Donde nació todo: Amsterdam

No debe ser aventurado sugerir que el fútbol le debe mucho de su popularidad a aquellos que lo narraron. Después de todo, hay un número limitado de estadios y un número limitado de plazas en esos estadios y número limitado de partidos para llenar esos limitados lugares en esos limitados estadios, y el fútbol, incluso en los días de la radio, era un evento de multitudes y un fenómeno de pasiones. ¿Cuántos de todos esos aficionados en Buenos Aires y Sevilla, São Paulo y Nantes, Montevideo y Nápoles, tenían la fortuna de asistir los domingos al fútbol? Muy pocos, en relación con los que vivían, sufrían y deliraban por él. Por eso sus narradores, de voz y de tinta, fueron a la vez inventores, una suerte de demiurgos del fútbol: parieron el juego sobre la imaginación usando los artilugios del lenguaje, quizás como todas las cosas grandiosas que valen la pena.

¿Y qué lenguaje fue ese? Uno nuevo. Nadie lo supo mejor que Gianni Brera, que desde sus letras redactó y diseñó el fútbol italiano. Brera describía las redacciones deportivas italianas a las que llegó en su juventud como un compendio de dos grupos. En uno estaban “buenos escritores, pero en absoluto pensantes”  y en el otro técnicos deportivos sin ninguna capacidad narrativa. Él cambió eso con lo que Alberto Papuzzi llamó “retórica del evento“, un estilo periodístico en el que la información pasa a un segundo plano dándole prioridad a la reconstrucción evocativa que hace de lo ocurrido el periodista mismo. En el caso de Brera, se trataba de una “interpretación crítica de un partido de fútbol“, que es además el nombre de su autobiografía. Para ello, Brera comenzó a crear un nuevo lenguaje, dándole sentido a lo que pasaba en el campo y alejándose de la jerga heredada por los ingleses.

Como el fútbol es un ente vivo que está en perpetuo movimiento, esa práctica, que se repitió en cada rincón al que llegase una pelota y alguien narrase cómo se jugaba con ella, sigue vigente. En ella participan todos: los periodistas, los jugadores, los técnicos deportivos y los aficionados. Así, cuando los neerlandeses aparecieron en escena jugando un fútbol de ciencia ficción, aquello se llamó “Fútbol Total”, como la “Arquitectura Total”, la “Energía Total” y la “Urbanización Total”, innovaciones neerlandesas del siglo XX en sus respectivas áreas, dando a entender que ese estilo de juego hacía parte también de una revolución cultural allende del fútbol mismo; y cuando el River Plate del ‘Bambino’ Veira arrasaba jugando un fútbol distinto al tradicional que se veía en Núñez, Veira no tuvo reparos en darle el nombre de “Contraataque Ofensivo”, llenando de mística a su criatura. De esos mismos lodos, los barros del juego de posición.

Del ajedrez a Johan Cruyff y de Cruyff a todos lados

Rinus Michels, el creador del fútbol total

 

Cruyff fue un jugador único y esto no es un recurso literario. Nadie ha jugado como él. Los ha habido mejores, pero ninguno que jugase de esa forma. Como futbolista, Cruyff había sido el alma del Ajax multicampeón y de la selección de los Países Bajos que fue subcampeona del mundo en 1974. De Rinus Michels, entrenador de aquel Ajax y de aquella selección, se decía que hacía las veces de jefe militar en sus equipos y que concebía a sus futbolistas como soldados, salvo a Johan. El porqué se hace evidente viendo los partidos: no era posible. Cruyff fue una mente ilimitada que entendía que el juego del fútbol como el mundo de los sueños de Inception y no uno sometido a las reglas (de la física, o de lo que sea). Y esa forma de entender el juego no se limitaba a sus acciones, sino a las del colectivo. Si los otros jugadores del Ajax y de la selección eran soldados, él era las órdenes del comando. Michels y Kovacs, el otro entrenador que tuvieron, entrenaban bajo unos principios generales de lo que querían que fuese el equipo y ya en el campo, Cruyff decidía lo que pasaba. Mientras su equipo tenía el balón, organizaba la circulación de la pelota sin tocarla porque sus compañeros lo miraban a él, esperando que este dictase la dirección a la que debían enviar el balón y, además, el lugar al que debían moverse. Así, el lateral derecho terminaba de extremo izquierdo en una jugada y en la otra de mediocampista, mientras el mediocampista iba a jugar de delantero centro en una y de lateral izquierdo en otras, y este a su vez iba a la posición de mediocampista, y viceversa y en cualquier sentido que se le pudiera ocurrir a Cruyff, que era – y, de nuevo, no es recurso literario – el que daba las órdenes. Eran nueve jugadores de campo dispuestos a seguir sus instrucciones, y las seguían con fe y convicción religiosa, y un Cruyff que jugaba con libertad para hacer los que quisiese.

