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LA BATALLA DE LOS DIOSES

Con 24 horas de diferencia, Cristiano y Messi eclipsaron a Europa. Esta anormalidad es cotidiana desde hace una década cuando el portugués aterrizó en Madrid y ahora desde Turín sigue disputando con el argentino, quién es más, mejor, superior, el único, la leyenda máxima.

Mientras Cristiano prometió y cumplió un hat trick contra el Atlético de Madrid, movilizó al equipo, gritó a la grada, y restregó la victoria a Diego Simeone; Messi de reojo, esperó su turno para la noche siguiente, y regaló al mundo un novedoso póker -doblete en la red, y doblete en asistencias-, en el 5-1 del Barcelona contra el irreverente Lyon.

El planeta fútbol espera con morbo y magia que los dos extraterrestres lleguen al circo final de la Champions programado para el 1 de junio en Madrid. El calendario no objetaría esa posibilidad, si la Juventus y el Barcelona logran escalar a dicha cima.

Pero no hay espera que valga en esta generación trepidante por vivir hacia adelante, atropellando el fulgurante presente. Un hoy en el que dos jugadores cada tres días, rompen todos los récords, abren museos para sus infinitos trofeos, aspiran besar glorias esquivas, y repetir hazañas divinas, que ningún humano como ellos logró en su tiempo sobre el césped y en matrimonio con la pelota.

El dios Messi vestido de blaugrana y humanizado en una pulga, con 31 años, es puro presente y gerundios: ha mandado la pelota a la red en 588 ocasiones con su club, tiene una mano de balones de oro, y otra igual de botas de oro; cuatro Copas de Europa; nueve ligas, máximo goleador en la historia del clásico con 26, y récord de artillero en Europa en una sola temporada con 73 dianas -casi dos goles por semana de juego, o un grito de gol por partido-. Su salario estratosférico de 9.5 millones al mes, requiere de 31,600 obreros a tiempo completo en Argentina para igualar esa cifra tras cuatro semanas de labor.

Por su parte, Cristiano revivió la gloria imperial de Portugal, atascada en siglos de melancolía. Huyó de su patria para cultivar su ego en tierras más fértiles, y así también crecer su fama y alimentar su músculo atlético como ninguno otro futbolista en los últimos diez años. Ha levantado un puño de Copas europeas, y cuatro botas de oro por goleo, con 27 títulos en la pared de sus propiedades y 597 goles a nivel de club en todas las competiciones. Sus ingresos de 9 millones dólares al mes entre salario y publicidad, lo han potenciado como una marca mundial, social y deportiva.

Pese a todo, tardó 30 juegos de Champions en marcar su primer gol. Hoy es el dueño de las redes en esta competición con 124 en 160 partidos para una media de .77 pero el tiempo corre en su contra. Messi tiene 29 partidos menos que el de Madeira en escenarios de Champions con 108 para en 131 partidos, para una media de .82

Aún hay más tiempo en este escenario de idilio para el mundo alrededor de un balón. Uno mejora al otro, mirándose al espejo, en la tele o en las redes. Ambos crecen su versión de sí mismos con sus guiños, palabras y desafíos. Se hacen falta cuando alguno cae por lesión, y la inspiración aflora para el opuesto cuando el rival vive una noche de gloria, constantemente multiplican sus facetas y no dejan de sorprender lo humano con su talento divino: tanto cuando CR7 habla y juega, o juega y habla; como cuando Messi sentencia en campo con palabras que son goles, y jugadas expresivas. Entre los dos han anotado 16 hat-tricks en Europa, ocho por cada uno. Un recital de golpes de mesa desde cada esquina y con cada camiseta. Entre los dos ya rebasaron 1400 besos a la red franqueando todo tipo de muros, defensas y estrategias.

Ninguno ha levantado la Copa del Mundo. Messi le hizo un guiño en la final de Brasil 2014. Cristiano con 37 años tendrá un halo de esperanza para el 2022; Messi con 35, suspira aún y doblemente por ese anhelo; siempre dependiente de gregarios que antes le dejaron solo en termópila batalla.

En este mundo, los humanos piden esa Copa a los dioses,  pero ellos aún no dan gusto a su humanidad, ni a las hordas de seguidores que entre los dos alcanzan sólo en redes sociales la cifra de 530 millones, con ventaja para el portugués, y con la salvedad de que Messi no está en twitter. Sus únicos tuits son con la pelota en un campo de juego.

Esa misma que embocó este domingo en tres ocasiones ante el Betis, con un tiro precioso de falta a la escuadra derecha del portero; una definición perfecta luego de un taco de Luis Suárez, y un diamante con su pie izquierdo que pulió con velocidad, dirección y magia para superar lo humano y abrazar el arte divina. Aplauso de las gradas en el Benito Villamarín, likes por millones en el mundo y Cristiano en el sofá de su casa viendo de reojo brillar a su enemigo; así apura su puesta en escena de la próxima batalla.

 

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