado Mono Loco que tienen conexiones satelitales para partidos y eventos deportivos. Todo el batallón de camareros estuvieron buscando y averiguando si a través de algún codificador se podía ver el dichoso partido. Fracaso tras fracaso en cada intento, mientras clientes y afición sufríamos rogando contra la barra en acto de súplica divina.

Decidieron buscarlo por internet y para dicha de todos los presentes conseguimos ver el partido a través de una página clandestina y proyectado en una de las televisiones del lugar. La señal funcionó pero sin sonido. Nos imaginamos la narración, y los gritos que escuchamos no fueron desde el Monumental, si no los expresados por hinchas de River que compartían recinto conmigo y saltaban con el partido de la banda y el triunfo 2-0 que deja la eliminatoria más difícil para Boca.

Con el milagro en el bolsillo regresé a casa, para descansar y suplicar por otra ayuda del universo al día siguiente. Viajaba por carreteras del interior de Guatemala hacia la ciudad de Cobán y de acuerdo al horario previsto del transporte colectivo no llegaría para ver el Barcelona vs Inter.

Un par de horas antes del inicio del juego y atravesando una cordillera de montañas verdes y paisajes frondosos, que me alejaban más de cualquier esperanza, pregunté al conductor si conocía algún restaurante en la vereda del camino que tal vez tuviera una televisión con la señal de ESPN para ver el dichoso juego.

Aferrado a la paciencia del chofer para detener el vehículo en plena carretera hacia la 1:30pm local, -que ya tenía media hora de iniciado el juego-, bajé presuroso a un restaurante para indagar por el milagro.

Mientras hablaba con meseros y el administrador del lugar, el conductor y los demás pasajeros me esperaban; si no había juego, seguiría con todos ellos mi camino.

Pasaron minutos eternos viendo un televisor prendido y buscando entre canales si estaba la señal. Sentí que no, pensé que sí, ya había observado mi teléfono y ví que el Inter ganaba con gol tempranero, por lo que imaginé un partido maravilloso; en segundos miles de imágenes pasaron por la cabeza; el corazón latía más fuerte.

Estallé en dicha y casi les doy un abrazo de gol a los meseros cuando ví la señal de ESPN y reconocí al Barcelona jugando y yo con un nuevo milagro deportivo.

Salí a la puerta y grité emocionado al conductor: -aquí me quedo.

De nuevo entré a Sarita -restaurante y oasis del milagro-, me hice un espacio en una mesa, organicé mi equipaje y a placer ya conectado con el fútbol, tuve un almuerzo de adrenalina con 60 minutos de intensidad, goles y una victoria doble:  VER ganar a tu equipo.

Lo que ví valió una parada, y un cambio de planes, de horarios, de llegadas y de transporte. Caminé por la carretera un rato buscando una parada para autobuses «Monja Blanca» que serían mi única opción de llegar a destino. Al cabo de media hora, ya estaba de nuevo en ruta a Cobán, con un triunfo en la mochila, y la felicidad infantil de poder ver el fútbol como máxima expresión de alegría, y con la satisfacción de superar obstáculos que aún hoy por diversas circunstancias, siguen haciéndonos difícil ver esa pelota rodar en tantos estadios del mundo.

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