Antes de iniciar esta crónica, debo aclarar que siempre he chocado con los modelos estéticos impuestos desde las lógicas occidentales, concretados estos en los reinados de belleza que se impusieron desde la televisión colombiana, cuando ver el Miss Universo era casi que un ritual familiar o discutir si era más importante la reina elegida…
Antes de iniciar esta crónica, debo aclarar que siempre he chocado con los modelos estéticos impuestos desde las lógicas occidentales, concretados estos en los reinados de belleza que se impusieron desde la televisión colombiana, cuando ver el Miss Universo era casi que un ritual familiar o discutir si era más importante la reina elegida en este concurso o la elegida en Miss Mundo, ambos favoreciendo cierta clase de belleza, como un modelo icónico que se alimentó del clasicismo griego y romano, luego de las propuestas del Renacimiento, para finalmente crear un modelo icónico propio de la concreción moderna representado en la mujer estadounidense, por algo “los hombres las prefieren rubias”.
En Colombia el Concurso Nacional de Belleza, como se denomina, viene desde 1934, con un intervalo de 13 años para reaparecer en 1947, aunque antes existían ya las Reinas de los Estudiantes, no distantes de los modelos machistas, aunque si bien la belleza era importante, también lo era el carácter social que cumplían las reinas en obras sociales. Desde entonces en Colombia no hay vereda, pueblo o municipio que no tenga su Reina, ni tampoco fruto, animal o especie, de tal manera que nada raro encontrar a reinas de la yuca, la panela, la papa o el chontaduro, para todos hay.
Ya en otra crónica, La belleza en el Pacífico colombiano (3-12-2020) aduje sobre las subjetividades que acompañan la mirada estética, pero también sobre el empoderamiento de la mujer, luego de una gran lucha social para hacerse valer por lo que son y representan, antes que por las torpes miradas ajenas. Las mujeres han dado una dura lucha para conquistar sus derechos, para ser reconocidas en la sociedad por su propia valía y no por su mera belleza o su porte estético; el reconocimiento de sus derechos civiles, el sufragio, la decisión sobre su propio cuerpo, ha costado cientos de mujeres víctimas de un machismo exacerbante, de tal manera que ver únicamente su belleza estética es reducir su papel dentro de la sociedad y cuestionar su propio empoderamiento.
Hechas estas necesarias aclaraciones, pasemos a la cuestión que nos atañe. En una reciente publicación en redes sociales apareció una imagen de Stella Márquez Zawadzky y una breve biografía, en donde se anotaba que había nacido en Tumaco, pero que su padre era español y su madre era polaca. Esta nota fue hecha desde Medellín y replicada en Tumaco, la base de esa nota fue sacada de Wikipedia, una enciclopedia universal virtual que se alimenta con la contribución de miles de colaboradores que están por todo el mundo, de tal manera que la información no necesariamente es fiable y muchas veces se anotan datos sin verificar las fuentes. Particularmente, desconfió de un ensayo, un libro, una monografía o una tesis cuyas referencias sean de Wikipedia. La razón es obvia.
Ante tal sandez, lo que hice fue verificar algo que de oídas sabía, que Stella Márquez era tumaqueña y que su familia también lo era. Buscando en fuentes confiables, en libros y revistas que guardo celosamente, encontré varios datos sobre la Reina, deteniéndome en su genealogía para demostrar que lo que se afirmaba en redes era erróneo. Stella nació en Tumaco el 17 de junio de 1937, su padre fue Arturo Eduardo Márquez Acevedo, nacido en Tumaco el 13 de octubre de 1910 y fallecido el 15 de febrero de 1981 en Los Ángeles, E.U.; su madre Stella Zawadzky Navia, nacida en Cali el 21 de febrero de 1920 y fallecida en Miami el 2 de septiembre de 1974, tuvieron 6 hijos. Sus abuelos paternos fueron: Francisco J. Márquez, nacido en Tumaco en 1882 y fallecido en la misma ciudad en 1926, fue un próspero comerciante tumaqueño que amasó una gran fortuna, una calle en Tumaco lleva su apellido en su memoria, ya que además fue un reconocido filántropo; y su abuela fue Matilde Acevedo Pérez, también tumaqueña, de la cual se desconocen fechas de nacimiento y muerte. Ambas familias de raigambre tumaqueña, tal y como se desprende de sus ancestros, tales como abuelos y bisabuelos paternos. Por parte de su madre, sus abuelos fueron: Carlos Zawadzki Colmenares, nacido en Cali el 4 de noviembre de 1895 y fallecido el 30 de mayo de 1966 en la misma ciudad; su abuela Soledad Navia Barona, nacida en Cali el 14 de diciembre de 1894 y fallecida en Miami el 12 de julio de 1999. Su tatarabuelo por línea materna fue Estanislao Zawadski Bronsky, nacido en el Condado de Płock, Polonia en 1817, y fallecido en Cali el 18 de marzo de 1859, llego a Colombia en 1846 por invitación del presidente Tomás Cipriano de Mosquera, encargado de diseñar las carreteras y vías férreas que buscaban conectar a Popayán y Cali con Buenaventura y Tumaco. Como se ve, personajes que influyeron de una u otra manera en el Pacífico nariñense.