Como filosofía, el Fútbol Total de Michels era un sistema rígido cuya revolución tenía que ver con dos cosas: una, que los delanteros participarían activamente de la defensa y los defensores activamente del ataque, y dos, que en consecuencia se defendería presionando y se atacaría con movimientos al espacio. Lo del intercambio infinito de posiciones con el que se suele asociar en todas las reseñas era más consecuencia de la discrecionalidad de Cruyff y de la coherencia de la misma con el sistema de juego. Cuando en 1985, dos años después de retirarse como jugador, Johan Cruyff apareció por primera vez en un campo de entrenamiento como director técnico, algo que con perspectiva se puede ver como un gesto de orgullo, más que de vocación, la expectación no fue poca. ¿A qué iba jugar el equipo de una mente tan singular?

Que sería un equipo ofensivo era algo de Perogrullo, pero jugar al ataque como estilo es tan general como decir que el estilo de Picasso era pintar. Y aquí es donde viene lo realmente importante. Desde finales del siglo XIX, en Inglaterra se comenzó a hablar de “juego de posición” o “juego posicional” (positional play en inglés), un concepto heredado de otro deporte. En ajedrez, el juego combinativo o táctico es el juego de ataque, el que asume riesgos, el más abierto y vistoso, mientras que el posicional es más especulativo y conservador, dándole un mayor valor a la ocupación territorial de las piezas que a la sucesión de jugadas combinativas para ganar la partida. Este fue inventado en 1873 por el maestro William Steinitz. Aunque el estilo posicional ganó fama de conservador y defensivo, también era un mecanismo para atacar. En Inglaterra se entendía así y se hablaba sobre todo del juego de posición en términos ofensivos. En Países Bajos, sin embargo, la acepción se refería sobre todo a la defensa. Para la muestra, en una crónica del Milan-Ajax de 1974 se puede leer lo siguiente: “Las acciones ofensivas del Milan, que solo ocasionalmente rompió la defensa del Ajax, fueron socavadas, en parte, gracias a un muy fuerte juego posicional”; o esta cita de Cruyff, ya en Barcelona, de la pretemporada 1988: “Lo que ocurre es que, centrándonos en el partido de hoy, los brasileños son unos maestros en el juego de posición y era casi imposible entrar en su zona“. ¿No es contradictorio?

En un principio sí, pero Cruyff también usaba juego posicional para hablar de fútbol de ataque. Esto quizás como herencia de Keith Spurgeon o Vick Buckingham, quienes fuesen sus entrenadores en el Ajax cuando era adolescente. En su primera temporada en Barcelona, Cruyff, por ejemplo, diría del delantero Julio Salinas que “su juego posicional es muy bueno y casi siempre el segundo hombre aprovecha que Julio juegue con la cabeza. Yo no le exijo goles a Julio. (…) La gran ventaja de Salinas es que ni Sanchís ni Gallego [defensas del Real Madrid] podían salir casi nunca, lo que permitía un mayor movimiento a Bakero, así como que todo el equipo presionara hacia adelante”, mientras que de Hristo Stoichkov criticaría en 1994 lo contrario: “debe mejorar su juego de posición”.

Durante sus ocho temporadas en Barcelona, Cruyff hizo gala de una retórica educadora y singular. Sus intervenciones hablando del juego de posición poco a poco comenzaron a filtrarse en el lenguaje de los futbolistas, prensa y afición. En 1991, Santi Nolla escribiría una columna sobre el Barcelona que se aproximaba a su primer campeonato de liga en la hacía constar que  “la táctica azulgrana se basa, principalmente, en el juego posicional. Los entrenamientos del Barça han tendido a lo largo de los dos últimos años a situar a lo jugadores”. Cruyff mismo solía decir que “nuestro estilo se basa en el juego de posición y en la velocidad” y destacaba cuando este era bien aplicado, tanto en lo individual como en lo colectivo, y culpaba a los malos partidos de una ejecución errónea del mismo. Tras una derrota ante el Atlético de Madrid, Albert Ferrer declararía que “el defecto más grave del Barça radicó en el juego de posición. Nunca nos asentamos en el campo y con la presión del Atlé tico nos costó muchísimo sacar el balón desde atrás”. Más allá de los títulos, Cruyff había establecido una idea.

