Los días fríos en el ciclismo siempre tienen noticias tristes. La quinta etapa del Giro se corrió bajo la lluvia, con charcos, con baches en las vías, con un ritmo lento, con carreteras estrechas y con una neutralización en la llegada ante los peligros que todo esto representaba. La organización metió la carrera por una parte de la vía Appia, que desde el siglo I atraviesa la colina desde el Tirreno hasta Roma, y que es considerada la autopista más antigua de la humanidad. Lastimosamente, la vía no es la mejor conservada. La etapa en línea más corta hasta ahora fue una verdadera odisea para la tropa de 169 sobrevivientes que quedan en competencia.
La jornada fue lacónica desde el inicio, pues en el sitio de salida se anunció el retiro del holandés Tom Dumoulin, que intentó partir, pero con muchas secuelas en su rodilla tras la caída sufrida ayer. En el mismo sitio, la organización expulsó de la carrera al esloveno Kristijan Koren, por orden de la UCI, tras salir involucrado en la denominada «Operación Aderlas antidopaje». Dos desgracias distintas, pero igualmente tristes. Día duro en todos los sentidos.
El viaje que partió de Frascati para llegar a Terracina se asumió con sumo cuidado, despacio, con sensatez, sorteando la tormenta y los peligros de la travesía. En la fuga del día solo se atrevieron cinco pedalistas, entre ellos el colombiano Miguel Eduardo Florez. Lo acompañaron el belga Louis Vervaeke y los italianos Enrico Barbin, Umberto Orsini e Iván Santaromita. Realmente no disputaron, sino que pasaron los esprints intermedios y el premio de montaña de cuarta categoría. Nunca tuvieron más de 2 minutos de renta y fueron recogidos por el grupo antes de los 20 kilómetros finales.
La meta estaba en Terracina, orillas del mar de los Tirrenos, como lo llamaron los griegos. Una ciudad costera que conserva numeroso monumentos de su pasado romano y medieval. El aguacero de hoy no dejó apreciar las columnas, los arcos, el hormigón, los templos, las torres, los foros y los tramos amurallados. Eso sí, la inundada recta final escenificó un embalaje entre especialistas, en el que el alemán Pascal Ackermann consiguió su segunda victoria parcial en este Giro, esta vez siguiendo la rueda del colombiano Fernando Gaviria, al que superó en la raya. Un esprint que vale la pena volver a ver.
Terracina está construido en el promontorio de Circeo. Una pequeña colina que para muchos es la misma isla de Aeaea, el hogar de Circe, la bella hechicera, y el lugar de la desgracia de Ulises, según la mitología griega. para llegar allí hoy en el Giro se tuvo que hacer un desgaste alto. No hubo magia, solo diluvio y una tristeza honda por el retiro de uno de los grandes favoritos al título.
la de hoy pudo ser el último día de la semana para una llegada masiva. Mañana será un día largo, con 238 kilómetros para ir de Cassino a San Giovanni Rotondo. Jornada maratónica. Falta mucho Giro. Para llegar a la Ítaca del ciclismo hay que vivir muchas aventuras y contar siempre con la bendición de los dioses.