Stella se radicó en Estados Unidos desde 1954, estudio la secundaria en el Marymount School de Nueva York, luego estudio en el Marymount College, donde estudió lengua francesa y psicología. Ahí fue elegida como modelo de belleza para la Pan American Airlines, y en Los Angeles representó a Honduras, a falta de representante local, en un evento de belleza. En 1957 el colegio la eligió como una de las “Princesas de la Corte”, para un evento de bienvenida en un encuentro de mujeres católicas en la Universidad Loyola Marymount. Regresó a Colombia en 1958 a pasar unas vacaciones con su familia, representando a Nariño ganó el Concurso Nacional de Belleza en 1959 y luego fue elegida Miss Internacional en 1960 en Long Beach. En vista de que participó en vestido de baño, las monjas del colegio donde estudiaba le sugirieron buscar otra institución. En 1964 se casó en Cali con el acaudalado filipino Jorge León Araneta, radicándose desde entonces en Filipinas, donde sigue manejando concursos de belleza. Obtuvo la ciudadanía filipina en 1970.
Recuerdo en el álbum familiar una hermosa foto de la reina cuando visitó Ipiales, inclusive mi hermana lleva ese nombre en recuerdo de ella, ya que mi madre y mi padre, que tuvieron la fortuna de conocerla personalmente, quedaron impregnados por su carisma. Inclusive mi tío, el poeta Florentino Bustos, le dedicó un poema, el cual apareció en el periódico Juventud Ipialeña en 1960:
Stella Márquez Z.
Orgullo de Colombia, de una pujante raza
surgió como la Venus mecida por el mar;
fue un día cuando Febo con su fulgor le abraza
y Tumaco le ofrenda su rítmico cantar…
En un mundial concurso, con el fervor sin taza,
acogen como Reina princesa sin igual;
y jueces, en América, la democracia en masa
le rinden pleitesía… en Nariño tiene altar…
Oh reina portentosa de corazón y mente;
en un girón de Ipiales donde su cielo es ente,
y en cuya tierra de artes, te trina un ruiseñor…
Para ti, noble Stella, las nubes de esperanza;
se han transformado en tronos de paz y de bonanza
para que seas gloria… para Colombia honor.
En una entrevista concedida al periódico El Tiempo, 24 de mayo de 1994, la propia Stella anota: “Con el reinado me di cuenta de que tenía poder y comencé a utilizarlo . Y así ha sido desde que Estela Márquez fue elegida Señorita Colombia 1958. Mi papá me sacó del colegio, estaba internada en el Mary Mounth en Nueva York, me llevó a Colombia, me coronaron reina de Tumaco, luego de Nariño y después Reina Nacional de la Belleza. Y yo no sabía nada del país, ni siquiera sabía bailar cumbia. Prácticamente no había vivido allá, ni en las vacaciones iba porque mi papá nos mandaba a Europa. Yo era pura gringa .” Para otro artículo que escribí sobre Nano Rodrigo, el célebre cantante tumaqueño que conquistó E.U. en los años 30, doy cuenta de que viajó con los hijos de Francisco J. Márquez, de donde se colige que efectivamente la costumbre familiar era enviar a los suyos a estudiar a ese país.
Hoy, como hemos dicho en este y otros espacios, la mujer ha forjado su propio destino, pese al machismo, al clasismo, al racismo y a todas las odiosas perversiones que perviven en un mundo, de tal manera que la odiosa mirada detenida en la mera belleza física ya no le dice nada a nadie, mucho menos a las propias mujeres empoderadas en y desde su territorio.
J. Mauricio Chaves Bustos
Facilitador en procesos de diálogo para construcción de paz, escritor de cuento, ensayo y poesía, cervantista, gestor cultural.
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