El modelo Cruyff

Cruyff, pater noster del Barcelona moderno

La revolución del fútbol de finales de los sesentas había acabado con la noción de las posiciones y los puestos en el fútbol.  El Ajax de Michels y Cruyff fue el gran abanderado de ese cambio, pero no fue producto de la generación espontánea: todo el fútbol iba caminando en esa dirección. En 1968, en el libro ‘Na Boca do Tunel‘, João Saldanha escribiría lo siguiente: “Hoy, el fútbol, como todo además, evolucionó a pasos gigantescos. La capacidad de resistencia de los jugadores, su habilidad con la pelota están creando situaciones enteramente nuevas con relación a las posiciones clásicas de los sistemas, que están siendo llevados a la rastra por la práctica del juego. Un jugador para ser eficiente tiene que saber jugar en varias posiciones. Tiene que saber defender y atacar, y cualquier sistema moderno que pretenda ser eficiente tiene que comprender que no puede ser rígido. Antes, cuando un jugador invadía la posición de otro compañero, llevaba enseguida una bronca: ‘Salí fuera, acá vos entorpeces. Anda a tu lugar’. Y el entrenador apoyaba esta replica. Un jugador que diga ese hoy no merece entrar al campo. El fútbol, comparativamente, esta caminando para los rumbos del básquet: todos juegan de todo, menos el arquero”.

Con Cruyff, el juego de posición nació (o revivió, más bien, pues se había perdido en los anales de la historia con el cambio de paradigma táctico) a la lengua, pero el logro de Johan no estuvo solo en lo retórico. El Barcelona que creó fue un equipo fundacional. Treinta años después de aquel texto de Saldanha, la revista PLACAR, think tank del fútbol brasileño, titulaba su reseña de la Eurocopa de 1988 con “La posición murió. Es el momento de la función”. En ese contexto fue en el que Cruyff comenzó a hablar del juego posicional como base del fútbol de su equipo. Lo que hacían era contracultural. ¿A qué cultura? Pues a la de los equipos famosos del Cruyff jugador, que aunque eran equipos que se organizaban a partir del espacio y la ocupación territorial, entendían la posición como una barrera que necesitaba romperse, con Cruyff, omnipresente, como estandarte de ello.

El caso es que quizás Johan entendió que su forma tan particular de jugar era solo accesible y deseable para un futbolista como él y sabía que no había ninguno. También había entendido que desde fuera del campo su capacidad de incidencia directa en el desarrollo de las jugadas en tiempo real, que era lo que hacía como futbolista, era prácticamente ninguna. Partiendo de esas dos verdades y del deseo de que su equipo atacase todo el tiempo, Cruyff comenzó a diseñar su modelo de juego: una serie de reglas y lógicas internas  que eliminaban todo lo superfluo de la ecuación y buscaban mecanizar el juego, algo que aunque como jugador había despreciado, como entrenador lo encontraba ideal: “No quiero que los jugadores piensen demasiado en el campo, porque de esta forma das una ventaja al rival. Los equipos con personalidad son aquellos en que cada uno sabe como un autómata lo que debe hacer en cualquier circunstancia y sin parar a meditar la jugada. Para poner un ejemplo, pretendo que cada uno actúe con el balón de la misma forma que uno conduce un coche, sin pararse a pensar en lo que está haciendo”.

Ese modelo de juego constaba de dos herramientas y tres objetivos. Las primeras eran el ritmo y la posición. Sirvan las palabras de párrafos anteriores sobre Salinas como preámbulo del porqué del valor de la posición. También la famosa anécdota de Txiki Begiristain, extremo izquierdo, tras uno de los amistosos de la primera pretemporada, quien declararía que  “hay momentos en que estoy como ausente porque no me llegan balones. Personalmente, me gustaría participar más en el juego, pero entiendo que esto forma parte del sistema”, a lo que Cruyff replicaría que había sido el mejor jugador del partido porque era el único que le “había hecho caso“. En cuanto al ritmo, para Cruyff era imperativo que la pelota se moviese a la mayor velocidad posible. Que fuese el balón el que corriese, lo que hacía que Johan diera prioridad a condiciones técnicas básicas de control y pase, incluso por encima de otras más valoradas (con motivación suficiente) en la época, y a un alto nivel de concentración —que es como decir intensidad hoy. Sobre los objetivos, estos eran los siguientes: primero, crear situaciones de uno contra uno en ataque; segundo, encontrar a compañeros por detrás de la línea de presión de los rivales; y tercero, que los receptores detrás de esa línea de presión dejasen a un tercer compañero de cara al arco contrario.

