Entre pase y pase

Publicado el Diego Alarcón Rozo

Carta a Falcao García

Recuerdo que la primera vez que supe de ti, Falcao, yo todavía era un niño. Vi esa nota de televisión que hoy todavía da vueltas en YouTube y en la que el periodista te dice “Rafael Falcao”. Solo elogios para ti, un “volante número 10 ofensivo” que palabras más, palabras menos, estaba llamado a ser el mejor jugador de la historia de Colombia, el mejor del mundo. Bastante tiempo ha pasado desde entonces, desde esa entrevista que concediste justo en frente del coliseo El Campin en la que siendo un niño, hablabas con una elocuencia difícil de encontrar a tu edad. Ya hablabas de Dios y confundías la fama con el éxito.

Hoy prendo el televisor y te veo todos los días, Falcao. Te oigo y te leo, también. Estás todo el tiempo, con una ubicuidad que no diferencia entre canales de televisión ni cadenas de radio, ni periódicos: primero alguna nota de violencia, una más de corrupción, vienen los deportes y nos dicen que estás rompiendo récords, que marcaste el gol de la fecha, que te emocionaste dando una entrevista, que tus amigos de barrio en Bogotá te recuerdan con afecto o que los argentinos dijeron que eras nuestro Messi…

Te volviste parte de la cotidianidad de Colombia y entraste en la lista de las figuras que le producen orgullo a un país roto por la violencia y la indolencia y la desigualdad y todos los males. Te volviste ese bálsamo que por momentos nos quita la atención de lo fundamental para cegarnos en tu éxito –hoy eres famoso y también exitoso y cargas con el lastre de serlo. Una razón más para sentirse contento de haber nacido en este país feliz con el segundo himno más bonito del mundo. Tengo pocas ideas de quién realiza estos escalafones, pero en todo caso resultan mucho más amables que los de la ONU o los de las ONG’s defensoras de derechos humanos, en los que se refleja nuestra realidad. No sé si conociste ese que decía que Colombia es el tercer país más desigual –distribución de la riqueza– del mundo después de Haití y Angola. Quizá.

La realidad del país no tiene nada que ver contigo, pero al mismo tiempo la realidad te ha usado como efecto placebo de su estado terminal. La televisión nos reporta los rankings y de rankings está hecho el fútbol: Colombia en el sexto puesto de mejores selecciones de la Fifa, por encima de Italia, Holanda, Inglaterra, Francia y Brasil. Bien decía Maradona que a la Fifa no había que creerle. La emoción es incluso más ciega que el amor. Creo que ese sexto puesto le debe mucho a tus goles, a pesar de que no sea cierto. Apenas un hechizo momentáneo.

Hoy hay periodistas que se refieren a ti como “nuestro Falcao”. Otros te dicen ‘El Tigre’ y desgastan y desgastan la inagotable metáfora del “volvió a rugir”. Hay quienes te dicen “Falca” o “Rada”, por Radamel, que es tu verdadero nombre y no Rafael como esa vieja nota de noticiero. Está bien: a la larga todos tenemos derecho a nuestras cursilerías.

Casi todos los colombianos te dicen que eres el “mejor nueve del mundo”. Intenté buscar el ranking, pero no logré encontrar a la organización que elabora el conteo de los mejores nueves del mundo. Por no hablar de aquellos que usan el de “mejor cabeceador del mundo”, otro escalafón más de bibliografía inexistente.

 

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Más allá de cualquier discusión, creo que eres un delantero sobresaliente, de esos que hasta en su peor día contagia de miedo a la defensa rival. Tal vez serías el mejor del mundo si no existieran Messi, ni Ibrahimovich, ni Drogba, ni Rooney, ni Van Persie ni otros que a diferencia tuya han jugado en los mejores equipos de Europa. Debo reconocer que me sorprendió tu aparición en la lista de candidatos al Balón de Oro. Me asombró más la campaña de varios periodistas en Colombia que invitaban a votar por ti. No lo entendí. Y no se trata de que no seas un buen jugador, sino que era un despropósito pensar que podrías estar por encima de Messi, de Ronaldo o de Iniesta. La gente se emocionaba y ese era otro hechizo.

