Sin Margenes

Publicado el Tathiana Sánchez Nieto

La frustración de no poderme comunicar: aprendiendo alemán a los 30

Colonia

IG: tathysan 

Twitter: tathysan

Soy comunicadora social. Amo mi carrera, me encanta lo que hago y siento que esta pasión me corre por las venas cada día. Y aunque pensé que lo sabía todo en cuanto a comunicación, este viaje ha empezado con una lección particular. Comunicarse no tiene que ver necesariamente con saber el mismo idioma, tiene que ver más con una sensación: estar conectado a otros, sentirse parte del todo. Al final, se trata de crear un puente que vincula nuestra vida con la de otros, un puente gracias al que no estamos solos.

Seguramente han escuchado que es más sencillo aprender un idioma cuando somos niños. Ya me cansé de contar cuántas veces me lo han dicho, con motivo de mi viaje a Alemania. » – A tu edad ya es muy difícil aprender un idioma. Por qué no te vas a un país donde hablen español o inglés? »

La verdad nunca lo pensé. Hace años quería estudiar en la UCL de Londres pero no quería tener más deudas educativas para toda la vida. Y creanme, con la UCL habría sido una deuda grande. Alemania ni siquiera apareció en mi vida como un país para estudiar o vivir. Su idioma fue mi salvación cuando el dolor de tener el corazón roto me estaba llevando a dañarme a mi misma.

Eso fue en el 2014. Me sentía sola, abandonada y deshecha después de una relación que para mi había sido la más importante de mi vida. Y estaba yo ahí, ahora viviendo sola y tratando de lamerme las heridas sin que nadie se diera cuenta. Subí mucho de peso, me miraba al espejo y solo veía a una desconocida, me decía que ya lo lograría pero seguía en ese mundo oscuro de pensamientos derrotistas que solo parecían llevarme a un fondo que no parecía acabar.

Una mañana supe lo que tenía que hacer. El problema era mi cabeza -analítica y racional- que le daba vueltas a todo. Ya sabía la causa, y la solución era sencilla: debía hacer algo que requiriera toda mi atención. Pensé entonces que debía dedicar mi tiempo a algo muy difícil, que mantuviera todo mi cerebro allí concentrado para lograr ganarle a esa depresión. Y entonces pensé que debería entrar a estudiar el idioma que menos me gustara, el que fuera más complejo y que necesitara de todo mi esfuerzo para olvidarme de lo demás. Fue ahí cuando me inscribí en el curso intensivo de Alemán.

Entré sin saber decir hola. Cuando me preguntaba por qué estaba allí, yo respondía que era un reto personal. Siempre había alguien asombrado en el grupo, pensando que yo estaba loca, y tampoco faltaban los que se burlaban de mi por no tener un desafío más interesante o divertido.

Al principio, lo básico, me parecía fácil. Ese acento que me parecía fuerte y lejano, me empezó a sonar armonioso y con ritmo. La música me gustaba y sí, tenía que aprenderme muchas palabras de memoria, pero, ¿en qué idioma no?

Mis compañeros de clase eran divertidos y estaban llenos de sueños. Sus razones para estar ahí empezaban con lo maravillosa que era Alemania como país, el glorioso equipo de fútbol alemán, lo increíble que sería irse de Au-Pair para tener contacto con otro país, las ganas que tenían de hacer un semestre de intercambio, y los más ambiciosos lo que querían era ganarse una beca completa del DAAD.

Varios de ellos empezaron a decirme que las becas del DAAD se perdían porque a la gente le daba miedo el idioma y no querían dedicarle tiempo. Y mientras tanto mi cabeza me decía que por una beca completa, dedicábamos el tiempo que fuera. Seguí con  el nivel A2 y aunque ya no todo fue color de rosa, de hecho casi no paso el nivel, tenía la idea de que algo más fuerte que la casualidad me había llevado a ese lugar. Luego vino el B1 y mis ganas de aplicar a becas del DAAD ya se habían hecho inmensas. Al parecer tenía un sueño del que yo no era consciente, pero parece que todos a mi alrededor sí.

El B1 fue agotador, demasiadas palabras, demasiada exigencia, demasiadas complicaciones idiomáticas y demasiada vida queriendo devolverme mis tardes y noches para ver a mis amigos, ver una película, leer un libro… Acabé el nivel en 2015 y decidí tomarme un descanso, uno que se convirtió en 5 años de no volver a estudiar Alemán.

