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Publicado el David Leonardo Carranza Muñoz

Un beso entre jugadores de fútbol: Medellín 1 – Millos 0


Carlos Tévez y Diego Maradona se saludan antes del inicio del partido entre Boca Juniors y Gimnasia y Esgrima de La Plata. Captura de pantalla de Fox Sports.

Carlos Tévez y Diego Maradona se dieron un pico en la boca (en la parte del cuerpo y en el barrio) antes de que empezara uno de los partidos que definiría la liga argentina. En un mundo tan machista y homofóbico como el fútbol fue un gesto disruptivo. Quién más sino Maradona, que en esa misma cancha había besado a Claudio Paul Caniggia. En ese entonces, 1996, el delantero dijo: “fue un lindo beso”, a lo que Diego contrapunteó: “estamos para cualquier cosa”.

 Este deporte es uno de los últimos reductos donde el machismo parece no modificarse. Se dicen cosas como que el fútbol femenino es un caldo de cultivo del lesbianismo, según Gabriel Camargo, dueño del Deportes Tolima; o los hinchas del Espanyol sacan un cartel en el que se lee “Shakira es de todos”, para insultar a Piqué; o Emre Can intenta defender a Cristiano Ronaldo al decir que “no somos mujeres, jugamos al fútbol”. La misoginia no discrimina nacionalidad.

Maradona está lejos de alzarse como un héroe de la igualdad de género por besar a varios de sus compañeros. Tampoco Laurent Blanc por sus picos en la calva a Barthez ni Xabi Alonso por su gesto amoroso con Steven Gerrard. En las tribunas se escuchan cánticos en los que se habla de “culo rotos” o “bájense los pantalones que nos los comemos hoy”, pero cuando se cuestiona la masculinidad de alguno de los hinchas que cantan esas rimas se ponen nerviosos. Hay momentos en el fútbol en el que nada tiene sentido.

Ojalá llegue un día en el que esos besos sean el camino a la construcción de una sociedad con masculinidades menos débiles, más amplias y diversas.

El sábado a la noche, a la misma hora del partido entre Medellín y Millos, estaba en el concierto del uruguayo Jorge Drexler.  Por su música sé que es hincha de Peñarol de Montevideo, así que llevé la camiseta del carbonero para llamar su atención. Al final del recital alcé la mano para mostrarle el escudo de su equipo. Él la vio, pareció sorprenderse y me mandó un beso. Repartió unos más y me mandó otro. El fútbol es capaz de crear vínculos en espacios imposibles. “La revolución será feminista y futbolera”, y eso nos incluye a todos.

De Millos no vale la pena hablar. Somos un mal polvo. Demasiado pronto para que todo termine.

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