Derrotados, pues, por la realidad de quienes sí eran competidores reales del Balón de Oro, Colombia puso la mira en el premio Puskas al mejor gol de año. Y estabas nominado por ese golazo que le marcaste al América en el Pascual Guerrero de Cali. Un buen gol, pero tú y yo sabemos que era un partido sin importancia: un amistoso con fines comerciales contra un equipo de segunda división, con defensas de la B. Y así se ha ido tejiendo tu leyenda.

Podrías llamarte mito también, Falcao. El peligro que causas en el área contrasta con la mansedumbre que muestras cuando estás por fuera del campo. Ya no eres Falcao el goleador, esa fiera que se la pasa enjaulada a pan y agua, de lunes a sábado y que el domingo sueltan en el área, como alguna vez escribió Oswaldo Soriano sobre Batistuta. Eres más que eso, mucho más, eres el colombiano ideal que ama a Dios sobre todas las cosas, que no se equivoca –aún atormenta ese balón que chocaste en el travesaño de Puerto Ordaz, en ese mano a mano para el 1-1– que sale en las campañas ciudadanas de la Policía. Te volviste intachable y debe ser difícil llevar la vida así, alejada de todo pecado.

Te convertiste en el ejemplo de toda una generación y de a poco te fueron quitando la humanidad: si un diario inglés decía que habías tenido un ‘affaire’ con una modelo que todo hombre quisiera tener, entonces era una estrategia para desprestigiarte y bajar tu precio en el mercado. Entonces todos se indignaron y los periodistas hablaron, escribieron y reportaron como un gran ejército en avanzada. Me acuerdo de que alguien dijo que ya eras el mejor jugador de la historia de Colombia. Que eso no te presione: ella, de seguro, no ha sabido de Willington Ortiz, ni de Valderrama, ni de Rincón, ni de Brand, ni de Asprilla…

Te están robando la humanidad decía. No sé qué vaya a ocurrir cuando te equivoques como el resto de los humanos, cuando te expulsen porque un defensa logró sacarte de casillas y se te escape una patada criminal. De pronto digan que son calenturas normales del fútbol. Ignoro lo que puedan afirmar cuando engañes a un árbitro y pinten un penal inexistente, quizá destaquen tu viveza y tu picardía, porque todos los genios la tienen. Me gustaría saber qué fue lo que le dijiste a Agustín Orión, cuando amenazó con enviarte al hospital.

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Estamos en el punto fatídico en el que de ti no se habla sino en términos elogiosos, el punto en el que a cualquier crítica la aplasta la reverencia absoluta. Siquiera pensar en criticarte se convirtió en una suerte de paganismo dentro de la doctrina patriota y es posible que la crítica sea necesaria.

Te envío esta carta, Falcao, ahora que los enviados especiales nos llevan a Mónaco para anunciarnos que esa será tu casa, porque allí ha llegado un ruso que tiene un Everest de billetes justo debajo de sus pies. Tu ejército explica que es una operación millonaria y que vas a ganar demasiados euros, sin pensar mucho en que leyendas como tú están más allá de los vicios de los simples mortales. Son incapaces de decir que se trata de un retroceso en tu carrera de futbolista y que tal vez en unos años mires el espejo y te des cuenta de que tus mejores años en la cancha los pasaste jugando en buenos equipos, pero no en los que soñaste jugar de niño.

Hoy nos anuncian que la elección no depende de ti sino de tu representante, porque es propietario de un alto porcentaje de tus derechos deportivos. Entonces me gustaría preguntarte, Tigre ¿En qué momento permitiste que un empresario decidiera tu futuro? ¿De qué sirve el éxito si no puedes escoger en dónde levantarte a trabajar todos los días? ¿Por qué ahora nos queda la sensación, goleador, de que perdiste tu libertad?

Por: Diego Alarcón Rozo
En Twitter: @Motamotta

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