Recuerdo al perifoneador del pueblo anunciando un circo con la contundente frase: «¡hoy, única función!». No había mañana. O la veías ese día, o te la tenían que contar. La frase ganó elegancia cuando llegaron a las ciudades los grandes conciertos, las obras de teatro e incluso algunas películas de cine. La expresión ha soportado el paso del tiempo, pero el señor del megáfono ya le dio paso a voces más engoladas en cuñas radiales y a algunos textos de tipografías modernas en volantes, avisos de prensa, e incluso en los modernos «flayers», para anunciar ciertos espectáculos con boletería costosísima. Ese «¡Hoy, única función!» debería ser la frase tipo para presentar cada etapa del Tour. Una de las virtudes del ciclismo es que no repite libreto nunca, que cada día estrena partitura. La de hoy, terminando en sprint no fue igual a ninguna anterior. Y seguramente la de mañana será totalmente diferente a la de hoy.
Obviamente, para afirmar lo anterior hay que mirar los detalles que matizan cada jornada y no quedarse en el panorámico de la etapa, que a veces engaña. Es demasiado «fácil» caer en en la frase «fácil» de «típica etapa para velocistas, sin mayores emociones». Error. La llegada hoy a Troyes fue emocionante. Ver al francés Demare abrirse camino a 70 kilómetros por hora por el lado donde había más tráfico es emocionante. También lo es la forma como Kittel hace el embalaje con aceleración constante para quedarse con el triunfo en los últimos 15 metros. No estaban Sagan y Cavendish, cierto. Pero aparecieron Greipel, Kristoff, Bohuanni, Groenewegen, Mattews y Mc Lay para secundar a los primeros. Se vio un embalaje diferente (todos los son), y la ausencia de unos protagonistas le dio realce a actores que hasta antier eran del reparto. Dos velocistas menos, pero la ambición era igual. Fue un embalaje más tranquilo pero igual de espectacular. Y que conste que solo hablo de ese instante final, del ritual de los velocistas, del que ya había hecho una columna. Hubo muchas otras cosas que fueron interesantes en la etapa de hoy.
¿Le pareció monótona la fuga? tres pedalistas al frente 213 de los 216 kilómetros de la fracción. La fuga más larga de todas las del Tour hasta hoy. Dio tiempo para mirar sus bicicletas, sus reacciones, sus uniformes, sus rostros de cansancio y hasta el sudor transformado en sal en parte de sus uniformes. Todo esto en medio de castillos, abadías, bosques, sembrados de girasoles y la ciudad natal de Charles de Gaulle; el único presidente francés al que en toda la historia del Tour le han parado la carrera en la mitad de la etapa para saludarlo justo cuando pasaban frente de su casa.
Seguramente, lo largo de la fuga le permitió conocer mejor a Frederick Backaert, un desconocido pedalista belga que cuando no corre ayuda en los oficios de la granja de su padre, que se tragó hoy 213 kilómetros de pavimento junto a sus compañeros de aventura, y que hace dos días había rodado 190 en solitario como punta de la etapa. Tal vez no mueva adrenalina verlos rodar, pero se disfruta y se aprende a poner la mirada en otros aspectos del ciclismo; creo yo.
En fin, si usted es de los que se emociona no solo con el ciclismo sino con los paisajes, el repaso a la historia, las noticias de cómo una sanción da paso a una apelación, y las imágenes curiosas y únicas como el paraguas que voló hoy para caer a los pies del líder o el equilibrista que en una bicicleta montaba en la cuerda floja a 30 metros del piso haciendo la que podría ser su etapa final, siéntese frente al televisor, relájese y disfrute. Recuerde: cada etapa es única función.