Con un ataque de antología, Chris Froome ganó la etapa 19 del Giro d’ Italia 2018, atacó a casi 80 kilómetros de la meta y descontó los 3 minutos que lo alejaban de la maglia rosa, quitándosela a Simon Yates, con quien días antes se daba una batalla de ataques en el Zoncolan. Un movimiento que parecía de aquellas etapas de antaño, hazañas de valientes que con el tiempo se hacen más escasas. De este modo la carrera italiana se ha convertido en la gran vuelta favorita de muchos aficionados, los últimos años ha formado una identidad con un desarrollo de carrera mucho más emocionante que lo que el Tour de Francia nos ha mostrado en la última década.
Se ha convertido en la carrera favorita de muchos aficionados, y no es para menos. Cuando la comparamos con el Tour, una carrera que en sus últimas ediciones ha sido criticada por la monotonía de las etapas, consecuencia del nivel tan alto y parejo que hacen cada vez menos comunes los ataques, que tanto nos emocionan, y que sacar alguna diferencia a los rivales sea muy complicado. No es que en las otras carreras el nivel sea menor, pero las estrategias de los equipos como INEOS son mucho más marcadas en el Tour, que en las otras carreras, haciendo que un ataque sea inútil a tal ritmo.
El Tour de Francia, es la máxima del ciclismo, un título que la historia y su valor cultural le han asignado, pero hablando de espectáculo se está quedando un poco atrás y la organización es consciente de esto también. El año anterior han diseñado una etapa de alta montaña de solo 65 kilómetros, incluso hubo orden de salida para permitir algún movimiento desde el kilómetro 0, al final no fue tan espectacular como todos pensamos, pero hubo ataques y Nairo se pudo imponer sobre ese tren, que parece invencible, del Team Sky, de aquel entonces.
Personalmente, el Tour tiene ganado ese espacio de la mejor carrera del mundo, la emoción de ver las etapas míticas, de un valor histórico incalculable, es espectacular, una sensación casi exclusiva del tour. Además, esta fue la carrera que me enamoró. En el 2013 recuerdo con una precisión sorprendente como un tal Nairo Quintana se enfrentaba en un tú a tú contra Chris Froome, el ideal físico de un ciclista europeo, alto, delgado que, vestido de amarillo, no veía la hora de soltar de su rueda a ese colombiano, que no reflejaba dolor en su cara, pero a pocos metros de la meta, en plena curva perdió contacto y perdió la etapa, al cruzar la meta se desplomó en el suelo, ahí entendí que esa cara de póker que mostraba escondía tantas sensaciones que yo no lograba entender. Esa semana estuve tan pendiente del televisor, pensando en cómo lo hacían intentando entender lo que sentían, y tuve la fortuna, días más tarde, de ver la etapa de Aneccy Semnoz, el mismo que se había desmayado en la meta del Mont Ventoux ganaba, ¡había ganado la etapa!, eso para mí era increíble, ese día, con la capacidad de asombro de un niño de 12 años, simplemente, me enamoré del ciclismo.
El sábado inicia el Giro, todos los factores están dados para un espectáculo tremendo, como nos tiene acostumbrado esta carrera, Dumoulin, Roglic, Nibali, López y Yates son los principales favoritos y la presencia de las tres contrarreloj va a obligar a los escaladores a poner en aprietos a los especialistas contra el reloj en las montañas. Mi predicción tiene a Dumoulin como ganador, López segundo, y Roglic tercero. Tengo mucha ilusión en ver a ‘Superman’ López vestido de rosado al final, pero no lo tiene nada fácil, pero estoy seguro que con su manera combativa de correr, la que ha mostrado recientemente, puede dar una gran sorpresa.
¿Es el Giro su carrera favorita?, ¿Cuál es su apuesta para el podio final?