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UN GOLAZO AL RACISMO

Moise Kean con 19 años y vestido con los colores de la Juve, anotó y dedicó un golazo al racismo. Impávido y sereno se dirigió a la banda del Cerdeña Arena de Cagliari, estiró los brazos como un águila y desafió con su mirada a la tribuna que durante 85 minutos lo había humillado con cantos racistas. 

La horda delirante en furia le gritó más duro; lanzaron contra su rostro un vaso plástico; se mofaron con sus aires “supremos” y actuaron con primitivismo e ira. No concebían que la víctima de sus miserias les hubiera sentenciado el partido. Fue el segundo gol del equipo turinés: 0-2 finalizó el partido, pero no así, las repercusiones por el acto de Kean.

Leonardo Bonucci, reclamó a su compañero de equipo por desafiar a la afición rival: “La culpa está repartida un 50-50 entre Kean y la grada”. Estas palabras de su propio entorno fueron una puñalada al delantero Kean, quien desde entonces  ha recibido un tsunami de apoyos de todas las esquinas del planeta fútbol.

Mario Balotelli, Yaya Touré, Patrice Evra, Paul Pogba, Kevin Boateng, aplaudieron a la joven promesa italiana de origen marfileño, quien con su juventud y dignidad, enfrentó a un enemigo profundo y perverso que sigue estando en la grada y en el alma del aficionado: el odio a la piel diferente.

“Vivimos en la hipocresía. A las autoridades del fútbol el racismo les da igual. Si de verdad les preocupase, el partido debería haberse suspendido”, sentenció, Liliam Thuram, ex de la selección de Francia.

El incidente contra Kean, quien ya juega para la selección de Italia -marcó dos goles en sendos partidos de la eliminatoria a la Euro 2020 hace quince días-, no es ni mucho menos aislado o excepcional.

Precisamente en esa jornada de eliminatorias europeas, el jugador inglés Danny Rose recibió insultos racistas en Montenegro. Al final del encuentro el defensa indignado y dolido, dijo que ya no se prepara sólo para jugar, si no también para enfrentar el racismo en los estadios.

Otro inglés, Raheem Sterling ha pasado varias veces por ese patíbulo. Su entrenador Pep Guardiola, amenazó en Inglaterra con impedir que el Manchester City juegue si no hay medidas más fuertes a la intolerancia y odio en la grada.

Algunas acciones y campañas de FIFA, UEFA y los clubes intentan mitigar esa enfermedad no sólo europea si no tatuada en la mente de miles de fanáticos en decenas de países. Sin embargo, de acuerdo a Kick it out, organización que desde hace 25 años promueve la igualdad en el fútbol,  “los incidentes racistas han aumentado en el último lustro”.

Herman Ouseley, presidente de Kick It Out, exige a toda la sociedad involucrarse en el problema, y hacerle un gol definitivo al odio, el rival más complejo del fútbol hoy por hoy.

Ya hace un par de semanas cuando Kalidou Koulibaly, defensor del Nápoles, en un partido contra el Inter en San Siro recibió la mofa, e insultos de la tribuna, se doblegó ante los caníbales racistas. “Cuando mi madre me preguntó que me había pasado, me avergoncé. El racismo duele, duele mucho”, susurró el senegalés.

Pasan los años y el problema va y viene, pero no desaparece. Marcelo, Dani Alves, Roberto Carlos, Evra, Eto’o, tienen la huella de este monstruo en sus memorias. Peor aún el caso de Anton Ferdinand quien fue humillado por su propio compañero de selección hace unos años John Terry: “jodido negro de mierda”.

Luther Blissett, de origen jamaiquino, uno de los primeros  jugadores de raza negra que vistió la camiseta de Inglaterra, sentencia sin dudas: “una lesión o una fractura pueden sanar y se olvidan, pero una herida de odio, una daga racial al espíritu y a la dignidad, permanece siempre”.

Kean lo sabe y hoy con su juventud y carácter, abandera la lucha y desafía a la tribuna, a su segunda patria, al espíritu primitivo de cada aficionado que parece ganar el duelo contra la igualdad, la tolerancia y la diversidad: estas últimas, pilares fundamentales para el futuro del fútbol y así también de la convivencia entre razas.

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