Desde esas bases, Cruyff construyó su juego de posición, cuyo resultado era el de un equipo que jugaba de memoria, con pocos toques, abriendo mucho el campo y atacando todo el tiempo, que era además el principal valor defensivo: como el Barcelona atacaba siempre y con una organización rigurosa a nivel posicional, cuando perdía el balón el contrario estaba desorganizado, lejos del arco de los de Cruyff, con poca energía y enfrentando a un Barcelona ya preparado para el juego posicional defensivo.

¿Qué es el juego de posición?

Si Cruyff es el Antiguo testamento, Van Gaal es el Nuevo

Después de Cruyff, otros construyeron sobre modelos semejantes. Principalmente Louis van Gaal, que llegó al primer equipo del Ajax tres años después de la salida de Johan rumbo a Barcelona, y a la Ciudad Condal poco más de doce meses luego del último partido de Cruyff como entrenador culé,  tomó ese compendio de reglas y le añadió muchas otras más. Por ejemplo, que “cuantos mas triángulos tengas en tu sistema, más sencillo será jugar porque los jugadores sin pensar ya están en la posición”. Más tarde, discípulos de uno o de otro, o de los dos, o solo admiradores de ese trabajo, como Lillo, desarrollaron los modelos de juego de sus equipos basados en esos fundamentos.

En consecuencia, el juego de posición no es más que un modelo de organización en el fútbol basado en tomar como referencia el espacio ocupado del terreno de juego (la posición cierta de los jugadores, en lugar de la posición a ocupar en el futuro, que sería más del Fútbol Total) en busca de encontrar recepciones a la espalda de la línea de presión del rival. Para lograrlo, el juego de posición desarrolla estructuras zonales en todas (sobre todo en ataque, pues en defensa suele admitir marcajes al hombre) las fases del juego, fijando a jugadores en posiciones que permitan que el balón progrese de la manera deseada. La idea es que mediante una ocupación racionalizada y estructurada de los espacios, fijando posiciones a lo ancho y por detrás de las líneas de presión, el balón progrese con mayor facilidad en el campo y se generan situaciones constantes de uno contra uno en ataque. Así, en un juego de posición perfecto, los once jugadores están ubicados cada uno en una zona determinada para cada fase del juego, sin redundancias posicionales (es decir, sin que haya más de un jugador en una zona específica), espaciados en una distancia de relación perfecta para que el balón progrese rompiendo líneas de presión rival, con jugadores dando amplitud, para crear espacio a lo ancho entre las líneas del rival, otros profundidad para espaciar las líneas del rival a lo largo y otros fijando entre líneas para dar referencia de progresión y aprovechar la desorganización del contrario. Normalmente, esto lo hacen creando triángulos y rombos para circular la pelota con puntos de apoyo fácilmente reconocibles para quien posee el balón y con una postura corporal que potencie esa circulación.

Hoy, el juego de posición o posicional hace parte del lenguaje propio del fútbol. Está en boga en conversaciones técnicas y de estadio, pues tras el éxito indiscutible de equipos que aplicaron ese modelo de organización, muchos otros se han acercado a él en busca de ese éxito. Como el Barcelona de Cruyff, van Gaal, Rijkaard, Guardiola y sus sucedáneos  es el principal ejemplo de los logros del modelo, y en Barcelona este ha sido usado dentro de la filosofía original de Cruyff para atacar y tener el control del juego a través de la posesión del balón, se suele confundir el juego posicional con el de posesión o pase, que aunque suelen converger en uno mismo, no lo son.

Si bien Cruyff propuso esa serie de reglas, objetivos y métodos para poder atacar y jugar como él quería, otros entrenadores la han usado para jugar de diversas formas. José Mourinho (“Me gusta que mi equipo tenga un juego posicional muy bueno y que los jugadores sepan claramente cómo han de posicionarse”), asistente técnico de Louis van Gaal en Barcelona, ha creado desde el juego de posición equipos que atacaban como un rayo; Antonio Conte o Juan Carlos Osorio, lo han utilizado para crear sistemas de salida de balón versátiles que se saltan líneas del rival y facilitan la creación de ocasiones en un juego directo; y otros tantos para conservar la posesión como mecanismo defensivo.

El juego de posición es, en últimas, una herramienta para el diseño de equipos. En la práctica, ese manual de reglas es solo una guía. Los entrenadores deciden por un lado cuales son esas zonas a ocupar, si hay que darle libertad a uno o más jugadores de saltarse esa ocupación espacial, si desea crear esas estructuras en todas las fases, o saltarse alguno de los mandatos, o cualquier otra combinación posible. Porque al final, el fútbol sigue siendo lo mismo de siempre: veintidós jugadores, un balón, dos arcos y el objetivo de marcar más goles que el otro equipo.

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