Todo Oídos

Publicado el jmaldonado

Haití: sonidos entre los escombros

1.

Durante los primeros días del terremoto, cuando nadie sabía que pasaba, no había de otra que acudir a la red. Y allí se encontraba Pierre Cote: un canadiense delgado y desajustado, de camisa a cuadros y poco peinar, sentado en una cabina sin ubicación aparente. Pierre comenzó a transmitir 24 horas al día pocos minutos después del temblor, entrevistando a heridos y sobrevivientes (aquellos que podían, de alguna manera, acceder a una cámara de computador) y a familiares y lejanos dolientes. Sin fotos, sin imágenes y sin teléfonos, seguir las entrevistas  de Pierre abrió una ventana a un dolor inaccesible.

Gracias a él, pude, a medio día del día dos, oír cantar a Katia Cadet.  No sé dónde se encontraba en  el momento de aparecer en la pequeña pantalla; no sé qué decía, pues la gran mayoría del tiempo hablaba y se lamentaba en francés con la mirada dulce y afligida, y con la voz arrastrándose por el suelo. Su dolor era palpable.

En medio de esa entrevista, entre el creole, el silencio y el rebuffering, Katia cantó dos veces. Cerró los ojos, inclinó la cabeza y entre lágrimas cantó. Pierre escuchó en silencio. Mientras tanto CNN llegaba y RCN llegaba y las imágenes del noticiero de medio día abrían gradualmente un  agujero. Katia, criada en Montreal pero nacida en la isla,  cantaba en creole encerrada en su cuarto. “La pli met tonbe sou Ayiti”,  que caiga la lluvia sobre Haití; “Lanmo Devan m”, de cara a la muerte.

Luego empacó maletas y salió de donde estaba a un estudio en Nueva York. Compuso. Y compuso. Y compuso. Y hace una semana grabó esta canción.

No podía llamarse de otro modo: Ayiti.

1_Katia_Cadet_Ayiti

2.

En Puerto Príncipe hay un ritmo al que llaman mizik rasin. Es el ritmo de los ancestros y de los modernos, la mezcla subversiva que la dictadura nunca permitió. Un personaje legendario en la isla le tiene un nombre provocativo: Vudú Rock.

El hombre es Richard Morse. En 1990 creó una banda que se llama RAM.  Desde su trinchera musical, la agrupación resistió a la dictadura y alimentó los carnavales. Y cada jueves, desde 1990, inundaban la sala de conciertos en su negocio, el Hotel Oloffson, con una original versión de  música raizal, que los dictadores Doc padre y Doc hijo tanto prohibieron.

Algo así sonaba y suena en Puerto Príncipe gracias a RAM:

El martes del terremoto, Morse sintió que su hotel cedía y flaqueaba. Corrió y encontró a salvo  su mujer. Y al asegurarse que todo estaba bien, se abalanzó sobre el computador y escribió: “5:23 PM, January 12th: estamos ok en el oloffson..internet funciona !! no teléfono ! espero que todos estén bien”.

Desde entonces, no se detiene. Leer sus cortos mensajes en twitter es una extraña manera de revivir, de nuevo, ese y todos los días.

Durante la primera semana del año, Morse se la había pasado componiendo el repertorio del carnaval.  El sábado siguiente grabarían su primer video.“Arranca hoy.. le carnaval 2010”, escribió el músico, dos días antes de que Puerto Príncipe se viniera abajo.

3.

El violinista no tuvo de otra que cerrar los ojos y recordar su concierto de graduación. Su  esposa había  muerto –estaba en la planta baja del edificio- y él quedó  atrapado bajo las ruinas de su escuela de música. Rezó por veinte minutos y luego repasó, nota a nota,la sonata para violín de Cesar Franck, su debut al finalizar la escuela. Duró 35 minutos. Cuando terminó, había pasado una hora. Entonces lo hizo de nuevo: rezó e imaginó un violín en sus manos, una y otra vez.

Así debió sonar en su mente ese concierto imaginario:

Con la música pudo «reducir el dolor, irse de aquel espacio, matar el tiempo…», le dijo Romel Joseph a un periodista de NPR, en la cama de un hospital en Miami.

Fueron muchos conciertos. Lo sacaron 18 horas más tarde.

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