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El laboratorio de Guardiola

Anfield vacío y sin truenos en las gradas, tampoco encontró a sus gregarios en el campo. Los actuales campeones de la Premier tenían ante sí al enemigo perfecto para reivindicar sus dudas y ajustar la competición: Manchester City, líder presente en Inglaterra, siempre reservado ante los «Reds» en su casa, y nunca victorioso en las tierras del Liverpool desde que Guardiola es entrenador»citizen».

No fue así. Por el contrario, el City pulverizó en los últimos 45 minutos a los locales. La puesta en escena del entrenador catalán fue perfecta pero no la inventó antes de este juego. No se la sacó del sombrero.

Por el contrario, es el mismo laboratorio de fútbol que Guardiola disfruta siempre. Cómo ser fiel a sus ideas; de qué forma sacar provecho de las individualidades y la generosa billetera de los dueños del club, pero además, cómo hacer de esos individuos un equipo que gane, guste, domine, defienda. Siempre las mismas preguntas, siempre difícil encontrar respuestas a todas.

Ese laboratorio es reflejo de ese fútbol que él practicó y aprendió en los campos durante su carrera en el Barça, Brescia, Qatar y en Culiacán. Allí en las tierras mexicanas ardientes de Sinaloa,  bajo la guía de Juan Manuel Lillo, inició su transición de jugador a entrenador. Fue en México donde Guardiola dirigía en el campo siendo la mando derecha del entrenador, y aunque jugó sólo 10 partidos, sus compañeros siempre admiraron su visión en el campo, pero más liderazgo y palabras para guiar el barco.

Quince años después, en esta noche de Anfield fría e invernal, Guardiola llegó con su equipo inglés para intentar ganar por primera vez en el templo sagrado de Liverpool: algo que nunca consiguió como jugador, no todavía como entrenador.

El catalán tenía su infantería lista para asaltar las trincheras. Sin embargo, su gran arma fue la defensa. Con diez partidos consecutivos sin recibir gol en la Premier, una línea de cuatro que hace cuatro meses nunca había jugado junta y la premisa de hacer goles pero cuidar de no recibir ninguno, los líderes saltaron al campo convencidos de lograr la hazaña.

Al final de 95 minutos,  Guardiola y su tribu se llevaron un botín majestuoso: 1-4. En tiempos de resultados importa muchísimo, la pelea por el campeonato contra sus rivales de patio se mantiene justa; pero dos factores resaltan por encima de los números.

Primero, qué gran alquimista en ese banco «citizen» para organizar una defensa desde ceros y tenerla a punto justo cuando la temporada entra en sus fases definitivas en Inglaterra, pero también en Europa; por contra, Liverpool lleva 5 meses sin sus dos centrales y Klopp no encuentra respuesta a la inseguridad, fallos sistemáticos, pérdida de confianza. Incluso su multimillonario y fiable portero se retrató tres veces como un debutante de barrio.

Segundo, luego de ese fútbol de ataque y toque que tanto gusta a Pep, parece que encontró fichas perdidas para dar una solidez defensiva a su once inicial, reorganizar su plantilla atrás, dar banca a quienes por nombre y contratos no cumplen las expectativas y juntar una cuádriga de jóvenes legionarios que hacen del City un equipo muy fiable en defensa: su gran deuda de siempre.

Si el experimento se consolida, el título de la Premier está cerca y Europa será un gran reto a la vuelta de la esquina; pero su lección de pruebas, ajustes, paciencia y cambios hasta que las máquinas funcionan casi perfectas, dejan ver a Pep no sólo como un entrenador, pero también como un químico, un físico, un matemático que no para de jugar con sus ideas, con sus fórmulas, y eso sí, siempre fiel a sus principios.

 

 

 

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