El deporte es un medio de expresión maravilloso. El Campeonato Mundial Femenino de Mayores 2023, organizado por FIFA en Australia y Nueva Zelanda, vaya si nos habló. Este domingo, España se coronó campeona luego de derrotar a Inglaterra 1 a 0 en un partido áspero y vibrante. Los resultados que consiguieron selecciones como Jamaica (clasificó a octavos de final dejando a Brasil por fuera en fase de grupos), Colombia (pasó a cuartos de final derrotando al poderío alemán en fase de grupos) y la misma España, por ejemplo, emocionan tanto por lo que significaron en la arena deportiva, como por su valor político y cultural.

Las selecciones y sus hacedoras hablan claramente de esta etapa del camino de luchas y de conquistas de las mujeres en el fútbol, un deporte inundado por la idiosincrasia patriarcal, por la tradición masculina y las barreras ideológicas que son, acaso, más importantes de enfrentar para doblegar que el trofeo más lindo y esculpido, o que el rival más versado. Ellas, siguen construyendo, a pulso, el reconocimiento que históricamente desde la creación de este juego y a lo largo de los días les ha sido negado con obstáculos e inequidades.

Las mujeres en el deporte —y en muchos otros ámbitos— nos han vuelto a dar en este campeonato mundial una muestra de carácter, fortaleza, sensibilidad, trabajo en equipo e ímpetu. Practicar un deporte, más si hablamos en el nivel élite, y entrenar para lograr objetivos de ese tenor, mejora el potencial no sólo físico, sino también intelectual y cognitivo, prolonga la vida en cualquiera de sus etapas, es decir, aporta juventud; aumenta el rendimiento y proporciona libertad física. Y debería, también, proporcionar libertad social.

En la ceremonia final se dio un escandaloso episodio protagonizado por Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, quien le dio un beso en la boca, en un gesto fuera de lugar, cuanto menos abusivo de poder y de género, a la jugadora española Jenni Hermoso, tras colgarle la medalla. Un retrato del machismo campante. O como sigue sucediendo con periodistas, en este caso en Colombia  —que seguro se replica en otros lugares—, que se jactan de ser “deportivos” y referentes en el medio, llamando “niñas” a jugadoras profesionales.

La falta de decisiones que afirmen la equidad con los hombres en cuanto a sueldos, premios, contratos, la ausencia de políticas que permitan crear estructuras y organizar competencias y ligas profesionales locales, la precariedad en apoyos y patrocinios y la evidente y reducida cobertura mediática, son también besos improcedentes, irrespetuosos, en contravía del tiempo. Comportamientos y actitudes que debemos deconstruir, prejuicios y estereotipos de género que debemos desnaturalizar y abolir de tajo —con un golpazo de piedra letal—, reconociendo que todo comienza por el gesto y por la palabra; lo que hacemos y lo que decimos.

El deporte afirma voluntad y espíritu, armonía y fortaleza, estética y épica. Además, si fuera poca su riqueza, afirma la dignidad del ser humano desde su cuerpo con sus posibilidades y con sus límites. Esta perspectiva humanista es la que debemos rescatar para, esta vez, ser nosotros los que les hablamos a las mujeres que participaron en el Mundial y que nos regalaron un campeonato de alto vuelo, divino, para honrar sus logros, sus capacidades, sus merecimientos

Foto: Agencia EFE

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