Sin embargo, eso no detuvo mis aplicaciones a varias becas EPOS y unas cuantas al programa DAAD – Public Policy. Varios rechazos, algunos recortes de cupos y cantidades de traducciones y documentos oficiales me hicieron ir más despacio y pensar que Alemania no era para mi. Pero la oportunidad llegó con el DAAD y Colfuturo este año. Claro, no era lo que había querido en un principio de una beca completa, pero me la había ganado luego de muchos papeles, ensayos, aplicaciones. Y me gustaba mucho que el DAAD me daba un curso de Alemán intensivo de 2 meses, con el que estaba segurísima que recordaría todo y la vida sería muy fácil cuando ya tuviera un nivel B2. Pero no.

Llegué a Alemania y no le entendía nada a nadie. Reconocía algunas palabras pero no me acordaba de su significado. Trataba de estudiar por mi cuenta pero mi cabeza parecía ser un ático lleno donde no le cabe ni una sola cosa más. Tuve una prueba de clasificación, y aunque pensé que quedaría en B1, donde dejé el curso, llegué a A2… y no entendía ni recordaba nada.

Ya llevo más de un mes en el curso. Ya estoy otra vez en B1, pero no ha sido una tarea fácil. Me ha tocado desaprender mucho, reaprender otro poco, y exponerme a fallar, al miedo de no hablar bien, a la frustración de ver que siempre fui buena estudiante y aquí me siento mediocre a pesar de que estudio más horas que todos los demás.

Seguro estarán pensando lo mismo que varios de mis amigos ya me han dicho: «- no te des tan duro, solo llevas un mes…» Y claro, un mes no es nada, pero para mi, ha sido infinito del que no salgo. La rueda del hámster, donde aunque parece que avanzamos en lecciones, yo sigo sintiéndome en el mismo punto.

Sentir que no puedo hacer parte de una conversación, que la gente prefiere evitar hablar porque no voy a entender, o simplemente no tener ganas de salir porque no se cómo voy a comunicarme me ha puesto frente a muchos nuevos retos. Mi mayor fortaleza es relacionarme, hablar, conocer gente y aquí no he podido hacerlo. Y no, aquí los alemanes no habla tanto inglés como se cree.

Hoy, después de casi 40 días de haber empezado, ya me siento más acostumbrada a escuchar palabras y ciertas frases, pero también soy consciente que falta mucho camino por recorrer.

Ya en 15 días me mudo nuevamente, ahora si para instalarme donde estaré viviendo por 2 años. Ya no habrán más clases de alemán intensivo, pero quedará la vida cotidiana donde tendré que seguir usándolo hasta que llegue mi día soñado, donde las palabras fluyen en mi como el agua.

El alemán sí ha sido un reto personal, el reto personal para darle una vuelta entera a mi vida. He tenido que luchar contra mi cabeza, contra mi ego, para sacarme esa idea de que a los 30 es difícil aprender algo nuevo. Y aunque muchas veces en el límite de mis fuerzas he dicho que ya no me importa, que la maestría es en inglés y no necesito alemán, todos los días me despierto sintiendo que lo que quiero es comunicarme, sentirme integrada en la cultura en la que estoy, poder decir mis pensamientos, mis opiniones y sentimientos, o al menos entender las paradas de bus y hacer la conversación con la persona que va conmigo en la fila del mercado.

Quiero sentirme parte de donde estoy y este tema del idioma, más que mostrarme que aprender alemán es definitivamente un reto que toma tiempo, me ha mostrado algo más profundo, y es que para conectar con otros necesitamos entendernos, y para eso se requiere usar un mismo lenguaje. Y no solo me refiero a un idioma. Es tener la capacidad de escuchar al otro y saber desde dónde está hablando, qué necesita, qué quiere, qué siente, cómo entiende el mundo. Y es por supuesto la habilidad de cada uno de nosotros de poder mostrarle al otro eso mismo, en qué punto estamos, desde dónde estamos viendo la vida y con qué filtro estamos traduciendo esa realidad extraña que está afuera y que tratamos de llamar hogar. Parece fácil…

También he aprendido sobre los procesos, sobre parar y dejar que la vida vaya lento, y que lo bueno llega si tenemos paciencia. Los espero en la próxima entrada!

PD: Me hizo muy feliz leer sus mensajes en Instagram, me motivan y me inspiran a no rendirme en este nuevo reto de contar lo que pasa adentro mío, mientras recorro esta nueva experiencia. ¡Hablemos! quiero saber más de sus experiencias y seguir contándoles de las mías.

Bis bald.

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