La sexta etapa del Giro de Italia terminó en las calles de Matera, un pueblo que mirado de lejos da la sensación de estar viendo un pesebre y de cerca deja al descubierto sus cuevas y grutas milenarias, excavadas en la roca calcárea de la región. La llegada a esta población se hizo por una vía amplia, que tenía un repecho fuerte a 2,5 kilómetros de la meta, en el que el Bora Hansgrohe intentó anular a todos los sprinters para limpiarle el camino a Peter Sagan. No los sacaron a todos. Arnaud Demare se escondió en una de las cavernas del grupo principal y salió de ella a 250 metros de la línea para reclamar la victoria.
Hoy el Giro pasó del empeine al tacón de la bota itálica con un diseño de etapa poco usual. Los primeros 50 kilómetros tenían varias subidas fuertes sin categorizar, y los últimos 30 incluían un premio de montaña de tercera categoría y dos subidas cortas y explosivas en el tramo final. Etapa incómoda, que resultó tranquila. Los 188 kilómetros recorrieron el Goparque Nacional Pollino, una región protegida llena de poblados pintorescos, edificaciones de gran interés histórico y artístico, excavaciones arqueológicas, santuarios y conventos, y reservas forestales.
La fuga del día solo tuvo cuatro integrantes: los italianos Mattia Bais, Filippo Zana y Marco Frapporti, y el australiano James Whelam. Este último, en su primera participación en una grande, fue el que más aguantó. Fue capturado faltando 15 kilómetros para la meta en medio de los particulares paisajes de las poblaciones del sector, que han servido de locación para películas de corte religioso como «La pasión de Cristo» de Mel Gibson y «El evangelio según san Mateo» de Pasolini. Las imágenes vistas hoy demostraron por qué a Matera la llaman «la segunda Belén».
La emoción de la etapa se concentró en la llegada. A parte del protagonismo momentáneo de la fuga, una caída al inicio sin implicaciones y un pequeño accidente del líder Joao Almeida cuando paró en seco para arreglarse el radio de comunicación y recibió un golpe accidental de otro ciclista que venía atrás de él, no hubo mayores acciones para registrar. En Matera, pueblo construido entras las rocas, esperaron con paciencia un esprint entre los denominados «pounchers», aquellos hombres veloces con potencia para superar subidas cortas y muros antes de la meta. La etapa estaba hecha para Sagan, su equipo hizo todo el trabajo, pero Demare se coló en el grupo en los repechos finales y ganó con holgura en la recta final.
El Giro llegó a Matera y Demare se vistió con la camiseta ciclamino que identifica al líder de la clasificación de puntos. De resto no hubo más cambios. La carrera saldrá mañana de esta misma ciudad. Habrá tiempo para apreciar lo que los geólogos llaman «calcarenitos», los lugareños «tufos» y la Unesco «sassis». Esas cuevas excavadas, habitadas hace muchos años, son patrimonio histórico de la humanidad. Mañana el viaje será de 143 kilómetros hasta Brindisi, un hermoso puerto en el costado Este del tacón de la bota. Si el viento no hace estragos, podrían llegar todos los esprinters puros.