La de hoy era una etapa plana, de esas mal llamadas «de transición». El italiano Domenico Pozzovivo era el noveno de la Clasificación General a solo 48 segundos de Froome y Juan Sebastian Molano era el único de los colombianos con dotes de velocista como para figurar en el sprint. Se fueron al piso. Con ellos cayó Jelle Wallays, del Loto Soudal. Faltaban 3.100 metros para la meta. Perdieron más de tres minutos. El del AG2R se tendrá que olvidar de sus intenciones de pelear la general. El del Manzana Postobón tendrá que recuperarse y esperar con paciencia otra etapa con llegada masiva. ¿Mala suerte?, ¿Ley de Murphy? No. Es la dureza del ciclismo.
El reglamento de la UCI es claro. «En caso de caída, pinchazo o avería, debidamente constatado, en los tres últimos kilómetros de una etapa… los accidentados serán acreditados con el mismo tiempo del o de los corredores con los que se encontraba en el momento del accidente». Nadie se quiere caer. Nadie determina dónde hacerlo. Si se hubieran caído 100 metros más adelante, Pozzovivo seguiría siendo el noveno de la general. Como se cayó unos metros antes está en el puesto 33 a 4’08» del líder. ¿Le jugó la vida una mala pasada? No. Se cayó y ya.
También se cayeron hoy Wilco Kelderman y Dani Moreno. El holandés del Sunweb, con algunas laceraciones en su cuerpo, fue escoltado hasta la cola del grupo. El español del Movistar pasó del puesto 14, en el que era el mejor clasificado de su equipo, al puesto 30. Tenía opción de ser jefe de filas y ahora trabajará para que el colombiano Betancur intente salvar los trastos por el equipo español. ¿Tuvieron un mal día? No. El ciclismo es inclemente. Es así. Es un deporte de incertidumbres. En tres semanas de carrera una virosis como le que tenía ayer el polaco Majka, un día sin piernas como le ocurrió a Contador, una caída como la de Pozzovivo hoy, o cualquier incidente echa al traste las ilusiones de una buena buena presentación y varios meses de preparación. Así es el ciclismo, un deporte en el que no aplican las leyes de Murphy.
Para qué tratar de explicar los impases en la carretera. Simplemente se deberían asumir; sin dramas. Los ciclistas lo saben. A todos les pasa. Pero como el aficionado siempre quiere razones, busquemos entonces por la Teoría del Caos, que al menos tiene un fondo más científico y menos empírico que las famosas leyes con las que pesimistas y resignados tratan de explicar cada cosa mala que les pasa. En el ciclismo, que es una actividad compleja y dinámica, impera la teoría del caos. Su resultado depende de múltiples variables y es imposible predecirlo.
Que Froome sea el líder no le garantiza que vaya a ganar la carrera. Que una etapa sean planas no implica que necesariamente haya un sprint. Que mañana la etapa termine en montaña no significa que vaya a ganar un es gran escalador. Que un ciclista haya perdido 2 ó 3 minutos en las primeras 4 etapas no es razón para descartarlo totalmente. Es ciclismo. Lo de mañana simplemente es incertidumbre. Para quienes la corren y para quienes la vemos. Y no es azar, tampoco es Murphy. Es un deporte complejo en el que lo único cierto es que ahí estaremos mañana para dejarnos sorprender.