Pelota literaria

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LA PARRILLADA DEL FUTBOL

Visten la camiseta albirroja de 1929, desfilan como un once dispuesto a la victoria, y dan saludos repletos de gloria sustentados en imágenes y magníficas memorias.

Parecerían jugadores de la Selección de Paraguay pero son el equipo de mozos de un templo del fútbol en Asunción donde se come y se habla de la pelota sin pausa y a placer.

Ubicado en pleno centro de la capital sobre la calle Cerro Corá y se llama: “Lo de Osvaldo». El lugar está rodeado por calles pintadas de nostalgia y salpicado de viejas viviendas y pequeños locales de barrio. Es discreto en su exterior, emana como restaurante pero actúa como refugio, o tal vez escondite para aquellos que mendigamos del buen fútbol pero también agradecemos la buena mesa: ambos juntos como la pelota unida intrínsecamente a la red.

Sus paredes de ladrillo se alzan orgullosas emulando una tribuna del Defensores del Chacho y en ellas cuelgan camisetas que evocan al fútbol de Paraguay, sus leyendas, su pasado y también las gestas que han hecho del fútbol guaraní, la máxima expresión de colectividad social en el país de las franjas blancas y rojas.

El local distribuído en dos salas, un patio interior, y una segunda planta destila fútbol y huele a buen comer. Caminar el lugar abre el apetito, pero también las ganas de ver un buen partido, de leer sobre fútbol, o simplemente sentarse a comentar con una cerveza o copa de vino lo que hicieron Romero, Amarilla, Chilavert, Monzón, Cardozo, Sallustro, Fernández o Roque Santa Cruz.

También se cuelan televisores al espacio libre, sobre algunas de las paredes para dar oferta balompédica al comensal, y enriquecer una carta que lleva como título: “Parrillada de Futbol Nacional”

Es un plegable de cuatro páginas que simula un periódico de épocas pretéritas, y en el que de manera original y curiosa  aparecen carnes bajo el membrete de “Equipo Titular”; surgen las aves en la sección de “Refuerzos”; sobre “La Línea Lateral” están las guarniciones; y en “La Hinchada”, destaca la ensalada barra brava.  Por si el partido, la conversación o el disfrute necesitan de tiempos extras, se puede ver “El Alargue”: allí encontrarán suculentos postres.

Tanta magia reúne el templo gastronómico y futbolero que su dueño es Osvaldo Domínguez Dibb, octogenario patriarca del fútbol guaraní quien nació con el sello del Olimpia en su destino, llegó a ser  presidente del club por 25 años, y vivió la consagración cuando éste fue campeón del mundo en 1979 al vencer a Boca en la Libertadores, y al Malmoe sueco en doble partido, como solía ocurrir para definir los pleitos entre Sudamérica y Europa.

Julio César Romero además de ser una de las leyendas que dejó su impronta en los muros con su camiseta de Fluminense, también es un mozo de tan digna sucursal del fútbol.

El padre del mozo no tuvo duda aquel diciembre de 1982 en bautizar Julio César a Romero para igualarlo sobre el papel a la gran leyenda guaraní que llevó al Paraguay a vibrar en aquel recordado México’86.

Romero, -el mozo-, trabaja con la camiseta paraguaya desde que el local se inauguró en 2013; atiende como un crack, sabe de fútbol como un experto y cada lunes le roba horas al sueño para jugar fútbol a las dos de la madrugada: “es el único momento de la semana donde buscar los goles pateando la pelota».

Esa misma que está en todos los platos donde se sirve la carne y alrededor de la cual, visitantes y locales empatan un partido de gozo, de dichas, de buen sabor, de buen saber y de buen vivir. Aquí en este paraíso asunceño nunca hay perdedores.

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