En La Vuelta a España hay afán para que llegue la alta montaña. Hoy el promedio de velocidad fue de 45 kilómetros por hora. Era el segundo día de La Vuelta en el País Vasco y no hubo tiempo para disfrutar los hermosos paisajes que forman las decenas de colinas que rodean a Bilbao. Era prohibido desconcentrarse. El ritmo fue intenso, el grupo estuvo nervioso, el terreno rompepiernas se dejó ver en los 50 kilómetros finales y solo la tardía licencia para una numerosa fuga evitó que hubiese sustos mayores para los aspirantes al título.
Los ríos que bajan de las cuestas bilbaínas desembocan al Golfo de Vizcaya. El caudal de la carrera se descargó en La Gran Vía de la ciudad portuaria. Para llegar allí había que superar tres premios de montaña cortos, duros y seguidos, que le daban aire peligroso al final de la jornada. Fue un cierre de etapa enérgico. Tipo clásica.
Después de varias arremetidas entre los 19 aventureros del día, el ataque definitivo lo lanzó Philippe Gilbert. El veterano clasicómano belga dio cátedra de su especialidad en el Alto de Arraiz. Este muro se estrenó hoy en La Vuelta con su vista abismal de la ciudad y su dureza extrema, a solo 7,6 kilómetros de la línea de meta. Dos cambios de ritmo en la subida fueron suficientes para que el corredor del Deceuninck consiguiera su sexta victoria de etapa en la historia de la carrera ibérica.
La Vuelta llegó a Bilbao, la ciudad donde los señores portan con orgullo la Txapela. Ese tipo de boina bilbaína es la prenda de vestir más tradicional de los vascos y uno de sus signos de identidad. La jornada fue extrema. El grupo principal llegó a la meta tres minutos después de Gilbert. Fue tan fuerte el paso, que en ese colectivo de los favoritos al título solo entraron 18 ciclistas. El líder de la clasificación general, Primoz Roglic, perdió en el camino a todos sus compañeros del Jumbo Visma, que pagaron tributo al trabajo del día. A esta altura de la carrera, más de uno se quita el sombrero ante quienes diseñaron el recorrido de este año, que ha permitido una carrera abierta con un resultado final difícil de pronosticar.
Bilbao está llena de pequeños detalles. La forma de lucir la boina en esta ciudad es otro de los elementos distintivos de los vascos. El uso de medio lado tiene un significado simbólico y festivo. Es muy diferente a la forma en que se la colocan los gondoleros venecianos, o los hombres mayores marselleses y parisinos. Dicen los bilbaínos que el día que se terminó la dictadura franquista se reivindicaron el boinismo y esa forma particular de lucir la prenda.
Por segundo día consecutivo, la clasificación general individual no sufrió variaciones en su Top 15. No hubo cambios, pero hubo fatiga. La etapa de mañana sale de Bilbao y buscará el Alto de Los Machucos, premio de categoría especial en la Cordillera Cantábrica. Ya no habrá afán, solo montaña. Seguramente en la salida, más de uno se quitará la Txapela y le hará la venia a los 165 sobrevivientes de La Vuelta. Los esperan siete premios de montaña: cuatro de tercera categoría, dos de segunda y uno especial. En Los Machucos, ya no habrá más boinas vascas, solo montañas.