El telescopio

Publicado el Pablo de Narváez

Talento entre las piedras

El título de Egan Bernal en el Giro de Italia 2021 alegra, emociona, alumbra. Egan, un talento extraordinario, recrea sobre la bici con la mirada fija en su horizonte tan lejano como el de todos los mortales, pero tan singular como el de los tocados por la varita, un deporte en el que ha derrumbado sus propios límites y a los expertos dejados boquiabiertos. Un deporte que en Colombia es parte de su acerbo cultural afincado en nuestra historia que es nuestro presente y nuestros caminos, nuestras fuerzas y nuestras cielos, nuestros cultivos y nuestras madrugadas, nuestra esperanza y nuestras montañas, y que justo por eso representa su riqueza. Cada ciclista que sale de entre sus piedras es evolución y propicia una revolución.

Con ambición y enfoque y superando las expectativas a pesar de su favoritismo –una realidad paradojal–, ganó su segunda vuelta ‘grande’ (Tour de Francia 2019) con apenas 24 años, un hito en la enciclopedia y un logro que lo catapulta al olimpo del olimpo del ciclismo mundial. Bien merecido, Egan. Salud.

Y es que el deporte en Colombia, amén de sus deportistas, es esa vidriera en la que nos sentimos significados. Nos apropiamos de sus logros, sus hazañas, sus medallas, conseguidas con excelencia, progreso y coraje; luces que transmiten esperanza y alegría y que envuelven con optimismo a la sociedad en cada tiempo, tiempo que ha estado marcado y signado por conflictos y violencia.

Así como debemos conocer nuestro pasado para construir un mejor futuro, no olvidemos el génesis de Egan Bernal, cuyo camino recorrido hasta el lugar en el que está hoy ha sido estado empedrado y sufrido, a la sazón del ciclismo de élite híper exigente que hoy moldea y que coquetea, como todos los deportes de altísimo rendimiento, en las fronteras de la insalubridad.

En sus comienzos Egan practicó ciclomontañismo (MTB), modalidad desde la que en 2016 saltaría a la ruta. Una nota que publicó a mediados de 2014 en sus redes sociales es una joya. Les pedía a sus seguidores apoyos tanto económicos como emocionales para viajar a Noruega. Su sueño, participar en la Copa del Mundo de MTB. En ese entonces era el ciclista #12 del ranking de la Unión Ciclística Internacional (UCI, siglas en inglés), un dato no menor. El ciclista nacido en Zipaquirá al fin viajó y obtuvo el segundo lugar en la categoría junior.

Y esta historia se repite como la onda de la piedra que cae al agua. Podríamos nombrar un listado largo de atletas top de Colombia que no fueron apoyados en sus orígenes, justo en la edad en la que necesitan más que nunca confianza y recursos. La falta de apoyo es el síntoma recurrente de una grave enfermedad que sufre el deporte colombiano y sus deportistas que se proyectan.

Es sabido que la mayoría de los líderes de los gobiernos de turno suelen proclamarse las victorias deportivas como propias, fenómeno utilizado en todos los regímenes para darse imagen, un crédito político ficticio que en Colombia tuvo su efervescencia a partir de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 cuando el deporte nacional pateó el tablero con un estallido de medallas histórico y sorprendente.

Lo hecho en Londres no cambió la tradición. Desde ese momento los comandantes de Coldeportes, hoy Ministerio del Deporte –entidad que no es la responsable de ejecutar la política deportiva de altos logros (Para eso está el Comité Olímpico Colombiano) sino de dirigirla, pero que parece serlo si nos fijamos en sus prioridades programáticas, su destinación de recursos, sus comunicaciones– vaya si han aprovechado el flash.

‘Colombia tierra de atletas’. Así se llama la estrategia del Ministerio del Deporte para consolidar al país como un semillero de deportistas, un eslogan que, sin obviar su belleza, abre un campo de análisis tan profundo como el océano.

Pero, ¿podremos ser una tierra de atletas si dejamos a la deriva la enseñanza de la educación física en la educación básica primaria al profe de matemáticas o de español y no a un docente especializado en la materia? ¿O si dejamos la detección de talentos, que requiere un programa específico e interdisciplinario, en la órbita de los Juegos Intercolegiados Supérate que nada tienen que ver con esa ciencia? Luego de tantos años recorridos y de semejantes hazañas deportivas de las que hemos sido testigos, ¿para qué han servido los campeones?  ¿en dónde está ese semillero del deporte colombiano? ¿por qué no existen datos ni cifras oficiales de la cantidad de deportistas que hacen deporte en el país, en clubes, academias Y federaciones, ni la línea evolutiva sobre la promoción de la práctica? ¿Estamos construyendo una cultura deportiva y una política pública cuando el programa de apoyo estimula a los deportistas una vez obtienen resultados destacados en Juegos Nacionales o en competencias del ciclo olímpico y no antes, una estratega perversa y que promueve el dopaje?

Desde el liderazgo de la política –eh aquí un paralelo con la actualidad– me late que no hemos comprendido ni actuado en consecuencia en el poder atesorado en el deporte, mucho menos en sus procesos. El deporte es un instrumento educativo, incluyente y transformador  que, con una política pública y de desarrollo real y un liderazgo que deje el ego y respete los roles y procure no dejar huella sino marcar el camino, podría servirnos de propulsor para dar un salto como sociedad. Un salto hacia adelante y no en el mismo lugar en modo foto del momento que encuadre el galardón. Egan reinventa en cada curva su deporte. Con su historia volvemos a las raíces, resignificamos las piedras, calibramos la brújula.

📷  Agencia EFE

Comentarios