El telescopio

Publicado el Pablo de Narváez

El deporte, treinta años con velo

Hace 30 años Colombia vivía tiempos de convulsión social, de violencia, de desigualdad y de exclusión. Aunque estos problemas persisten con manifestaciones parecidas y algunos de ellos agudizados, la Constitución Política de 1991 creó un marco institucional y normativo que pretendía una sociedad más democrática y participativa reconociendo el carácter plural y multicultural de sus habitantes, libres en cuanto a culto, pensamiento y expresión. Un país descentralizado y con mayor autonomía de las regiones. Un país equitativo y con un sistema renovado de acceso a la justicia y garante de derechos; derecho a la salud, a la educación, a los servicios públicos y, sí, también al deporte. Una conquista muy importante sobre la que no se ha hecho la pedagogía ideal y por eso, tampoco hemos conocido y reconocido su importancia y sus implicaciones para nuestra vida.

Además del deporte como derecho, otro aporte de la Constitución de 1991 fue la incorporación del deporte dentro del gasto público, un avance mayúsculo para los municipios y los departamentos, pero cuya implementación no se cumple ya que no fue reconocido en la Ley de Presupuesto dejando en la cuerda floja la sostenibilidad financiera y operativa de los entes territoriales.

Luego de tres décadas, el análisis y la discusión de los alcances y de los resultados de la Constitución en materia de deporte es imprescindible para saber el camino recorrido, en dónde estamos parados y hacia dónde vamos. En Colombia el goce efectivo del derecho al deporte y a la recreación está en deuda.

Desde las entidades encargadas de planear y de dar los lineamientos de política pública del deporte —Coldeportes ayer, Ministerio del Deporte hoy— ha existido un enorme vacío de liderazgo y de gestión. En estos años las acciones en las que se han centrado sus autoridades han sido, organizar eventos con presupuesto central y estructurados desde Bogotá. Hay para dar y repartir: Juegos Nacionales, Juegos Paranacionales, Juegos del Mar y Playa, Juegos del Caribe, Juegos Fronterizos Binacionales, Juegos del Catatumbo, Juegos por la Paz del Brazo de Mompox, Juegos Intercolegiados, Juegos Comunales, Juegos de la Orinoquia y la Amazonia, Juegos del Litoral Pacífico, Juegos Deportivos de Integración de los Servidores Públicos.

Ejecutar programas con un ánimo protagónico, sin dirección ni articulación a pesar y en contravía del rol esencial del Ministerio que no es ejecutar sino planear y liderar la política pública y darles dientes y fortalecer los procesos locales de los entes territoriales.

Además, construir escenarios y también posicionar a Colombia como potencia deportiva y amplificar los resultados en el alto rendimiento traducidos en participación en competencias élite y en la obtención de medallas olímpicas y títulos mundiales. La máxima expresión de esta última línea es el slogan ‘Colombia tierra de atletas’ creado bajo el mandato del actual ministro de deportes, Ernesto Lucena, que tampoco tiene una política detrás que lo soporte y que tiene dos caras como las monedas: una, que reconoce la grandeza de los atletas top que han escalado a lo más alto en la arena mundial; y otra, una cara falaz, ya que los atletas son atletas por la forma en que se detectan, se guían y se forman, y en Colombia vaya si falta trabajar en aquellos primeros pasos.

El Plan Decenal del Deporte (2009 – 2019) creado a raíz del Bicentenario de la República —y no como una iniciativa propia y sin una razón argumental externa, bien a nuestro estilo— , sin embargo, es el mejor ejercicio de política pública a mediano y a largo plazo que se haya realizado en este tiempo, más que por el contenido en el que el objetivo base era consolidar al país como potencia deportiva continental, por la convocatoria de la comunidad en los diferentes territorios y la participación conjunta de la ciudadanía en las regiones poniendo en práctica la descentralización de las decisiones, de la voz y del voto.

Sus lineamientos están vigentes, cimientos que tienen que ver con mayor cobertura, y que servirán para impulsar, si hay voluntad política y un liderazgo claro y firme de aquel que llegue y honre el cargo, esa política que logre dignificar, darle vida y fuerza al sector y arropar a toda la población.

La condición primaria de un derecho, volviendo al tema central de esta reflexión, es su condición de universalidad. En Colombia se estima que 27 millones de personas practican deporte, de los cuales aproximadamente 190.000 son deportistas federados. Y aquellos que no son federados, ¿qué tipo de deportes practican, y cuándo, dónde y por qué los practican? ¿Funciona el Registro Único Nacional en el que los actores y los deportistas del común se involucren y sean parte activa del Sistema Nacional del Deporte? ¿Hay una trazabilidad del deporte escolar, aficionado, universitario, social comunitario, del adulto mayor? ¿Existe en Colombia un estudio de prevalencia de hábitos deportivos de la población que permita tomar decisiones y crear una política pública coherente, la carta de navegación que lleve al puerto del crecimiento? ¿Al crearse el Ministerio del Deporte cambió su estructura y se renovaron y modernizaron sus tentáculos para dejar de ser aquel Coldeportes raquítico y anémico? No.

A 30 años de la Constitución todo está por construir. Y la respuesta de dos letras a esa y a más preguntas trascendentales, debe cambiar. Hay bases muy útiles. También existe el poder de una ola social que reclama una transformación de la que no se escapa el deporte en su multidimensionalidad. Viene siendo hora de coger el toro por las astas (viene siendo hora desde hace años y en cada aniversario). En Colombia, a la par de su diversidad, hay mucho talento tanto en los deportistas y en sus cuerpos técnicos, como también en personas capaces de liderar desde la dirigencia una nueva etapa por sus credenciales y no como cuotas políticas o burocráticas; caramba, otra piedra en el zapato.

Si existiera una política púbica del deporte y se cumpliera la reforma constitucional del año 2000 en la que se consagra el deporte y la recreación gasto público social, que exige que los recursos sean focalizados a las poblaciones más vulnerables —los eventos y los juegos en los territorio pareciera que cubren este punto, pero no— evitaría que el gasto publico se invirtiera de manera discrecional como sucede. Por eso, por poner dos ejemplos nomás, el Ministerio del Deporte patrocinó por miles de millones de pesos al Education First, un equipo UCI World Tour de ciclismo en el que sobresalen Rigo Urán e Sergio Huiguita para llevar en su uniforme la marca Colombia Tierra de Atletas. Por eso también esa entidad creó un equipo de ciclismo profesional con ese mismo nombre.

No se trata así nomás de construir ciclorutas y parques, de echar cemento y construir canchas y pistas (muchos escenarios en los últimos años han sido para alto rendimiento, en sintonía con el slogan disfraz), o de organizar eventos y eventos y más eventos. La nueva carta de navegación debe tener un norte, y un sur, un oriente y un occidente que incluya y cree cultura. Debe marcar el camino, un nuevo camino en el que se honre lo escrito, que ponga blanco sobre negro y garantice la efectividad del derecho para todos, que organice y alinee la brújula, que corra el velo para ver más allá del brillo de las medallas y de los logros profesionales, que aporte bienestar para generaciones y generaciones de colombianos.

Comentarios