It was born in England

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La mejor versión posible

Colombia había jugado un primer tiempo correcto. Ganaba tras un golazo que finalizó una buena jugada y eso le había permitido radicalizar su planteamiento. Brasil no estaba jugando bien, pero más allá de ir perdiendo, tampoco sufría. Era un partido igualado y ambos debían mejorar en la segunda parte: los locales debía encontrar la forma de hacer que su ataque le  ofreciera retos distintos y más difíciles a los colombianos o que, haciendo más o menos lo mismo, la cantidad de retos se multiplicase en número y frecuencia. Los colombianos tenían que encontrar modos de tener mejor el balón cuando lo recuperasen y convertir sus momentos de tenencia en posibilidades reales de ataque, más allá de alguna aventura individual de alguno.

Iniciada la segunda parte, Brasil apostó por una solución mixta. Por un lado, Firmino entró a jugar de delantero centro. El del Liverpool destaca sobre todo por su movilidad y por su inteligencia para asociarse atrás y crear espacios a través de sus desmarques, lo que creaba un escenario diferente para la defensa colombiana, que hasta entonces solo había tenido que reaccionar a duelos físicos, técnicos y de concentración, sin tener que interpretar y tomar decisiones complicadas. Por otro, organizó su estructura más posicionalmente, simplificando las tareas de Gabriel Jesús y Richarlison. El resultado fue que el equipo brasileño comenzó a plantearle problemas nuevos a la defensa de Colombia a la vez que le añadía más volumen a lo que ya había intentado en el primer tiempo. Brasil subió quince o veinte metros en el campo, hundiendo a Colombia contra su arco y abriendo a la defensa, que ya no podía estar tan estrecha en los carriles interiores.

¿Qué podía hacer Reinaldo? El fútbol es un deporte plural en el que hay siempre más de una respuesta correcta para cada pregunta y esas soluciones pueden ser incluso contradictorias y excluyentes. Por ejemplo, Rueda podría haber apostado por mejorar sus posesiones para quitarle ritmo a Brasil, que estaba siendo su principal arma, por diseñar mejores opciones de contragolpe, o por lo que finalmente hizo: añadió un mediocampista central más para convertir la línea de cuatro en una de cinco y tener más efectivos tanto para tapar por dentro como para cubrir mejor el ancho y puso a un delantero peleón y hábil en los duelos físicos al cual tirarle la pelota y que ganase segundos en esas batallas mano a mano contra los defensas. Más tarde, cambiaría a un central por un volante, para tener el mismo efecto pero diez metros más atrás y en el corazón del área.

No fue un error. Fueron cambios que tenían sentido, que tenían el potencial de cambiar la dinámica del partido, que apuntaban a fortalezas de Brasil y debilidades de Colombia buscando equilibrarlas. Colombia, de hecho, perdió  por dos errores que no son tácticos sino de tensión competitiva: se relajaron en esa confusa jugada en la que Pitana hizo el gesto del silbato pero no pitó y defendieron un córner pensando más en el fin de partido o en quién sabe qué cosa que en defender el córner.

Gran parte de las críticas primerizas a la selección y al cuerpo técnico se centraron en los cambios, aludiendo a que le entregaron el partido muy pronto a Brasil encerrándose atrás. Si bien es una crítica con asidero, los primeros cambios de Rueda estaban pensados para lo contrario: eran cambios que buscaban ganar metros. El razonamiento táctico era correcto y con el resultado a favor, además, justificado. Pero no por ello no dejan una lectura problemática, que además es consecuente con quizás la mayor duda que dejaba la contratación de Rueda.

El planteamiento y los cambios de Rueda coexisten en dos universos: uno, el del contexto del partido y del equipo a un mes del primer entrenamiento sin contar con James y Quintero. En ese, las preocupaciones deberían ser mínimas. En el otro, en el de que este planteamiento de partido y los cambios de Reinaldo son coherentes con una forma de sentir y pensar el juego que ha sido transversal en toda la carrera del entrenador vallecaucano, la pregunta que debe sobrevolar la crítica es la de si esas convicciones, válidas y exitosas, por supuesto, están en consonancia con la mejor versión posible de la Selección Colombia. En si esa aspiración de poder ser la mejor versión posible que puede ofrecer la sinergia de esta generación de jugadores no entra en confrontación con preferencias de perfiles y comportamientos tácticos que el entrenador tiene y cuya huella se ha dejado ver en los seis partidos disputados hasta ahora.

Colombia va a llegar a jugar bien con Rueda. Incluso muy bien y ojalá dentro de los tiempos necesarios para clasificar al Mundial y llegar a este en óptimas condiciones. Los jugadores creen, son muy buenos y están jugando con una confianza técnica que los lleva a intentar ser la mejor versión posible de ellos en lo individual. Eso es una base para construir un equipo que quizás no tenga parangón. Pero queda ese interrogante: ¿están alineadas las visiones del cuerpo técnico con el máximo que podemos ofrecer? ¿podemos competir de verdad, tener las aspiraciones más altas, sin acercarnos a ese máximo?

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